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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El capitán no tiene quien le coma el rancho

José Manuel Otero Lastres el

Una de las muchas habilidades que poseía el genial García Márquez era la de titular con gran acierto y expresividad sus novelas. “Cien años de soledad”, “El amor en los tiempos del cólera”, “Crónica de una muerte anunciada” o “El coronel no tiene quien le escriba” son títulos tan afortunados que, literalmente o adaptados, se repiten una y otra vez por numerosos comunicadores para rotular sus crónicas.

Por otra parte, es muy conocida la frase “hoy no como el rancho para que se fastidie el capitán” que viene a llamar la atención sobre el sinsentido que supone que uno tome una medida negativa que solo le afecta a él (dejar de comer el rancho) con la finalidad de fastidiar a otro (el capitán) al que nada le importa que aquél se quede sin comer.  

Pues bien, sirviéndome del título de “El coronel no tiene quien le escriba” y de la irracional medida de no comer el rancho para que se fastidie el capitán, me propongo subrayar el poco acierto que supone votar contra alguien en lugar de a favor de la mejor propuesta.

En efecto, hoy se ha convertido en un lugar común afirmar que la ciudadanía del primer mundo está profundamente irritada porque la crisis económica reciente ha rebajado –y en algunos casos sensiblemente- su nivel de bienestar. Hasta tal punto es esto cierto que no son pocos los analistas políticos que achacan a ese estado de cabreo el crecimiento inesperado de los populismos e incluso los resultados de ciertas consultas a la ciudanía, como el Brexit, el referéndum colombiano sobre la paz con las FARC o la elección de Trump.

Hasta ahora el acceso de los movimientos populistas al poder, cosa que ha sido posible –y conviene no olvidarlo- por el descontento generado en la ciudadanía por el modo de gobernar de las clases políticas tradicionales, no solo no parece haber resuelto los problemas del pueblo, sino que en algunos casos le ha generado a éste mayores sufrimientos. Piénsese, por ejemplo, en Venezuela y Grecia. La primera soporta una dictadura encubierta con gravísimas restricciones de los derechos humanos y una angustiosa escasez de los artículos de primera necesidad y los medicamentos. Y en la segunda se ha evaporado, sin llegar a nacer, el paraíso prometido por Txipras y Siriza, con imágenes tan imborrables como la de un pensionista llorando ante una oficina bancaria porque no podía cobrar su pensión.

Pero el populismo no solo no ha desparecido sino que, en lo que a España se refiere, parecer ser el modelo que sirve de guía a la izquierda. Y no solo a la izquierda radical, sino incluso a un sector de la izquierda constitucionalista, concretamente del PSOE, que no descubre otra salida a la crisis de modelo que sufre el partido que aproximarse al populismo.

Se avecinan tiempos en los que una parte de los ciudadanos van a ser llamados para dirimir con su voto el destino del partido al que pertenecen. Y todo parece indicar que habrá alguna oferta “impulsivamente atractiva” para los militantes enojados. Aunque el voto secreto permitirá optar por cualquier oferta, incluso la más irracional, convendría que los votantes eligieran con sentido para que el capitán no tenga muchos que no quieran comer el rancho para fastidiarlo.

  

 

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