El otro dia decidí salir de la oficina a mi hora. Sin ninguna razón especial, simplemente cerré el ordenador, recogí y me fui. Ya en el coche me puse a pensar que podía haber avanzado tal o cual asunto, o simplemente haber hecho alguna tarea que no requiriese mucha concentración, si a esa hora de la tarde y tras una jornada (en la que no había parado) estaba ya cansada. Y mi ansiedad fue creciendo durante todo el trayecto a casa.
Me quedé preocupada.
Aprovecho que mi cuñado está de paso por Madrid para preguntarle sobre los horarios laborales en Europa mientras tomamos café. Él vive y trabaja en Múnich desde hace más de veinte años para una multinacional del sector Seguros. Me confirma mis sospechas: “Yo salgo a las cinco y media, salvo que en la oficina haya un fuego, una situación excepcional. En Alemania están mal vistas las personas que se quedan todos los días más allá de su hora, se tiende a pensar de ellos que no son eficientes”.
Pues qué suerte tienen los alemanes. Decido hacer una pequeña encuesta en el entorno de mis amigas. Empiezo por Amaya, pues me consta que en su empresa el teletrabajo es una opción para todos los empleados, siempre que cumplan con sus objetivos. Para mi sorpresa, me dice que suele salir a las ocho (Amaya tiene dos niños que aún no han cumplido los diez años). “Pero ¿POR QUÉ?” Bueno, ella tiene excusa, la han ascendido hace poco y está en el momento de darlo todo.
Lola sale a las siete en cumplimiento de sus deberes familiares y después se conecta desde casa para cerrar asuntos pendientes de la oficina y responder a los mails de última hora… Pues casi prefiero irme a las ocho y ya no pensar más en el trabajo, no sé qué es peor.
Salgo del círculo de amistades para ir al de mis clientas. A Albertina casi ni me atrevo a preguntarle, porque ya sé que va a trabajar varios fines de semana seguidos para poder cerrar otro proyecto crítico para su empresa que va muy ajustado. Me comenta que últimamente se lleva de cine con su pareja, ya que prácticamente no se ven.
Bueno, ella ocupa un puesto directivo. Bajo un poco en la pirámide, y Lucía me explica que ella sale cada día al menos una hora más tarde del que sería su horario normal. Le pregunto por qué lo hace, si la miran mal cuando sale a su hora. Se lo piensa un poco antes de contestar: “No. En realidad creo que soy yo, no sé, será una especie de complejo”.
En fin, no tenemos remedio. Vámonos a Alemania.
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