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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El 28 de abril hay que votar pensando en la investidura de presidente

La determinación del voto debe tener en cuenta el partido y sus pactos de gobierno

José Manuel Otero Lastres el

En La Voz de Galicia del pasado 14 de febrero, escribía Xosé Luis Barreiro, con su habitual perspicacia, un artículo opinión titulado “El colapso de la mayoría Frankenstein” en el que decía que le parecía “ridículo y esperpéntico” ver a Sánchez enterándose ahora de que” la moción de censura fue una manipulación del independentismo, para poner al Estado en evidencia, y para demostrar que la política española va camino de la pura payasada”. Comparto plenamente su tesis, y es que viendo cómo acabó esta legislatura “ochomesina”, todo parece indicar que a los independentistas lo que más les interesaba era ridiculizar al Estado español en su estrategia de debilitamiento y desprestigio. Por fortuna, Sánchez ha dado por finalizado este período oscuro y ha convocado nuevas elecciones generales por lo que ha puesto en nuestras manos la decisión de la España futura que queremos.

Pues bien, esta lumbrera política que es Sánchez acaba de iniciar la precampaña política afirmando que el 28 de abril habrá que optar entre dos modelos de  España: la que “avanza” y es “luminosa”, frente a la que “retrocede” y está pintada “en blanco y negro”. Suponiendo que la España que avanza sea la que propugna el PSOE, lo que ha silenciado el poético líder socialista es que hacia donde avanza su España “alegre y despilfarradora” es hacia el precipicio del endeudamiento y del rescate económico. Por eso, dada la acreditada frivolidad con que Sánchez encara los problemas generales, los españoles deberíamos optar por lo que él llama “retroceder” y que consiste simplemente en detenernos para no despeñarnos por el abismo al que nos aboca el modelo del “cigarra” Sánchez. Y en lo de pintar España en blanco y negro, si el blanco y negro es la austeridad y la luminosidad el despilfarro, no nos queda más remedio que optar por aquélla para que nos cuadren las cuentas.  ¡Ya me gustaría que España fuese el Estado más rico del mundo para que nadie careciese de lo indispensable! Pero tenemos lo que tenemos y no es prudente gastar más de lo que ingresamos.

Por lo hasta aquí dicho, el 28 de abril hay que pensar más que nunca a quién vamos a dar nuestro voto. Y es que el sufragio para la elección de los diputados del Congreso, acto político por excelencia, tiene por objeto que cada ciudadano pueda elegir al partido que mejor represente su voluntad en orden a la gestión de los intereses generales.

Es verdad que tal y como está concebido en la Constitución, el derecho de voto parece tener un sentido positivo o de utilidad, o si se prefiere, de responsabilidad, en la medida en que se trata de que cada elector escoja la formación mejor preparada para ejecutar el programa que más se aproxima a su manera de concebir la actuación política. Sin embargo, el hecho de que el sufragio sea libre permite al votante adoptar la postura que desee, incluida la más irresponsable; y el que sea secreto hace posible la verdadera libertad de decisión, hasta la más descabellada, ya que nadie que no queramos sabrá el sentido de nuestro voto ni tenemos que dar explicación alguna al respecto.

La ciudadanía debe tener presente, sin embargo, que en la convocatoria del 28 de abril nos vamos a encontrar con una dificultad añadida. Y es que, arrumbado, al menos de momento, el bipartidismo, y asentadas ya cinco formaciones políticas de ámbito nacional, todo parece indicar que ningún partido va a conseguir la mayoría suficiente para gobernar en solitario.

Lo cual significa que quien resulte investido presidente tendrá que contar con los votos de otros partidos. Y por aquí surge el problema, porque hasta ahora en el voto de los ciudadanos a un determinado partido no iba implícita la autorización incondicional para que pudiera gobernar con cualesquiera otras formaciones. Cosa que, en cambio, sucede si un partido apoya con sus escaños la investidura de un líder al que no votaron sus electores.

Por todo lo que antecede, creo que es un rasgo de honradez política que los partidos aclaren públicamente las formaciones con las que pactarán y con cuáles no, para que los ciudadanos sepamos por anticipado a dónde puede ir a parar nuestro voto en el caso de que no sea el líder de nuestro partido el encargo de formar gobierno.

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