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Cordobán, el arte en cueros

Cordobán, el arte en cueros
F. Pastrano el

Osuna, a 90 km. de Sevilla, ha sido a través de los siglos tartésica, ibérica, romana, musulmana y cristiana. Conocida, entre otras cosas, por su singular Semana Santa, se ha unido a otros siete municipios del centro de Andalucía en lo que han denominado “Caminos de Pasión”, una iniciativa turística para mostrar que, además de sus espectaculares y únicas fiestas religiosas, tienen mucho que ofrecer al visitante durante todo el año. Una de esas singularidades son el cordobán, auténtico arte en cuero.

Manuel Morillo y Alberto Delgado en su taller de Osuna. Foto: Pilar Arcos.

Aunque la palabra es de origen mozárabe y evidentemente viene de Córdoba, en Osuna se conserva y desarrolla de forma excepcional esta forma de tratar la piel. En un principio se usaba la piel gruesa de cabra para fabricar objetos de uso diario, sobrios y con pocos colores, como los zapatos y las sillas de montar. Eso era el cordobán. Poco a poco esa artesanía se fue sofisticando y derivando en un arte más “serio” y complicado, más “fino”, que llegaba hasta objetos de lujo como cobertores, paredes, cuadros, biombos, cubiertas de libros, cojines… incluso retablos de iglesias. Es lo que se llama guadamecí. Para ello se utiliza también la piel más fina de vaca y ternera, más moldeable, y que se recubre con una gama más amplia de colores, incluido los panes de oro y plata.

Tres ejemplos del guadamecí realizado en Arte2. Foto: Pilar Arcos.

El término guadamecí parece que procede de la palabra árabe wad´almasir, o de la ciudad de Ghadames, en Libia, donde este tipo de trabajos en cuero es secular.
En España se desarrolló durante la Edad Media, aunque por el elevado precio solo llegaba a las clases más pudientes, y alcanzó su mayor difusión en los siglos XVI y XVII, cuando pasaron a Iberoamérica. Su decadencia se consumó en el s.XIX con el desarrollo de la industria textil y los papeles pintados procedentes de Inglaterra y Francia.

Un ángulo de la nave del taller Arte2. Foto: Pilar Arcos.

Pero personajes como Antonio Rodríguez Hidalgo, restaurador, decorador y pintor, hombre renacentista según quienes lo conocieron, propiciaron que renaciera al fundar en 1995 en Sepúlveda (Segovia) un taller de cordobán y guadamecí en el que participaba muy activamente su mujer Marisol Barrio, y que más tarde se trasladaría a Osuna. Aquí, en el taller Arte2, lo llevan hoy sus discípulos Alberto Delgado y Manuel Morillo que luchan contra viento y marea para que no desaparezca una de las artesanías (ellos prefieren llamarlo Arte, con mayúscula, y creo que tienen razón) más interesantes de nuestro legado cultural.

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