La vanidad, para el Diccionario de la RAE, es, en su segunda acepción, “arrogancia”, “presunción”, envanecimiento”. Tres nociones predicables de un individuo en sí mismo considerado, sin compararse con los demás.
En cambio, la soberbia, según su primer significado. es “altivez y apetito desordenado de ser preferido a los demás”. Y según el segundo “satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendes con menosprecio de los demás”.
Por eso, si tuviera que pronunciarme sobre cuál de las dos es peor afirmaría que la soberbia. Es verdad que los vanidosos y los soberbios tienden a oír solamente las alabanzas. Es cierto también que uno y otros no suelen escuchar los consejos y hasta le parece más que osen dárselo. Y también es veraz que el vanidoso y el soberbio son más cuervos que zorros: presa fácil del engaño de los lisonjeros.
Pero se diferencian, al menos para mí, en algo esencial. El vanidoso solo se fija en sí mismo, no se compara con los demás. Esta encantado de oír cosas favorables sobre su persona. Eso lleno su espíritu enteramente, no le hace falta oír nada más.
Por el contrario, el soberbio saca de paseo a su propio yo y la compara con extrema satisfacción con los el de los terceros para regodearse desordenadamente en que es preferido a los demás. El soberbio es como un pavo real que se pavonea con todo su plumaje desplegado con un doble objetivo: que vean lo maravilloso que es y que está muy por encima de los demás.
Por eso, si tuviéramos que encuadrarlo entre los pecados la vanidad es un pacto venial, porque solo se opone levemente a los preceptuado y es de fácil remisión, mientras que la soberbia sería un pecado mortal merecedor de la pena eterna.
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