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Cómo escuchar de verdad: poniendo cabeza, corazón y atención

El lunes empiezo... a escuchar de verdad a las personas que me importan

Cómo escuchar de verdad: poniendo cabeza, corazón y atención
Patricia Ramírez el

Entre oír y escuchar hay un abismo. Oír es un ejercicio pasivo en el que recibes información auditiva. Escuchar es prestar atención. Esta es la diferencia clave. En la obra de teatro «Diez maneras de cargarte tu relación de pareja», Silvia Congost y yo hablamos de los errores más comunes cometidos en pareja. Y el más aplaudido por parte de las mujeres como error masculino tiene justo que ver con la escucha. Las mujeres tenemos la sensación de hablar, pero no de ser escuchadas. Y seguro que esto no solo pasa entre hombres y mujeres. Puede que también nos ocurra con amigos, ¿verdad? Ese amigo o amiga al que tú siempre dedicas tiempo y atención y cuando te toca hablar a ti tienes la sensación de que está pensando en lo suyo y que lo que le estás contando le importa bien poco.

Cuando nos sentimos escuchados con atención plena por parte del otro, ese momento se convierte en un momento de acogimiento, es reconfortante, es apoyo, es atención. Tienes la sensación de que alguien te está dedicando su tiempo y te sientes importante y protagonista.

Saber escuchar es una habilidad de los grandes líderes, de los buenos amigos, de las personas con las que nos sentimos a gusto. Saber escuchar puede salirnos de forma natural pero también podemos entrenarlo.

Para escuchar de verdad, poniendo cabeza, corazón y atención, necesitas:

  • Decidir si es el momento adecuado

A pesar de que nuestro deseo es el de escuchar con atención a quién nos necesita, no siempre llega en el momento oportuno. Ya sea porque tengamos algún tema nuestro que nos esté rondando en la cabeza, porque andemos justos de tiempo y no podamos pararnos en ese momento o porque emocionalmente no sea un buen momento…

Tienes todo el derecho del mundo a expresar a la persona que no es un buen momento, que desearías escuchar con atención lo que tiene que contarte, pero que por el motivo que sea ahora no puedes. Dile cuándo podría ser y emplaza a la persona a un momento más oportuno.

Si por complacer vas a escuchar mientras caminas o atiendes cualquier otro asunto, a pesar de tu voluntad por agradar no conseguirás que la persona se sienta bien, se sienta escuchada y atendida.

  • Valorar ese momento

Estás viviendo un momento especial con alguien que te va a confiar un secreto, una historia, un problema, una alegría…Es un momento que sin lugar a duda no tendrá repetición. Así que empieza por darle valor a ese momento. Estar presente incluye tomar conciencia de la importancia del ahora

  • Prestar atención plena

Nuestra capacidad de atención es muy limitada. Sinceramente, no podemos hacer dos cosas a la vez. Tenemos alrededor nuestro muchos distractores que de forma no consciente nos atrapan: la televisión, el móvil, incluso nuestros propios problemas.

Si alguien necesita hablar contigo y tienes tiempo para ello, desconecta de todo para conectar con la persona. Guarda el teléfono o dale la vuelta al móvil y así no verás qué mensajes entran en la pantalla, apaga el televisor, y dedícate solo a escuchar.

  • No juzgar 

Quien comparte contigo una preocupación, un asunto importante, necesita atención, no un juicio de valor. Esto es especialmente importante en las relaciones paternofiliales, porque nuestros hijos terminan por eliminarnos de sus fuentes de escucha cuando perciben que compartir con nosotros preocupaciones o información íntima se convierte en un motivo por el que ser juzgados.

Los amigos no suelen juzgarse, suelen darse apoyo, y en todo caso, algún consejo. Si en el momento más vulnerable, en el momento en el que te estás abriendo y estás dejando al desnudo tus errores, tus traumas, tus miedos, la persona que escucha, te juzga, te critica, se enfada, no volverás a querer hacerlo más.

Se trata de un momento delicado que también requiere de toda tu delicadeza. Si como padre o madre crees que la conversación requiere algún consejo, algún comentario sobre algo que te preocupa, más información, aplázalo a otro momento. Pero no aproveches este porque será difícil que vuelvan a confiar en ti.

  • No dar consejos no pedidos 

Un paso que va de la mano de juzgar es el de dar consejos no pedidos. Para dar consejos espera por favor a que te los pidan. Y si no fuera el caso, pregunta “¿quisieras saber qué haría yo si estuviera en tu situación?”, ¿quieres un consejo que a mí me sirvió en una situación parecida?” Cuando preguntas estás siendo atento, educado y respetuoso con la persona. De la otra manera solemos avasallar con nuestros consejos pensando que son la solución a los problemas de los demás. Y seguramente, la persona que está confiando en ti, ya conoce esos consejos. Pero su interés, más que el obtener más información de cómo solucionar su problema, es poder compartir su angustia y sus miedos. Esta tarea ya de por sí puede ser muy gratificante y sanadora.

  • Mantener el contacto ocular 

Mirar a los ojos a la persona es una forma de compromiso con el momento. La estás incluyendo en tu atención, estás transmitiendo que esa persona es importante en ese momento y que por eso estableces ese contacto ocular. La ausencia de mirada puede indicar todo lo contario, timidez, dejadez, vergüenza.

  • Sonreír

La sonrisa hace sentir gusto a la persona que habla con nosotros. De hecho, las personas que sonríe nos parecen amables, simpáticas y agradables a los ojos de los demás. La sonrisa ayuda a crear un clima de confianza y relajación en el que la persona que va a contarte algo se puede sentir más a gusto.

  • No poner cara de “qué barbaridad”, “pero ¡qué me estás contando!”

Cuida mucho tu comunicación no verbal. Puede que seas capaz de aguantarte ese consejo que estás deseando soltar. Lo tienes en la punta de la lengua y te está mordiendo por dentro. Y al final consigues controlarte. Pero es más complicado tener control con la expresión de estados emocionales a través de la comunicación no verbal.

Poner cara de horror, de preocupación, de decepción o de pena, puede trasladar más angustia o tu interlocutor. No se trata de ser un cubito de hielo y no expresar emociones, pero sí de tener un poco de control para transmitir esperanza y tranquilidad. La persona no necesita que incrementemos su angustia, todo lo contrario.

  • Preguntar “¿en qué puedo ayudarte yo?”

Y como último consejo para mejorar tu escucha activa y terminar de hacer sentir genial a la persona, pregunta en qué puedes ayudar. En lugar de dar consejos, ofrece tu ayuda.

Escuchar no es tan complicado si se sabe cómo. Solo necesitas dedicar tiempo de calidad a la persona. Un poquito de interés y respeto. Escuchar sin prejuicios. Ya verás cómo los ratos compartidos con los tuyos ganan en calidad.

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