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Misiles y control de armas

Misiles y control de armas
Jorge Cachinero el

En los años 90 del siglo pasado, las defensas antimisiles se diferenciaban entre las de naturaleza estratégica y las de carácter táctico.

Esa distinción ha dejado de existir desde que Estados Unidos (EE. UU.) decidió abandonar el Tratado sobre misiles antibalísticos o Anti-Ballistic Missile (ABM) Treaty, en inglés, y el Tratado de fuerzas nucleares de alcance intermedio o Intermediate-Range Nuclear Forces (INF)Treaty.

En el primer caso, el presidente George W. Bush anunció la retirada de EE. UU. del Tratado ABM, en junio de 2002, que había sido la piedra angular del régimen de control de armamentos, desde que fuera firmado en 1972, en Moscú, por Richard Nixon, presidente de EE. UU., y por Leonid Brezhnev, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Firma del Tratado ABM, Nixon (i), Brezhnev (d), Moscú, 26 de mayo de 1972.

Durante los últimos años de la Guerra Fría, el Tratado ABM pretendía frenar la carrera armamentística al limitar las defensas antimisiles y, por extensión, al reducir, así, la presión sobre las superpotencias del momento para que construyeran más armas nucleares.

El presidente Bush Jr. afirmó que el Tratado ABM había superado su propósito, ya que “la hostilidad que una vez llevó a nuestros dos países a mantener miles de armas nucleares en estado de alerta” había muerto junto con la Unión Soviética.

Sin embargo, tres meses después del 11 de septiembre de 2001, Bush hijo argumentó que dicho Tratado estaba impidiendo a EE. UU. protegerse contra los “terroristas” y los “Estados gamberros” o “Rogue States”, en inglés.

Los analistas estadounidenses especializados en política nuclear coinciden en que aquella retirada fue error épico, ya que el desarrollo de las defensas antimisiles de EE. UU. no han conseguido otra cosa que avivar la carrera de armamentos con Rusia y con China.

El argumento central de la decisión del presidente Bush fue que el tratado “nos impide desarrollar defensas eficaces“.

El presidente Bush se equivocó, dado que el problema de las defensas antimisiles no surgía del Tratado ABM, sino, de la física y de la ingeniería porque una defensa antimisiles completamente impermeable no existe y los estadounidenses tienen probado que el índice de éxito de la suya es de 11 intercepciones por cada 19 misiles entrantes.

Con esos porcentajes, un equipo de baloncesto europeo podría clasificarse para los cuartos de final de la Euroleague, aunque EE. UU. no podría arriesgarse a hacer frente a un intercambio de misiles estratégicos, cargados con ojivas nucleares, con Rusia.

Aún peor, en una confrontación en el mundo real, el rendimiento de un sistema antimisiles sería, con toda probabilidad, mucho más bajo porque las pruebas no tienen en cuenta el factor sorpresa.

Por otra parte, Mark T. Esper, secretario de Defensa estadounidense, anunció la salida oficial de EE. UU. del Tratado INF, en agosto de 2019, un acuerdo que había sido firmado, en diciembre de 1987, en Washington, D.C., entre Ronald Reagan, presidente de EE. UU., y Mikhael Gorbachev, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Firma del Tratado INF, Gorbachev (i), Reagan (d), Washington, D.C., 8 de diciembre de 1987.

El Tratado INF limitaba a ambas naciones el despliegue de misiles balísticos terrestres de “corto alcance” y de “alcance intermedio, es decir, de entre 500 km. y 5.000 km., y prohibía, asimismo, la posesión o la producción de lanzadores terrestres de esos misiles, tanto si portaban ojivas nucleares como convencionales.

Según el comunicado que se hizo público y que recogía afirmaciones de Esper, “Rusia no ha cumplido con sus obligaciones” y “(e)sta retirada es el resultado directo de las violaciones sostenidas y repetidas del tratado por parte de Rusia durante muchos años y múltiples gobiernos y presidentes“.

En los últimos años, los misiles se han convertido, tras la desaparición de los Tratados ABM e INF, en aceleradores de la carrera armamentística debido a su naturaleza desestabilizadora.

El desarrollo de nuevas capacidades en misiles por los países provoca la necesaria reacción de sus vecinos, de sus rivales o de sus adversarios para progresar en sus propios sistemas antimisiles y antiaéreos.

En general, los poseedores de tecnología de misiles provocan que otros países reaccionen y escalen sus sistemas de defensa, ya que aquella y la tecnología antimisiles están ligadas íntimamente.

De forma adicional, los sistemas de misiles y los sistemas antimisiles tienen un efecto multiplicador sobre el crecimiento de una serie de tecnologías a las que están directamente asociados, como son:

  • los sensores espaciales,
  • las nuevas tecnologías de defensa frente a misiles,
  • la guerra electromagnética por láser,
  • la inteligencia artificial (IA),
  • los nuevos sistemas de misiles hipersónicos o
  • los vehículos aéreos no tripulados (VANT), vulgarmente conocidos como drones.
VANT armado iraní Mohajer-6.

Además, los sistemas de defensa antimisiles no han encontrado todavía la forma de hacer frente, por ejemplo, a los nuevos sistemas de misiles, en particular, los hipersónicos, como están demostrando las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa en el teatro de operaciones de Ucrania.

Sin el Tratado ABM y sin el Tratado INF:

  • el balance benéfico de la ecuación mágica disuasión-distensión ha desaparecido,
  • el concepto del control de armamentos está en serio peligro de desaparición y
  • todos los servicios aeroespaciales están convergiendo y se están fusionando en una sola disciplina nueva que dificultará distinguir unos sistemas de otros en el futuro.

La desaparición de ambos tratados ha disparado la carrera de armas, de sistemas y de medidas de protección frente a los mismos.

 

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