La base de Morón de la Frontera (Sevilla) es desde hace cuatro años la lanzadera del Cuerpo de Marines de EE.UU. para acudir al socorro de los intereses estadounidenses en el norte de África.
“Un lugar perfecto por su localización geográfica”, subraya el teniente coronel Jack A. Sile, jefe de operaciones de esta unidad especial que tiene como objetivo evitar una situación como la del ataque al consulado de EE.UU. en Bengasi (Libia).
Aquel otro 11-S, pero de 2012, el embajador Christopher Stevens, un oficial del servicio de exteriores y dos militares de fuerzas especiales Navy Seals murieron tras trece horas de enfrentamiento con fuerzas yihadistas. Nunca llegaron los refuerzos necesarios.
Ese ataque motivó la búsqueda de un fortín de despliegue rápido en el sur de Europa desde el cual poder enviar una fuerza militar de más peso a una zona conflictiva en apenas 3-5 horas. Y ahí surgió Morón, una base clave junto a la de Rota (Cádiz) para entender las actuales buenas relaciones de España y EE.UU.
La denominada «Fuerza Especial Tierra-Aire de Respuesta de Crisis» de Morón (SP-MAGTF CR, en su acrónimo militar estadounidense) la constituyen en estos momentos 600 marines y 60 efectivos de la fuerza aérea estadounidense. Además cuentan con seis aeronaves ultra rápidas MV-22B “Osprey” cuya proyección también puede ser lanzada desde la base de Sigonella (Sicilia) -donde hay un pequeño destacamento estos días- o con una escala en la base de Gando (Gran Canaria).
Dos aviones de transporte y repostaje KC-130J “Super Hércules” completan el despliegue en las instalaciones de Morón, “una base totalmente española”, recalca el teniente coronel Sile para evitar malentendidos. En este sentido quieren ser cuidadosos.
Los Osprey, de despegue y aterrizaje vertical, son la “joya de la corona” de esta unidad especial procedente de Camp Lejeune (Carolina del Norte): “Cada una de estas aeronaves puede desplazar a 24 marines. De este modo, ante una eventual crisis en un país africano los seis “Osprey” podrían desplegar rápidamente a 144 marines. En 3-4 horas se pueden enviar a zonas como Libia”, informa a ABC un oficial del Africom, mando militar que coordina desde Stuttgart (Alemania) la actividad militar estadounidense en el norte africano.
En caso de crisis abierta, las instalaciones militares de Morón de la Frontera podrían dar cabida a un máximo de 2.200 militares, 500 funcionarios y 36 aeronaves. Escenarios como Níger, Malí, Chad o Libia se encuentran siempre monitorizados por si estos soldados deben actuar con urgencia.
Para dar a conocer su labor y celebrar el 60 aniversario de la actividad militar de EE.UU. en esta localidad de la campiña sevillana, los marines de Morón y la Embajada estadounidense quisieron celebrar una jornada de puertas abiertas con los medios de comunicación que incluían la extravagante competición de equipos militares tirando de un camión de bomberos. Sí, literal. Algún equipo español también participó dignamente.
“Aunque parezca raro, a veces en operaciones reales nos toca tirar de vehículos para desatascarlos. En alguna situación en Afganistán nos hemos visto así”, explica el capitán Fernández de Castro, peruano enrolado en la fuerza aérea, quien agradece “el apoyo español” en Morón.
Los ejercicios conjuntos con distintas unidades españolas también son parte de su día a día, más allá de las intensas horas de adiestramiento en tiro, descenso a través de cuerdas (“fast rope”), combate urbano o ejercicios de “crossfit”. En el último año realizaron 65 maniobras de este tipo con las Fuerzas Armadas españolas.
Uno de esos últimos ejercicios tuvo lugar el mes pasado: “Estuvimos con infantes de Marina españoles practicando la evacuación de una embajada en una zona determinada, aquí en España. Debemos ensayar todo con precisión ante la llegada a una zona de combate donde puede haber un centenar de elementos hostiles”, explica el sargento Tyler McNair, de la tripulación de un Osprey.
La mayoría de las intervenciones de los marines de Morón son un secreto. No obstante, alguna ha trascendido en estos cuatro años de despliegue. En el verano de 2016 se llevó a cabo la operación «Oaken Steel», por la que un equipo de marines fue posicionado en la instalación de seguridad cooperativa que EE.UU. tiene en Entebbe (Uganda) para reaccionar, en caso de necesidad, en Sur Sudán. Allí la embajada estadounidense en Juba podía enfrentarse a una crisis inminente tras unos enfrentamientos entre facciones rivales.
De repente, la visita a la base de Morón se ve interrumpida. A las diez y cuarto de la mañana del pasado miércoles, la unidad de despliegue rápido recibe la orden de salir. Cuatro “Osprey” y dos aviones “Súper Hécules” despegan inesperadamente de la base. Tres horas más tarde aterrizarán en Gran Canaria. Luego hacia un lugar de África.
-“¿A qué se debe este despliegue? ¿Alguna operación en el Sahel?”, preguntamos al teniente coronel Jack A. Sile.
– “Hay una operación en curso y no puedo especular sobre ella”, sentencia lacónicamente.
La primera jornada de puertas abiertas de los marines de Morón concluye así, abruptamente. Con la demostración más fidedigna de la utilidad de esta base española para EE.UU.
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