A poco que se reflexione sobre la realidad política española del último año, no serán pocos los que lleguen a la siguiente conclusión: lo importante es conquistar el gobierno careciendo de relieve la finalidad de la victoria electoral. Dicho más sintéticamente, la lucha política parece centrase en el qué (ganar) olvidándose de “para que” se gana.
Los partidos políticos que concurren a las elecciones generales pretenden alcanzar los escaños suficientes para que su líder sea propuesto para candidato a la Presidencia del Gobierno y obtenga la investidura. Pero parecen entender que todo ese esfuerzo político se agotar en sí mismo, como si no hubiera tarea alguna posterior al nombramiento de Presidente.
Pero el gobierno se obtiene para dirigir, entre otras actividades, la política interior y exterior y la administración civil del Estado, esto es, servir, como dispone la Constitución, con objetividad los intereses generales de la ciudadanía con sometimiento pleno a ley y el Derecho.
Conviene recordar lo que antecede por si alguno se ha olvidado para qué ha concurrido a las elecciones y qué significa que su partido político tenga el mayor de escaños. No se trata de estirar todo lo posible el período de interinidad, con la consiguiente paralización, del gobierno en funciones. Eso puede ser interesante desde el punto de vista personal de un presidente cesado en su cargo tras las elecciones generales y que está en busca de ganar la investidura perdida. Pero es que venimos de unos tiempos y estamos en otros en los que gobernar es ya una tarea inaplazable.
Comprendo que a los que viven del asesoramiento electoral les interesa por encima de todo que se alargue todo lo posible el período de interinidad. Y comprendo también que es más fácil entretenerse en las estrategias de la imagen de una campaña electoral que entrar en la dura, difícil y, tal vez, aburrida tarea de gobernar.
Pero no estamos para juegos, ni para enredos de los nuevos “gurús” del marketing político. España necesita aclarar lo antes posible su panorama y dejarse de enredos. Si nuestro Gary Cooper Sánchez no es capaz de acompañarse de otras formaciones políticas para obtener la confianza de la Cámara y tiene la íntima convicción de que no podrá dejar de estar “solo ante el peligro”, debe ponerse al servicio de la ciudadanía y desatascar cuanto antes la situación de impasse en la que estamos, poniendo en marcha cuanto antes la celebración de elecciones generales.
Este ruego no es cuestión de ideología, sino de que duele que España esté sumida en una tenebrosa incertidumbre mientras los estrategas de la imagen de turno se divierten con su particular “juego de tronos”.
Política