NB: Una versión reducida de este artículo fue publicada anteriormente en El Economista con un título distinto.
El propósito de Estados Unidos (EE. UU.) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Ucrania ha cambiado durante los últimos doce meses.
Inicialmente, Biden y su equipo perseguían dos objetivos.
El primero era estresar, desequilibrar y trocear Rusia, a través de una guerra híbrida, en la que no participaran directa y abiertamente las Fuerzas Armadas de EE. UU.
En otras palabras, EE. UU. quería, sin que hubiera bajas de soldados estadounidenses, provocar el colapso económico de la Federación Rusa, su declaración de insolvencia internacional y su aislamiento diplomático internacional.
El fin último de todos estos efectos era que se produjera un levantamiento popular para el cambio de régimen en Rusia y la caída consiguiente de su presidente, Vladimir Putin.
Los sextantes y la brújula para esa ruta de navegación se encontraban en el informe de recomendaciones para el gobierno estadounidense, “Overextending and Unbalancing Russia”, que el grupo de reflexión –think tank, en inglés- RAND Corporation había publicado el 25 de mayo de 2019 y que, en julio de 2022, fue resumido en El blog de Jorge Cachinero, “Estresar y desequilibrar a Rusia”.
Lo que se buscaba era derrotar a Rusia, militar o estratégicamente, como se ha dicho en Washington, D.C. y en Bruselas, y, para ello, EE. UU. estaba dispuesto a sacrificar hasta la última gota de sangre del último ucraniano y a gastar hasta el último céntimo de euro del último europeo.
Ninguno de estos objetivos estratégicos, militares, diplomáticos o económicos de EE. UU. y de la OTAN se han alcanzado.
Rusia no se ha quebrado económicamente, más bien lo contrario, no ha sido aislada internacionalmente, ha sucedido lo opuesto, y prevalecerá militarmente porque este conflicto representa una amenaza y una guerra existenciales para la nación rusa.
La segunda intención de EE. UU. era robarle Europa como cliente energético a Rusia, mediante esta guerra híbrida que provocó en Ucrania.
Con ello, EE. UU. quería acabar con el suministro de energía barata desde Rusia, que era uno de los dos elementos centrales de la ventaja competitiva de la economía alemana, o lo que es lo mismo, de la economía europea, además del acceso al mercado chino.
Esta meta sí ha sido plenamente cumplida.
El estado de la economía europea es prueba palpable de lo anterior.
El sabotaje del Nord Stream por parte de EE. UU., con la ayuda del gobierno noruego, muestra hasta dónde estaban dispuestos a llegar Biden y su equipo para alcanzar ese objetivo y para suministrarle gas natural licuado (GNL) estadounidense a Europa como producto sustitutivo.
Oslo, por su parte, tenía la ambición de reemplazar a Rusia como proveedor de petróleo y de gas para Alemania y para Europa a precios más caros que los rusos.
Así lo denunció Seymour Hersh, el veterano periodista estadounidense de investigación, en su cuenta de substack, el 8 de febrero de 2023, “How America Took Out The Nord Stream Pipeline”, como ya se anticipó en El blog de Jorge Cachinero en octubre de 2022, “Sabotaje del Nord Stream”, en noviembre de 2022, “Ucrania, los europeos han sido engañados por los estadounidenses”, y en diciembre de 2022, “No hay evidencia concluyente de que Rusia saboteara Nord Stream 2”.
Días después de publicar esta información, Hersh anunció que, en breve, habrá revelaciones adicionales sobre una acción, que se podría definir, más bien, como propia del terrorismo internacional.
Dicho sabotaje de EE. UU., con la cooperación necesaria de Noruega, no sólo fue una operación de un cinismo y de una maldad estomagantes, sino que podría considerarse como un acto de guerra en sí mismo de los estadounidenses hacia los propietarios del Nord Stream, es decir, Rusia, pero, también, Alemania, supuesto aliado estadounidense.
Un año después del comienzo de la guerra en Ucrania, el estado de la OTAN es lamentable y el reforzamiento inicial de la cohesión que aquel generó entre sus socios ha desaparecido.
El número de países disidentes crece y hoy parece que hay, en vez de una, cuatro OTANs:
- la de EE. UU. y de Canadá,
- la de Francia y de Alemania,
- la de Polonia y de los tres países bálticos, todos ellos rabiosamente rusófobos, y
- la de aquellos que toman distancias del precipicio hacia el que Washington quiere arrástrales, como son Turquía, Hungría, Croacia o Austria.
Asimismo, está por ver, todavía, que Turquía vaya a permitir el ingreso de Finlandia y de Suecia en la Alianza Atlántica.
En paralelo, Rusia, por la fuerza de los hechos, ha impuesto su derecho a veto al ingreso de Ucrania en la OTAN.
A la vista de los acontecimientos del último año, EE. UU. y la OTAN están paralizadas y no saben qué hacer y cuán lejos quieren llegar en su conflicto con Rusia.
Los tres escenarios inmediatos no son muy buenos para EE. UU. y para la OTAN:
- O bien Occidente negocia con Rusia un compromiso que acepte la realidad en el teatro de operaciones -Crimea, Luhansk, Donetsk, Zaporoyie, Jerson, Odesa, Nikolayev y, probablemente, Járkov como regiones integrantes de la Federación Rusa- y las demandas de seguridad existenciales de Rusia, especialmente, el olvido, para siempre, de la incorporación de Ucrania a la OTAN.
- O bien Ucrania quedará destrozada como país y, por lo tanto, no podrá incorporarse ni a la Unión Europea (UE), ni a la OTAN.
- O bien, por último, nunca se puede descartar que el equipo de política exterior de EE. UU. más incompetente y siniestro que se recuerda -Biden, Blinken, Sullivan y Nuland- quiera escalar el conflicto y arrastrarlo a un enfrentamiento espacial, en primer lugar, y a uno nuclear, a continuación, y, asimismo, empujar a la OTAN a una guerra contra China en Asia y en el Pacífico.
La confirmación de este panorama sombrío para los intereses occidentales la ha proporcionado, de nuevo, indirectamente, la propia RAND Corporation.
Más de tres años después de haber animado al gobierno de EE. UU. a emprender una guerra híbrida en Ucrania para estresar y desequilibrar a Rusia, RAND Corporation ha publicado, en enero de 2023, un nuevo informe, “Avoiding a Long War. U.S. Policy and the Trajectory of the Russia-Ukraine Conflict” -“Evitar una guerra larga. La política de EE. UU. y la trayectoria del conflicto entre Rusia y Ucrania”, en español-, en el que:
- admite las consecuencias negativas para los intereses de EE. UU. de la prolongación de la guerra en Ucrania,
- reconoce, de forma camuflada, la imposibilidad de que Occidente derrote militarmente a Rusia en Ucrania, en un texto que está lleno, para justificar esta afirmación, de la propaganda occidental habitual del último año sobre la supuesta sucesión de derrotas rusas en el teatro de operaciones, que se contradice con la aceptación anterior, y
- acepta que el conflicto terminará, muy probablemente, o bien con un armisticio o bien con un acuerdo de paz, que no devolverán a Ucrania el territorio que Rusia ya ha incorporado a su país desde 2014.
Estremece leer al comienzo de estas recomendaciones de RAND Corporation la afirmación de que éstas se centran en “los intereses estadounidenses, que, a menudo, se alinean, pero no son sinónimos, con los intereses ucranianos” -“(…) U.S. interests, which often align with but are not synonymous with Ukranian interests”, en el texto original-.
O, de forma aún más cínica y aterradora, Rand Corporation “reconoce que los ucranianos están siendo los que están combatiendo y muriendo para proteger su país, (…) (s)in embargo, el gobierno de EE. UU., a pesar de ello, tiene una obligación con sus ciudadanos para determinar cómo las diferentes trayectorias de la guerra afectarían a los intereses de EE. UU. y para explorar opciones para influir sobre el curso de la guerra de forma que promocione esos intereses” -“(w)e acknowledge that Ukranians have been the ones fighting and dying to protect their country (…). However, the U.S. government nevertheless has an obligation to its citizens to determine how different war trajectories would affect U.S. interests and explore options for influencing the course of the war to promote those interests”, en el texto original en inglés-.
Rand Corporation anticipa y prepara el terreno para dejar a los ucranianos abandonados a su suerte, después de haber promovido, de manera fervorosa, la guerra híbrida de EE. UU. contra Rusia en el este de Europa.
El juicio histórico, quién sabe, si judicial, sobre el comportamiento de Biden y su equipo en este conflicto, el más severo que ha tenido lugar en el territorio de Europa, desde el final de la II Guerra Mundial o desde la intervención ofensiva de la OTAN contra Yugoslavia para provocar su destrucción, no será muy compasivo.
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