Cada vez hay más cosas que hacemos a la vez, desde las que no deberíamos como mirar el móvil al conducir, hasta comer mientras vemos la tele, contestamos mails y revisamos Instagram. Es tan delirante que hacer ejercicio escuchando música con tus auriculares para hacer de ese momento algo más íntimo, más protegido de cualquier distracción, nos resulta casi un momento de meditación. Solo por este motivo, puede que ya merezca la pena, pero más allá de que la música pueda ser gasolina para tu espíritu, o que no tengas otro rato para escuchar sin interrupciones el disco de tu artista preferido; hoy vamos a analizar la capacidad de la música para convertirla en un elemento más para sacar lo máximo de ti en tu entrenamiento.
Que levante la mano quien no haya tenido un brote de emoción épica con la banda sonora de Rocky. Seguro que por unos segundos te has imaginado corriendo con una zancada digna de campeón, la calle desierta, los que corren a tu alrededor realmente te siguen y jalean dándote ánimos porque saben que vas a «romper» la escalinata que tienes frente a ti. Invencible. Inagotable. Hasta que se acaba la canción y salta gracias a esa función de «reproducción aleatoria», una maravillosa balada ñoña que te interrumpe tu momento de gloria y te das cuenta de que estás al borde del paro cardíaco y que los pensabas que te seguían enfervorecidos, realmente te miran preocupados porque no saben si te va a dar un «tarantantán».
Escuchar la banda sonora de Rocky y sentirse invencible están íntimamente ligados.
La música más allá de las coreografías y el relax
Actualmente hay un sinfín de clases colectivas en las que la música juega un papel casi tan importante como la actividad en si misma. No es raro escuchar a personas que salen descontentas de una clase porque la música no les ha gustado. Hay que tener en cuenta que la música en este contexto no tiene una finalidad de agradar, sino de ayudar a la hora de obtener un rendimiento concreto. Puedes ser fan de Leonard Cohen y encontrar en su música un remanso de paz interior, pero igual es Metallica lo que necesitas para sacar más de tu entrenamiento si estás haciendo sprints cortos y explosivos. Tu lista de reproducción tiene que tener un sentido estrechamente ligado a lo que vas a demandar a tu cuerpo, de otro modo, lejos de ayudar, puede ser una barrera invisible que te está perjudicando.
¿Cómo afecta la música realmente?
The Sport Journal publicó hace ya unos años un interesante artículo donde repasaba los aspectos en los que científicamente la música jugaba un papel relevante para la preparación física de un deportista, encontrando cinco puntos clave: disociación, control de la intensidad, sincronización, adquisición de habilidades motoras y fluidez.
- Disociación: en esfuerzos submáximos, la música puede ayudarnos a distraer nuestra mente evitando la sensación de fatiga y de esfuerzo percibido. Se produce un refuerzo de las emociones ligadas a vigor y felicidad, dejando de lado la tristeza, la angustia o el enfado (con la música adecuada, claro). Estos beneficios desaparecen cuando se llega a esfuerzos superiores al 85% de tu capacidad máxima, dado que tu cerebro ya empezará a enviar una señal de mayor intensidad que cualquier música que puedas estar escuchando. Aun en este caso, la música podría reducir la percepción general de esfuerzo realizado en la sesión de entrenamiento.
- Control de la intensidad: la música tiene capacidad para influir en tu activación emocional, por lo que es un poderoso estimulante que puede utilizarse como regulador/potenciador de la actividad que vamos a realizar. Puede ayudar a prepararte para un estado mental previo a un entrenamiento o, por el contrario, acelerar tu capacidad para volver a la calma tras un esfuerzo importante. Esto no es tan sencillo como elegir algo movidito si voy a correr y suave si voy a estirar. La atleta Kelly Holmes, campeona olímpica de 800 y 1.500 metros en Atenas 2004, utilizaba como parte de su rutina previa a las pruebas la escucha de baladas de Alicia Keys, algo que aparentemente «no pega». La razón estriba en que, mientras los procesos psicológicos automáticos tienden a corresponderse con la parte rítmica de la música, sin embargo las letras o las asociaciones personales externas a la melodía en si misma, son las que tienen mayor efecto en las emociones. Normalmente el estado que excitación o relax que provoca la música va asociado a tu tempo, pero no es necesariamente así.
- Sincronización: posiblemente el valor más testado de la música. En repetidos estudios se ha demostrado las mejoras en el rendimiento cuando se utiliza la música de manera sincronizada a movimientos repetitivos prolongados en el tiempo, como correr, por ejemplo, pero también es aplicable al ciclismo, remo, esquí de fondo, etc. Más allá de las sensaciones, un estudio testó en un grupo de ciclistas un mismo entrenamiento con dos músicas de fondo, una de ellas rítmicamente sincronizada con su pedaleo, la otra completamente arrítmica. El consumo de oxígeno del primer grupo fue un 7% inferior. Si os suena a chorrada evidente, el corredor etíope Haile Gebrselassie, uno de los mejores atletas de todos los tiempos, es famoso por pulverizar récords del mundo corriendo al ritmo del famoso “scatman”. Él seleccionó esta canción porque su tempo encajaba perfectamente con su cadencia de zancada, factor determinante para un corredor de resistencia.
- Adquisición de habilidades motoras: echando una mirada a tus días de colegio o incluso de guardería, seguro que recuerdas que en las primeras clases de educación física, era bastante normal acompañar determinados juegos o retos de coordinación con música. La explicación de por qué la música ayuda a la adquisición de habilidades motoras reside en que, primero, una ejecución técnica visualmente sincronizada con la música, ayuda a reforzar patrones de movimiento correctos que con el tiempo se reproducen de manera automática. Y segundo, la música consigue que el proceso de aprendizaje sea más divertido, incrementando la motivación de las personas para perfeccionar su técnica.
- Fluidez: una de las mayores virtudes de un deportista es la de ejecutar algo realmente complicado con tal fluidez que parece sencillo. Está demostrado que el uso de la música y de la imaginación activa, tienen un efecto muy importante en la preparación mental del atleta para conseguir esa aparente naturalidad con la que hacen cosas muy difíciles.
Simone Biles en un ejemplo de lo que podría entenderse como la máxima expresión de todos los puntos que hemos repasado. Sin palabras.
Queda claro que la música puede ser nuestra aliada cuando hacemos ejercicio, pero si prestas atención a tus zapatillas, a tu ropa, a tu dieta o a tu planificación deportiva ¿por qué no dedicar algo de atención a la música que vas a utilizar? Hacerse una lista de reproducción es de lo más simple que puede haber, te llevará muy poco tiempo y los resultados, sin ser milagrosos, merecen la pena. Que la fuerza te acompañe.
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