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Fracaso de EE. UU. con el ‘Proyecto Ucrania’

Fracaso de EE. UU. con el ‘Proyecto Ucrania’
Casa Blanca, Washington, D.C.
Jorge Cachinero el

Estados Unidos (EE. UU.) provocó un conflicto militar con Rusia, a través de un tercero, Ucrania, que comenzó en 2014 y se exacerbó a comienzos de 2022, con cinco objetivos.

Informe de RAND Corporation, “Overextending and Unbalancing Russia”, 2019.

Por orden de prioridad, Washington quería:

  • quebrar la economía de Rusia, a través de sanciones generalizadas universalmente,
  • aislar diplomáticamente a Moscú en el mundo,
  • derrotar a la Fuerzas Armadas de Rusia, al debilitarlas y al desangrarlas, en línea con las recomendaciones trasladadas por el centro de pensamiento RAND Corporation al gobierno de EE. UU., que habían sido recogidas en su informe de 2019 y
  • trocear y hacer desaparecer la nación rusa como la conocemos hoy.

Por último, EE. UU. quería aprovechar este ‘Proyecto Ucrania’ para frenar y hacer retroceder unas décadas la competitividad de la economía de la Unión Europea (UE).

Se dejan a un lado, para otra ocasión, los $20 o $30 millones que la familia Biden habría recibido desde Ucrania, según el comité de investigación del Congreso estadounidense, de acuerdo con la información extraída del ordenador de Hunter Biden, el hijo de Joe Biden, desde que, en 2014, el entonces presidente de EE. UU., Barack Obama, asignó a su vicepresidente, Biden, la responsabilidad sobre el dossier Ucrania.

“Ucrania y Hunter Biden”, El blog de Jorge Cachinero, ABC, 7 de abril de 2022.
“Los Biden y Ucrania”, El blog de Jorge Cachinero, ABC, 3 de febrero de 2023.

A fecha de hoy, EE. UU. sólo puede reclamar el éxito de haber dañado la economía de la UE, al haber perseguido que este conflicto continúe hasta gastar el último céntimo del último euro.

En los otros cuatro objetivos, el balance del empeño del gobierno estadounidense no puede ser más catastrófico.

El Producto Interior Bruto (PIB) de Rusia está creciendo al 3% en 2023, después de la adaptación inicial de su economía a la nueva situación, la inflación está bajo control, el paro está descendiendo y Rusia está batiendo récords de exportación de petróleo, de gas y de otras materias primas a numerosos países, como Arabia Saudí, China, India, Indonesia, Irán o Turquía, por mencionar los más relevantes.

Con todos éstos, Rusia está estrechando sus relaciones comerciales fuera del marco del dólar estadounidense y dentro de una red de instituciones, cuya importancia estratégica crece, como son BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), OPEP+ (Organización de Países Exportadores y Productores de Petróleo+), OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), UEE (Unión Económica Euroasiática) u otras.

El fin de arrinconar a Rusia no ha sido conseguido, sino, más bien, todo lo contrario.

China define su relación bilateral con Rusia como una que “no tiene límites”.

Países como Arabia Saudí, India, o Turquía, que, por razones históricas o geopolíticas, solían estar cerca de EE. UU. o de Occidente, se han convertido en los canarios dentro de la mina de la nueva situación geopolítica.

Ninguno de ellos ha abandonado a Moscú, ni ha permitido el acoso de Washington sobre ellos, a tal efecto, sino que todos se han convertido en aliados muy cercanos a Rusia, por mor de defender y de proteger sus intereses nacionales respectivos.

Todo esto, sin hacer mención del viraje estratégico que se está realizando desde el continente africano y el Próximo Oriente en búsqueda del estrechamiento de su cercanía con Moscú.

EE. UU. y la UE no han salido todavía del estado de shock que esta reacción les ha provocado.

Por último, EE. UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están estupefactas al comprobar que no cuentan con armas que puedan hacer frente a los misiles hipersónicos rusos o que el escudo impenetrable de las baterías de misiles Patriot estadounidenses hayan sido destruidos con facilidad por las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia.

No debería sorprender la caída dramática del valor de la compañía Raytheon, el fabricante de los Patriot, en Wall Street.

Misil hipersónico ruso Kinzhal.

Rusia hace frente a una amenaza existencial como nación, mientras que EE. UU. está embarcada en un proyecto de ingeniería geopolítica para evitar que su papel de hegemon mundial se le escape entre los dedos de las manos.

Rusia podría continuar con la estrategia de la actual guerra de desgaste, desplegada, después del sabotaje estadounidense y británico al intento de llegar a un acuerdo con Ucrania, en marzo-abril de 2022, en Estambul, gracias a la intermediación de Erdogan, durante años, seis, diez, más, quién sabe.

Sin embargo, al equipo Biden les gustaría escapar de este embrollo antes de que comenzara en firme la campaña de las elecciones presidenciales de 2024.

La economía rusa está en auge, al mismo tiempo que la alemana ha entrado en recesión.

Sabotaje de Nord Stream, septiembre, 2022.

En gran parte, este éxito económico de Rusia tiene que ver con el hecho, de la misma forma que está sucediendo en China, de que nunca renunció a su capacidad manufacturera, como sí hicieron muchos países de Occidente, que creyeron que las revoluciones de internet y de la tecnología dejaban arrinconados, como obsoletos, a los modelos de negocio de la fabricación de bienes y de productos.

Las plantas de producción de carros de combate, de obuses de artillería, de misiles y de cohetes y de satélites espaciales, más allá de los Urales, y los astilleros rusos están trabajando a plena capacidad, en tres turnos diarios, para abastecer sin descanso a sus Fuerzas Armadas.

El éxito en las guerras depende de la logística y de la base industrial de los países en liza.

En este terreno, Rusia muestra su superioridad industrial sobre Occidente.

EE. UU. y el resto de sus aliados en Occidente han investido y se han comprometido enormemente en este ‘Proyecto Ucrania’, del que, ahora, no saben salir.

Además, los dirigentes de estos países no intuyen cuándo la paciencia de sus ciudadanos se terminará y deje de ser aceptable el gasto gigantesco, en armas y en financiación, que aquellos están realizando en Ucrania desde hace una década.

 

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