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El mal jefe (o cómo destruir la motivación de tus empleados)

El mal jefe (o cómo destruir la motivación de tus empleados)
Maria C. Orellana el

 

Disfrutando en una terraza del veranillo que nos regala el inicio de octubre (sin hablar de los políticos, cuestión que ya nos empalaga), una amiga cuenta cómo recibió con alivio el anuncio de despido de su empresa. Se sentía prisionera, cada idea que aportaba era desestimada, cada paso que daba por fuera del criterio marcado en su organización era castigado. Su jefe remarcaba continuamente sus errores, recriminándole que no remaba con todos, que no creía en la empresa, hasta que su relación había llegado a ser insoportable.

Ahora está empezando un nuevo proyecto donde está todo por hacer y ella y sus compañeros aportan ideas, se equivocan, rehacen los planes y trabajan felices y motivados. Admira y respeta a su nuevo jefe, a quien considera no solo brillante sino íntegro.

Después de oír esta historia de jefes con final feliz, hago una lista de las cosas que puede hacer un jefe para destruir la motivación de sus empleados:

Ejercer el micromanagement, focalizarse sólo en sus errores.

Descartar sistemáticamente sus ideas.

Hacer falsas promesas o no cumplir con los compromisos adquiridos con ellos.

Obligarles cumplir procedimientos laboriosos e inútiles, reportings reduntantes, reuniones vacías y fuera de hora, detallados planes que nunca se seguirán…

Pedir trabajos con plazos imposibles, o cambiar continuamente de criterio en el trabajo encomendado

Evaluarles injusta o sesgadamente, sin atender a los datos objetivos.

El primer trabajo de mi marido fue en una consultora renombrada donde se aplicaba el mayor grado de exigencia y la carrera profesional de los empleados se basaba en el principio de Up or Out. Antes de cumplir los treinta dirigió un proyecto complejo, en el que él y su equipo trabajaron sin descanso noches y fines de semana durante meses. El proyecto acabó con éxito en las fechas previstas y el cliente le felicitó por escrito, con copia al gerente. Llegado el momento de su evaluación anual, éste le negó la calificación de Outstanding: sus resultados habían sido excepcionales, pero si le otorgaba la máxima valoración, corría el riesgo de confiarse y bajar su rendimiento.

Mi marido siguió trabajando con compromiso, pero desde aquel día empezó a estar atento a otras oportunidades y finalmente dejó la compañía.

 

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