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Erdogan en el laberinto sirio

Erdogan en el laberinto sirio
Estambul, 8 de diciembre de 2024.
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 10 de marzo de 2025, p. 32.

Turquía es el jugador dominante en la Siria actual.

Ankara comenzó a financiar al grupo yihadista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) en otoño de 2024 y nunca pudo imaginar que éste tomaría el poder en Damasco dos meses después.

Abu Mohammed al-Golani (i), su nombre de guerra, lugar desconocido, 2016, Ahmed al-Shara (d), su nombre real, una vez se encomendó a los consejos del estilista de Zelensky, tras haber tomado el poder en Damasco, diciembre de 2024.

La apuesta de Erdogan de apoyar al HTS le ha generado un retorno inimaginable, a pesar de que fue una decisión cuestionada dentro de Turquía.

Turquía ha costeado a todos los grupos enfrentados al gobierno de Bashar al-Assad, desde que Erdogan concluyó que éste no emprendería reformas que ayudaran a estabilizar la situación política interna en Siria.

HTS está agradecido a Erdogan y Turquía quiere cobrárselo, ya que, si bien, su interés inicial era sólo por la Siria septentrional ocupada por los kurdos, ahora quiere controlar todo el país.

Erdogan desea un acuerdo militar con el nuevo presidente de Siria, Ahmed al-Shara, cuya primera visita oficial fue a Ankara y no, a Riad, como se esperaba, dado que al-Shara es saudí.

Al-Shara (i), tras despedir al estilista de Zelensky y pasar por la planta de caballeros de Bloomingdale’s, Erdogan (d), Ankara, 4 de febrero de 2025.

Erdogan está dispuesto a ayudar a que HTS se haga con todo el país, gracias a las armas y el entrenamiento militar que las Fuerzas Armadas de Turquía le presten y al permiso que al-Shara conceda a éstas para construir bases militares turcas en Siria.

Turquía tiene planes ambiciosos en Siria.

Erdogan quiere trazar rutas de energía y de comercio que lleguen desde Siria hasta Turquía.

El reto para cumplir con este propósito es acabar con la influencia de Rusia y de Irán en Siria.

El golpe para Irán por la caída de Assad ha sido muy importante, aunque, si el gobierno de Damasco no impidiera otra guerra civil, las opciones de Teherán para recuperar posiciones en Siria aumentarían con el caos.

Turquía va a tener más difícil sacar a Rusia de Siria, dado que al-Shara ya le ha prometido a Moscú que respetará sus bases de Tartús, naval, y de Khmeimim, aérea.

Las alternativas de Moscú son el acuerdo firmado con el gobierno de Somalia para construir una base naval en la costa del Mar Rojo o trasladar sus activos militares en Siria al este de Libia, bajo control de la facción de Khalifa Haftar, que cuenta con apoyo ruso.

Ankara quiere incrementar su presencia militar en Siria para hacer frente a los grupos kurdos que allí operan, dado que los considera una amenaza existencial para su seguridad nacional.

El kurdo es un pueblo sin Estado, de 35 a 40 millones de personas, que ocupan territorios de cuatro países, Turquía, Irán, Iraq y Siria.

En este último fueron perseguidos por Assad hasta que éste les prometió autonomía a cambio de que lucharan contra el Estado Islámico (EI) durante la guerra civil siria.

Los kurdos sirvieron bien a Damasco en el campo de batalla y se reforzaron en el noreste de Siria, donde se creó el grupo de las Fuerzas Democráticas de Siria con el apoyo de unos 2.000 soldados de Estados Unidos (EE. UU.).

El presidente Donald J. Trump quiere sacar a las tropas estadounidenses de Siria, país a la que describió, en 2019, como “desierto y muerte”.

Al-Shara quiere crear un régimen político centralizado e intentará suprimir la autonomía de los kurdos, quienes desconfían del nuevo gobierno de Damasco.

El conflicto que Turquía mantiene con el pueblo kurdo tiene dos siglos de historia, cobró notoriedad a partir de la Guerra de Independencia Turca, de 1919 a 1923, y, en la actualidad, entre 10 y 15 millones de kurdos viven en Turquía, es decir, un 18% de su población.

La presencia del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (Partia Karkeren Kurdistan o PKK, en kurdo) en Siria es una preocupación para Ankara, dado que, dentro de Turquía, donde opera, es considerado una organización terrorista.

A pesar de ello, Erdogan necesita el apoyo de los kurdos para modificar la Constitución y presentarse por tercera vez a las elecciones presidenciales.

El presidente turco abrió la comunicación con el PKK, cuyo antiguo líder carismático, Ocalan, está encarcelado en Turquía desde 1999, con el resultado de que éste, el 27 de febrero pasado, pidió a los militantes de su anterior grupo que depusieran las armas contra el Estado turco.

Israel en Siria, enero de 2025.

Israel desearía que la presencia de las tropas estadounidenses y de los guerrilleros kurdos se mantuviera en el nordeste de Siria como fuerza de disuasión frente al EI, a Irán y a Turquía.

Asimismo, Netanyahu, primer ministro de Israel, pidió a DJT que incorpore a las conversaciones con Rusia la petición de que ésta mantenga sus bases en suelo sirio para que hagan de contrapeso a la proyección de fuerza que Turquía quiere acometer en Siria.

Jerusalén mantiene la interlocución con Ankara porque no puede permitir que Siria vuelva a convertirse en un pasillo para el suministro de armas iraníes a Hizbulá en el Líbano y le preocupa que las bases turcas limiten su capacidad de movimientos en ese país.

Las relaciones entre Israel y Turquía no pasan por su mejor momento, ya que, desde el 7 de octubre de 2023 y el comienzo de la guerra en Gaza, Erdogan está apalancado en torno a un discurso de apoyo hacia Hamás y muy duro contra el Estado de Israel.

Los países árabes moderados del Golfo, el Reino de Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, observan con preocupación los movimientos de Turquía en Siria.

Erdogan debería preguntarse si está exponiendo a Turquía a un entorno de vulnerabilidad ante otros jugadores regionales y globales por cubrir sus ambiciones personales.

 

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