Estamos acostumbrados a ver en las peliculas norteamericanas que al terminar el colegio, los jóvenes eligen universidad en otro estado, para vivir en un campus compartiendo la experiencia de su mayoría de edad con otros estudiantes. Podría parecer algo exclusivo de familias acomodadas, pero ya desde el instituto, muchos chicos trabajan fuera de horario para ahorrar el sueldo o recurren a créditos bancarios que devolverán con sus primeros años de salario (lo que les empuja a esforzarse más en la universidad y conseguir un empleo mejor remunerado). Y no solo sucede en Estados Unidos; en muchos países del norte de europa es poco frecuente que los hijos sigan viviendo con sus padres más allá de los veinte.
Esto difiere totalmente de los países del norte de África, donde tradicionalmente las casas se van ampliando para acoger a las nuevas familias que se crean cuando los vástagos se casan.
Supongo que culturalmente los españoles estamos en el medio. Se viene culpando a la reciente crisis de que los hijos permanezcan años en el hogar familiar, pero lo cierto es que muchos jóvenes se refugian en la comodidad del “todo incluído” sin más ambición que salir con los amigos, comprarse trapos en Zara o regalarse un viaje mochilero de vez en cuando. Comida caliente y rica, servicio de lavandería, cómoda cama, todo costeado por papi/mami.
Una amiga me dice que no le importa que su hijo estudiante de 24 años salga de juerga y trasnoche; lo que lleva fatal es cruzárselo en la puerta a las ocho de la mañana, reptando hacia su cuarto con unas copas encima cuando ella sale arreglada y con la casa recogida para ir a trabajar.
No quito valor a la familia, que constituye un pilar fundamental de la sociedad, pero creo que los pajaritos deben aprender a volar y dejar el nido cuando toca. Si no, se convierten en cucos.
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