La acepción segunda de la palabra “naturalidad” que fija el Diccionario de la RAE es “espontaneidad y sencillez en el trato y modo de proceder”. Pues bien, en mi opinión, en el programa “En tu casa o la mía” de la 1 de TVE, Bertín Osborne y Mariano Rajoy derrocharon naturalidad.
Bertín Osborne ha venido haciendo gala de importantes dosis de naturalidad desde su primer programa con Pablo Alborán. Y no hay que descartar que sea precisamente esta cualidad, junto con el clima de confianza con que envuelve a los entrevistados, los ingredientes con los que consigue que aquéllos se muestren tal como son, y que abran de par en par los diques de su corazón para hacer saber a los espectadores circunstancias hasta entonces desconocidas de su vida.
Hasta ahora los entrevistados, todos ellos personas notoriamente conocidas, han respondido, a su vez, con espontaneidad y sencillez tanto en el trato como en el modo de proceder, a las exigencias del entrevistador: a las preguntas –alguna sobre temas muy personales como las relacionadas con los progenitores- y a las otras actividades complementarias como cocinar o almorzar en pareja. Pero, si se me permite, era lo que se esperaba de ellos. Y es que, como acabo de decir, eran personas muy conocidas y todas dedicadas a actividades que generan simpatía entre los ciudadanos (cantantes, toreros, etc.).
De los que no se esperaba casi nada era de los políticos, los más expuestos en el escaparate de los medios (salen a diario y varias veces en ellos) y, sin embargo, los menos conocidos.
Pues bien, Mariano Rajoy –voy a referirme solo a él- ha sido una agradable sorpresa a la que se refiere hoy en su notable columna de ABC Luis Ventoso con el significativo título de “El Bertinazo”. Este excelente periodista escribe “Rajoy aterrizó en el sofá …y se transformó en Mariano, al que resultó que los españoles no conocían”. Añade “Hablando se mostró como un señor tolerante, dueño de un sentido del humor zumbón y atlántico, que muchas veces no se entienden en una España donde el patrón del gracejo es el meridional y no la zorruna ironía gallega”. Y concluye “Sobre todo se percibió que está vacunado contra el virus que tan empalagosos vuelve a nuestros jóvenes teleprofetas: el egotismo, el enorme súper yo”.
Pero tal vez lo más significativo fue que casi al final de la entrevista Bertín le espetó: hemos estado hablando casi una hora y media y usted Presidente no ha hablado mal de ningún político de la oposición. Me atrevo a asegurar que esa fue una muestra más de su naturalidad. Y es que para reafirmarse Mariano no necesita estar refiriéndose constantemente y en términos peyorativos a sus adversarios políticos.
El Presidente es como se mostró en el programa. Aunque a muchos pueda pesarles, él es quien detuvo nuestra caída cuando nos despeñábamos vertiginosamente por el precipicio de la intervención, y es el que ha conseguido que volvamos a caminar confiadamente por la superficie. Pero Mariano le debe a Bertín que los millones de españoles que siguieron su programa hayan podido conocer cómo es y las manos en las que hemos estado hasta ahora.
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