José Manuel Otero Lastres el 25 sep, 2020 La pregunta podría formularse así: a la vista de la Constitución ¿hay alguna cosa que por sí misma no pueda ser objeto de un pacto político? O dicho de otro modo, ¿hay alguna “rex extra comercium” en los pactos entre los partidos políticos? La cuestión se suscita porque el gobierno, para asombro de la ciudadanía, no parece tener límites a la hora de pactar con los partidos políticos su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado. Y es que por lo que trasciende en los medios el Gobierno es capaz de vetar la asistencia del Jefe del Estado al acto de entrega de los despachos a los nuevos jueces en Barcelona, así como ofrecer medidas, como la reforma del delito de sedición o la tramitación de indultos para los condenados por el “procés” que cumplen condena en la cárcel; es capaz también de ofrecer a EH Bildu, representantes de los etarras, medidas en el ámbito del acercamiento de los presos de ETA al País Vasco; y es capaz de ofrecer al PNV medidas singulares y únicas para el País Vasco en materia de autogobierno y de aumentar el límite del endeudamiento de la Comunidad. Lamentablemente parece que la respuesta es negativa. Ninguna de las cosas que ofrece el Gobierno está fuera del comercio político. Por lo tanto, el Gobierno lo puede hacer. Otra cosa es las consecuencias electorales que puedan tener en su día estos actos que son humillantes para alguien. Así el veto al Rey, además de lo que pueda suponer para el propio titular de la Corona, seguramente molestará a todos los que son de verdad constitucionalistas y creen que la afrenta es al Jefe del Estado que es símbolo de su unidad y permanencia. Lo cual acaba por afectar el pueblo español en su conjunto como depositario de la soberanía popular. Las otras contrapartidas a los partidos independentistas catalanes, además de tipificar los delitos no por el grado de reproche social de las conductas sino por conveniencias políticas momentáneas, implica una humillación para todos los que defendieron la unidad de España y la Constitución cuando tuvo lugar la farsa de la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña. Y lo que ofrece el Gobierno en el País Vasco a EH Bildu y al PNV, además del trato favorable e injustificado a los responsables de los años de plomo y del terror, supone un manifiesto desprecio a las víctimas que soportan el dolor de los asesinados. Con todo, conviene recordar, como escribió José Antonio Marina, que el fracaso de la inteligencia se manifiesta a través del prejuicio, la superstición, el dogmatismo, el fanatismo, la envidia, los celos, el resentimiento, el odio, el silencio, la sumisión, el automatismo del discurso, el malentendido, la incapacidad de ser lo que uno es o la pérdida del sentido del límite. Y que Porta Perales añadió que cuando la inteligencia fracasa se impone la estupidez y el sujeto se blinda contra la crítica y los argumentos. Pues bien, cuando esta actitud se generaliza es la sociedad la que se vuelve estúpida y hace posible que la creencia se imponga a la realidad. Cuando observo a la sociedad española actual veo que está trufada de muchos de los ingredientes que suponen el fracaso de la inteligencia y el triunfo de la estupidez. Así que es posible que las muy discutibles contrapartidas que está ofreciendo Sánchez no tengan siquiera consecuencia electorales negativas para él y su partido. Lo cual demostraría que estamos caminando a pasos agigantados hacia la deposición de la inteligencia y a la consiguiente entronización de la estulticia. Política Comentarios José Manuel Otero Lastres el 25 sep, 2020