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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La furia y el sosiego en el proceso creativo

José Manuel Otero Lastres el

En unas recientes declaraciones, el fotógrafo y cineasta  Richard Kern manifestó “Reconozco que de joven estaba furioso y buscaba la confrontación, pero ahora me doy cuenta de que ese comportamiento era una forma de compensar mis propios sentimientos de insignificancia e impotencia”. Además de por la sinceridad que parecen reflejar, estas palabras me interesan porque reflejan uno de los momentos por los que suele pasar el proceso creativo.

 

Aunque sobre el proceso creativo del ser humano se puede decir lo mismo que se atribuye a Hipócrates “no hay enfermedades, sino enfermos”, parece que no es infrecuente que, en sus inicios, el espíritu del creador sea un alma atormentada. Pero así como la aflicción, como primera reacción del creador, no presenta en sí misma mayores singularidades, lo que difiere de un creador a otro es la causa de su tormento. En Richard Kern el motivo de su tormento era una especie de sentimiento de inferioridad. Se creía insignificante e impotente frente al fenómeno creativo ajeno y su aflicción inicial desembocó en furia, en una ira, que guio a su espíritu a realizar planteamientos transgresores y confrontativos.

 

La pregunta que podemos hacernos es si es posible transitar la senda del proceso creativo con un alma serena. La respuesta es afirmativa. Me atrevo incluso a decir que la madurez creativa llega cuando el espíritu se ha sosegado. Es posible que cuando se inicia el camino de la creación con el alma atormentada el autor pueda verse impelido por una fuerza atroz alimentada por la furia o la ira. Pero cuando el espíritu se apacigua las imperfecciones de la fuerza transgresora de los inicios acaban puliéndose y todo ello desemboca en una obra mejor, por ser más acabada y perfecta que las obras juveniles.

 

Lo que antecede no debe entenderse como una comparación sobre cuál es el mejor momento del creador, sino como la caracterización de los estadios por los que pasan los espíritus creativos. García Márquez publicó su obra más creativa “Cien años de soledad” en 1967, y nos regaló “El amor en los tiempos del cólera” en 1985. Cada uno tendrá su preferencia por una o por la otra, pero ambas son maravillosas. Lo que pretendo decir es que cada una es hija de un determinado momento del espíritu creativo de Gabo y que tengo para mí que no habría sido posible que intercambiara el tiempo de creación de cada una de ellas.

 

 

 

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