La vida no es perfecta y es cierto que expresar nuestra insatisfacción puede ser positivo. Pero tenemos que encontrar la forma correcta de hacerlo. Expresar nuestras quejas puede ser muy liberador, pero también puede generar más insatisfacción al poner el foco de atención en ello.
Utilizamos las quejas como una manera de generar vínculos sociales porque nos ayudan a compartir estados emocionales. Nos encanta que nuestros amigos y familiares confíen en nosotros, que busquen nuestro apoyo y consuelo, que se desahoguen y podamos ayudarles con ello. Pero como todo, la queja y el desahogo también tienen sus límites. Porque el que los cruza se convierte en un quejica empedernido y en alguien tóxico. Una persona alcanza la categoría de tóxica cuando al alejarse de ti se lleva toda tu energía. Los quejicas son una subespecie de las personas tóxicas.
No sé si existe una categoría para clasificar la conducta quejica entre quejarse bien y quejarse mal. Pero si existiera, podríamos decir que una persona «se queja mal» cuando lo hace siempre con la misma persona, cuando convierte el motivo de la queja en un monotema, cuando habla siempre de temas negativos o cuando no tiene otras buenas noticias que compartir.
Si quieres convertirte en un «buen quejica» que no consuma la energía ni la paciencia de los tuyos, puedes empezar por…
Prestar atención plena a tus quejas
Cuando nos quejamos tenemos el discurso muy aprendido, nos sentimos emocionalmente mal y soltamos todo el contenido rápido, enfadados, apesadumbrados, sin control. A partir de ahora, observa cómo las estás expresando, tu tono de voz, el volumen, las palabras que utilizas. Si te escuchas a ti mismo con atención, te darás cuenta de que igual lo haces muchas veces al día, durante mucho tiempo y de forma exagerada.
Cambiar de diana
No podemos ir contando a todo el mundo lo más íntimo. Pero tampoco podemos utilizar siempre a la misma persona como cubo de basura en el que arrojar todo lo que nos disgusta. Comparte tus quejas con varias personas. Porque llega un momento en el que a nuestros amigos se les quita las ganas de descolgar el teléfono anticipando que vas a volver con el mismo tema.
Aclarar a la persona cuál es tu intención con la queja
¿Quieres solo desahogarte o quieres encontrar alguna solución a lo que ahora te molesta? Esto es importante porque las personas que tienes alrededor, con el ánimo de poder aliviar tu sufrimiento, tienden a darte consejos, a relativizar, a buscar salidas. Pero la persona que se queja no siempre tiene el propósito de solucionar nada. Es más, las soluciones las suele tener claras. Lo que busca es poder llorar, lamentarse, sacar fuera sus miedos y preocupaciones. Así que si no quieres que te interrumpan o que te estresen con soluciones que igual ahora no puedes poner en práctica, por favor avisa a tu interlocutor del objetivo de tu “momento queja”.
Escuchar el punto de vista de quién te ofrece su hombro
Si te quejas con alguien, escucha su punto de vista. Aunque sea por respeto al tiempo que nos dedica. Cuando nos sentimos mal con una situación o con una persona, solemos perder la objetividad y la perspectiva. Lo vemos más intenso, más cruel, más fuerte de lo que suele ser. Y también puede que esto nos lleve a sentirlo con más intensidad y más dolor. Escucha lo que piensa la otra persona. Deja aconsejarte.
Llevar un diario
Un motivo de quejarnos es sacar fuera lo que nos incomoda. No siempre buscamos una solución ni que venga alguien y nos ilumine. Es más bien un proceso de desahogo. Los diarios pueden ser una actividad relajante, placentera y muy reconfortante.
En el momento de escribir trata de fomentar un ambiente en el que te sientas a gusto, en el que estés cómodo, en el que te apetezca escribir. Escribe, solo escribe. No tiene por qué tener un orden, ni un inicio, ni un párrafo final. Se trata solo de descargar emociones, palabras, vivencias. Ya verás cómo sientes alivio después de desahogarte. El diario es elegante y respetuoso, no te contesta, no te interrumpe, no te juzga, no te aconseja. Y una vez escrito, te darás cuenta de que también te ayuda a relativizar y a tomar distancia.
Decidir «un día sin quejas» a la semana
Se trata de coger un compromiso contigo, de cambiar el discurso negativo, centrado en problemas y todo aquello que va mal, por buscar otro foco de atención. Y si lo puedes hacer extensible a los demás miembros de la familia, mejor. Así estarás educando en hábitos positivos.
Centrarte en soluciones
Problemas tenemos todos. Pero a algunos les contamina más que a otros. Las personas negativas, quejicas, pesimistas tienden a ver a los positivos como personas con una vida suertuda o afortunada. Muchas veces me han llegado comentarios diciéndome que qué fácil es ser positivo en la vida cuando tu vida fluye. Yo me he callado, pero si supieran lo que yo llevo detrás, se darían cuenta que lo que a mí me ha salvado en la vida es el optimismo y la resiliencia. Y la positividad hay que entrenarla. Tendemos a ser más negativos que positivos. Y buscar soluciones es un hábito de las personas positivas.
Aprender a aceptar
Sí, parte de tus problemas son injustos y muchos no tienen solución. Así es la vida. Piedras y flores. Y aquello que no está bajo nuestro control, sea justo o injusto, tenemos que aprender a aceptarlo. No hay más. Y hasta que no hay proceso de aceptación, que excluye comentarios del tipo «pero por qué a mí», «qué injusta es la vida», «yo esto no me lo merezco», no podrás coger las riendas de tu vida. Porque tu atención estará puesta en lo que no controlas. Y esto genera rabia y frustración.
La queja nos convierte en sumisos, pasivos, en víctimas de nuestro estado de ánimo, nos enfoca en lo que no funciona y contaminamos a los demás. Hoy es el mejor lunes para empezar a despedirnos de la queja.
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