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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Un “ideomoto” en la izquierda moderada española

José Manuel Otero Lastres el

Como ustedes saben, con la palabra “moto” (que viene del vocablo latino, “motus”, que significa movimiento) se forman palabras como terremoto o maremoto, para referirse, respectivamente, a movimientos violentos de tierra o de agua, generadores, las más de las veces, desastres naturales catastróficos.

Pues bien, me sirvo de la expresión “moto” para componer junto con “idea”, la palabra “ideamoto”, inexistente en el Diccionario de la RAE, con la que denominar la sacudida violenta que están experimentando las ideas políticas de la izquierda moderada.

En efecto, en la década de los sesenta del siglo pasado, no era difícil reconocer a los que militaban en la izquierda. Estaban contra el régimen franquista y luchaban por la instauración de la libertad. Pero había una especie de movimiento democrático común, en el que convivían los verdaderamente demócratas y los, aunque también se autoproclamaban demócratas, tenían como referentes las “democracias populares”.

Andando el tiempo, la democracia, la entrada en la Unión Europea y la consolidación paulatina del Estado del Bienestar mejoró sensiblemente nuestra situación económica. De tal suerte que, al menos los partidos democráticos, desde la derecha a la izquierda, se engancharon a una misma bandera, la “social democracia”, como si estuvieran impulsados por el mandato de nuestra Constitución, que dispone que “España se constituye como un Estado social y democrático de Derecho”.

En tanto que propugnadora del progreso, tal izquierda sostenía que progresar era avanzar hacia una sociedad cada vez mejor y más justa. Lo cual significaba, por ejemplo, en educación, apostar por la enseñanza de calidad y exigente, y en lo relativo a la estructura territorial del Estado, defender la unidad nacional y la integración en espacios políticos y económicos supranacionales.

Sin embargo, sobre todo desde que la izquierda moderada “tocó poder”, se fue difuminando la claridad de su mensaje. Y, así por ejemplo, en educación lo progresista pasó a ser rebajar los niveles de exigencia todo lo posible, sin importar que España ocupara los últimos puestos del escalafón en los controles educativos de ámbito europeo, y en lo territorial alinearse con los fenómenos retrógrados de los nacionalismos periféricos.

Todo esto ha acabado por provocar el “ideamoto” del que hablo. La izquierda moderada, que se venía desgastando paulatinamente por ocupar el gobierno, sufrió una sacudida ideológica inesperada desde un sector más extremo que proponía una inequívoca aproximación hacia las políticas de la izquierda radical, iniciando una especie de disputa por el territorio de las propuestas más populistas.

El tiempo dirá cuál de estas dos tendencias prevalece, pero no estaría de más que los que propugnan “más izquierda” volvieran a “repasar” las ideas y los mensajes que los convirtieron en partido de gobierno.

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