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Juicio al acoso laboral en France Télécom

Juicio al acoso laboral en France Télécom
Maria C. Orellana el

Mi amiga Paula trabaja en la oficina de un banco desde que terminó la carrera hace más de veinte años. Además de amiga, soy su cliente desde hace un tiempo, durante el que he visto cómo la sucursal ha ido perdiendo personal, hasta que sólo han quedado Paula en el despacho y un chico encantador atendiendo la caja. Sobre las mesas vacías han colocado macetas con plantas para alegrarse la vista, esperando tiempos mejores en los que vuelva a haber cinco empleados en la oficina, como cuando les asaltaron y no consiguieron llevarse nada porque todos hicieron frente común contra los ladrones.

Aunque ya casi no hace falta ir a la oficina del banco porque todo se lo hace uno mismo en la app o el ordenador, esta mañana me he acercado para hacer una gestión y de paso saludar a Paula. Me cuenta que los resultados este año no están yendo bien, por lo que los jefes supervisan muy de cerca qué actividades están haciendo los responsables de las oficinas para alcanzar los objetivos comerciales establecidos. Así que cada día mi amiga está obligada a permanecer varias horas fuera de horario esperando la llamada de su superior, sentada en la oficina cerrada, sola y sin clientes, en total estado de ansiedad que se convierte en terror si en el día no ha podido colocar los seguros, tarjetas o viviendas esperadas.

¿Constituye esto una práctica laboral abusiva? Supongo que el jefe de Paula también sufre la fuerte presión de sus superiores y se convierte en un eslabón más de la cadena. Esta historia coincide con el juicio por acoso moral que estos días está teniendo lugar en París contra el anterior cuadro directivo de France Télécom (desde 2013, Orange).  El consejero delegado, el director general, el director de Recursos Humanos y otros cuatro altos ejecutivos de la multinacional se enfrentan a penas de dos años de prisión y hasta 30.000 euros de multa por mantener presuntas conductas premeditadas y repetidas que perseguían desestabilizar a los empleados para que abandonaran la firma voluntariamente, con el objetivo de suprimir 22.000 puestos y cambiar de oficio a 10.000 trabajadores.

Al parecer, la dirección de France Télécom creó un clima laboral tóxico en cadena que provocó entre 2006 y 2010 diecinueve suicidios y doce tentativas de los trabajadores atribuidas directamente a la presión laboral recibida. Por esto, más allá de una condena por acoso, algunos reclaman un juicio por homicidio involuntario.

De forma similar a lo que sucede en las entidades bancarias actualmente en España, las compañías de telecomunicación, que tuvieron sus años dorados de monopolio en los 70 equipando todos los hogares con líneas telefónicas fijas, se encontraron de la noche a la mañana con un montón de empleados no cualificados para la transformación digital.

¿Cómo transformar a todos estos trabajadores, que durante años han sido meras piezas de la cadena de producción cumpliendo cómodamente y sin más visión con una estrategia obsoleta que las empresas no han sabido evolucionar? Ese es un reto al que muchas empresas se enfrentan hoy, y cuya solución claramente no es el mobbing masivo.

 

En la foto Didier Lombard, el consejero delegado presuntamente responsable de haber instaurado este régimen continuado de acoso, que soltaba a viva voz lindezas como “conseguiré la salida de  toda esta gente de una u otra forma, por la puerta o por la ventana”.

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