Lo que a continuación se expone es aplicable a entrenadores y entrenadoras, esta matización hace que escribir resulte tedioso si hay que incluirla en cada frase de un artículo, así que ya queda aclarado, también porque en este sentido haré una diferenciación puntual muy concreta más adelante.
Conviene decir que hay grandes entrenadores personales, pero no es cuestión de títulos. Es una profesión que requiere eso que se suele llamar (o antes al menos así era) ‘oficio’: una combinación de experiencia , conocimientos, sentido comercial y unas buenas dosis de psicología.
Lamentablemente, también es un campo al que muchas personas saltan de cualquier manera. A veces es un trabajo de verano, una actividad a tiempo parcial con la que sacarse un ingresillo extra, o una vía de escape que alguien pensó que le alejaría de las oficinas y acercaría a los parques y jardines. Gracias a todas estas circunstancias tenemos una tormenta perfecta en la que se mezclan profesionales muy válidos con otros poco cualificados. Entre los primeros no es raro que aparezca la sensación de estar bastante poco valorados y acaban dejándose llevar por el tedio. Esto último te puede sonar, te dediques a lo que te dediques.
Grandes ‘pecados’ de los entrenadores personales
Nadie es perfecto, pero está claro que todos deberíamos saber dónde están las líneas rojas. Si identificas en tu entrenador personal cualquiera de los siguientes puntos, te sugiero que busques una alternativa más profesional:
- Mismas rutinas para todo el mundo
Si pasas suficiente tiempo en un mismo gimnasio y observas un poco seguramente notarás un patrón con algunos entrenadores: todos sus clientes reciben el mismo programa. Los mismos calentamientos, los mismos ejercicios, las mismas series y repeticiones. Da igual que sea una mujer de treinta años que acaba de tener un bebé que una de setenta años que solo intenta mantenerse ágil. ¿Un chico de veinte años que quiere parecerse a Thor? ¿Un obeso con ganas de adelgazar? Da igual. Para todos lo mismo.
Claro que hay puntos en común en todos los buenos planes de entrenamiento. Pero determinados enfoques funcionan mejor en un caso que en otro. Algo que pueden llegar a ser peligroso para una persona mayor, igual es fundamental para alguien que aspira a competir en cualquier deporte. Dentro de este pasotismo, hay un tope de gama, y os juro que es real. No es otro que el entrenador que pregunta “hoy qué te apetece hacer”. Es decir, ni tienen un plan, ni tienen interés, ni tienen ganas. Puede que tampoco ni puñetera idea.
- Ignorar a los clientes
También lo habrás visto. Entrenadores que ponen una rutina, dan cuatro indicaciones y desconectan mentalmente, o se ponen a hablar por teléfono, o a revisar sus redes sociales. Ojo, también es desconectar el ponerse a hablar a sus clientes de sus vacaciones en la playa mientras están luchando por acabar una serie. También es una desvinculación con el cliente ocupar una parte importante de la hora de clase montándoles en una bici estática y largándote a hacer cualquier cosa. Los hay que se ponen a comer mientras su cliente se ejercita. Por supuesto que hay que ser agradables, pero todo entrenador debe saber en qué momento hay que activar el interruptor de la exigencia.
- ¿No te parezco irresistible?
Aquí la imbecilidad está mal repartida y suele tener una incidencia más alta en los hombres. Es mejor que no creas que te puedes acostar con todos tus clientes, de hecho es mejor no hacerlo, especialmente con los casados. No vamos a negar que a veces el amor florece entre un entrenador y un cliente, pero no suele ocurrir en el caso de los malos entrenadores. Aunque suene a chiste hay personajes que se hacen pasar por entrenadores como método infalible para intimar con otras personas. No hace falta explicar el interés que tienen estos perfiles por tu salud o el progreso de tu rendimiento.
- Consejos vendo que para mí no tengo
Una cosa es creer que para ser un buen entrenador tengas que tener un físico digno de modelo fitness, pero otra es que a un entrenador se le vea claramente ‘abandonado’. Digamos que es necesario un mínimo de presencia y una adecuación de lo que haces a lo que predicas. Así de simple.
- Poner en práctica aquello que esté de moda
Hay un hecho bastante complicado para un entrenador y es que lo básico, lo que está probado que funciona, suele parecer aburrido. Esto puede llevar a poner en práctica métodos de lo más raro, aparatoso o de moda para atraer clientes. Te vas a hacer notar mucho menos si en un rincón pones a tu cliente a hacer sentadillas con peso libre trabajando en la calidad y amplitud del movimiento, que tirando objetos raros que llevan agua dentro mientras estamos subidos en un bosu dando gritos. Hay cierto peligro en que un mal entrenador acabe siendo una cheerleader, un animador que hace pasar un rato divertido a sus clientes sacrificando la eficiencia.
- No hablar de la dieta o, por el contrario, ir de nutricionista sin serlo
Un entrenador debe inculcar en las personas la importancia de comer bien, de hecho deberían sugerirles que contraten a un nutricionista. Aquí hay un tema delicado y es el del intrusismo profesional. Hablemos claro, para decir a una persona obesa que deje de comer pizza a diario no hace falta ser nutricionista. Para aconsejar a una persona sedentaria que debe hacer ejercicio, no hace falta estudiar INEF. Un entrenador no es un nutricionista (salvo que se haya formado en ello), pero si practica lo que predica estará cuidando su alimentación. Debería tener conocimientos suficientes para indicar un camino básico a su cliente. Y debe hacerlo. Otro tema es que le ponga un plan de alimentación concreto. A los nutricionistas de piel fina también hay que decirles que son nutricionistas, no profesionales de la actividad física… también a ellos y ellas se les podría tachar de intrusismo profesional si recomiendan un cantidad de ejercicio semanal a un cliente si todos nos ponemos dignos. No hay que volverse locos. Si tu entrenador pasa más tiempo hablándote de suplementos que de entrenamiento, o quiere que entres a formar parte de un fantástico proyecto de marketing multinivel… sal corriendo.
- Ya lo sé todo
Algunos entrenadores básicamente dejan de estudiar y formarse el día que se sacan la titulación o el curso que les permite trabajar donde quiera que lo hagan. Su nivel de conocimiento sobre entrenamiento físico alcanzó su punto máximo cuando tenían 20 años. Cuestionar tu conocimiento y saber explicar a un cliente qué estás haciendo cuando te hace una pregunta tan simple como “por qué”, es mucho más importante de lo que podemos llegar a pensar. Por supuesto, a algunos clientes les importa un bledo por qué hacen esto o aquello, para eso contratan a un entrenador, pero este perfil de cliente no debe cegar al entrenador.
Detectar claramente alguno de estos siete pecados capitales debería ser motivo suficiente para ponernos en alerta y, como mínimo, valorar otras opciones. Hay muchos profesionales cualificados y dedicados a sus clientes que merecen tu dinero mucho más. La exigencia del cliente no debería quedarse en la valoración del producto que contrata, sino también en su proceso de elección del profesional. Piensa bien en manos de quién te pones, y que la fuerza te acompañe.
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