Qué bonito es quererse uno mismo, ¿verdad? Pero más bonito es querer a los que nos rodean. En este mundo en el que tanto tendemos a compensar, hemos pasado de vivir entregados a los demás a vivir entregados a nosotros. Esa es la corriente que surfea en este momento por las redes sociales. Una corriente en la que se relaciona directamente tener autoestima con quererse, cuidarse, amarse, dedicarse tiempo… y esta idea tiene su gran parte de certeza. Pero a lo de quererse uno mismo y mimarse le pasa lo mismo que a la relación entre las manzanas y la salud. Una manzana al día es buena, dos kilos, no.
La corriente del yo, mi, me, conmigo a mí me chirría un poco, sinceramente. Y creo que es más una pose que un sentimiento real. Me surgen además varias preguntas respeto a este tema, ¿las personas que vivimos, me incluyo ahí, muy volcadas en los demás, nos queremos menos? ¿Desconocemos nuestro valor? ¿No tenemos autoestima? Otra duda que me surge, ¿mi valor y mi dignidad como persona son menores porque mi valor esté relacionado con el espíritu servicial y de entrega a los demás? ¿Me quiero menos por eso? Ahí lo dejo y que cada uno piense sobre ello.
Me parece que estamos en un momento ideal para empezar a mirar más allá de nuestras narices.
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Tú eres valioso por el hecho de existir. Ya, sin más. No hace falta que razones mañana, tarde y noche dónde está tu valor… ¡lo traes de serie! Tú eres grande, muy grande.
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Pero… vaya por delante, que si no conoces cuáles son tus fortalezas, si no sabes en qué eres bueno, qué se te da bien, ni puedes ofrecerlo a la comunidad ni puedes repetirlo. Así que pon por favor tu foco en todo lo maravilloso que eres.
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Dicho esto, amplía el foco también a los demás, por favor. ¿quién necesita una llamada, una ayuda, un «ofrecerte para algo»? Basta con que pronuncies la mágica pregunta, ¿en qué te puedo ayudar?
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Valores como la generosidad, compartir, cooperar son los que han permitido que estemos hoy aquí, mirándonos el ombligo. Sí, no estaríamos aquí si no fuera por la ayuda mutua, por estar pendientes de los otros, por ser apoyo, del tipo que sea. Así que demos valor a uno de los hitos de la supervivencia: el valor de cuidar a los demás.
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Gran parte de tu bienestar se basa en tu pertenencia al grupo, en sentirte querido, valorado y aceptado. Y para que esto suceda, ya siento aguarte la fiesta, tienes que darte a los demás. Nadie quiere tener en su tribu a alguien egoísta que mira por sí mismo antes que por el grupo. Tus objetivos son maravillosos, pero los del grupo tienen que estar a la par.
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¿Estás feliz? Genial. Debes saber que la felicidad está relacionada directamente con nuestros neurotransmisores y que estos se liberan en función de las actividades y del estilo de vida que llevamos. Dar, regalar, pensar en los demás, ayudar, ser un facilitador, ofrecerte, sentir la felicidad de otros, libera neurotransmisores relacionados con nuestra propia felicidad. Sí, serotonina, dopamina, oxitocina, están vinculadas a las relaciones sociales, a la compasión, a compartir momentos de felicidad en grupo.
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Lleva un diario de pruebas de realidad. Anota en él todos los momentos bonitos, ya no felices, solo bonitos, que vives durante el día. Ahí podrás comprobar que gran parte de nuestra felicidad está en compartir. Compartir un regalo, un momento, una risa, una confidencia, invitar a alguien… Esos momentos bonitos están ligados a otros.
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Nuestra autoestima también depende de la visión que tenemos de nosotros mismos respecto a los demás. Cómo creo que me perciben, cómo interactúo con la gente, cómo me relaciono, cómo quiero ser en el grupo. Quién soy yo con los demás.
Quién eres tú con los demás y qué huella quieres dejar nos ayuda a ser más solidarios, amables, educados, serviciales. entregados. Sinceramente, yo esto lo veo como una opción maravillosa de quererse a uno mismo. A mí me gusta ser yo, Patri, pero me gusta más ser amiga, madre, compañera, pareja, compartidora de contenidos en redes… Mi vínculo con los demás da un profundo sentido a mi persona.
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