Hay una época en la vida en la que las palabras por sí solas son capaces de enardecer el espíritu. Coincide, por lo general, con el período que precede inmediatamente a la madurez, denominado juventud. Como es una etapa por la que pasamos todos los que entramos en la edad adulta, podemos decir de ella lo que queramos: desde considerarla maravillosa hasta ver en ella un período lleno de carencias en vías de completarse.
No creo equivocarme demasiado si afirmo que es una etapa vital en la que aún no está muy desarrollado el espíritu crítico. Con esto quiero decir que importa más el “que”, que el “como”. Esto era lo que latía en el fondo de aquella fase del “mayo” del 68 francés: “pedid lo imposible”.
Viene esto a cuento porque acabo de ver en La Voz de Galicia un anuncio de una compañía energética que contrapone un dicho a un hecho. El primero es “queremos que Galicia tenga un color aún más verde” y el segundo “más de 450.000 árboles plantados para recuperar el espacio de la mina de Meirama”. La empresa anunciante opta por los hechos porque en el anuncio se tacha la expresión “un color más verde” y una flecha llama la atención sobre el resto referido a los 450.ooo árboles.
Ambas frases forman parte de un mismo anuncio publicitario, esto es, son alocuciones que tienden a promover directa o indirectamente la contratación del servicio comercial de esa compañía energética. En la publicidad el anunciante tiene que medir mucho lo que afirma porque, por lo general, los destinatarios pueden comprobar la certeza del mensaje.
Algo distinto sucede en el ámbito de la política. Aquí se trata, sobre todo, de ganar adeptos a una determinada manera de hacer en la gestión de los intereses generales de los ciudadanos. Y son posibles los dos tipos de mensajes anteriormente reseñados.
Hay formaciones políticas que prefieren moverse en el campo de los “dichos”: en el “hay que”, “vamos a”; y hacer promesas vagas e inconcretas, como la del anuncio: “queremos que Galicia tenga aún un color más verde”. ¿Y quién no, me pregunto yo?. Pero eso es lo mismo que decir que quieren mejores infraestructuras, colegios mejor dotados de profesores y de medios, mejor sanidad con los mejores profesionales, etc., y todo sin que le cueste nada a los ciudadanos.
Pero cuando se gobierna, hay que pasar del dicho al hecho, y ya no es suficiente con “querer”, sino que hay que “hacer” y dar cumplida cuenta de lo hecho. La empresa energética anunciante dice que ha plantado más de 450.000 árboles en el entorno de la antigua mina de lignitos de Meirama. Y eso es un hecho perfectamente comprobable, del que se puede confirmar su veracidad y exactitud.
Pues bien, se puede afirmar que un electorado es maduro cuando, en el campo de la acción de gobierno (no me refiero a la ideología), empieza a perder la credulidad en los simples “dichos” y se interesa por la realidad de los “hechos”.
Desear que Galicia sea más verde, no cuesta nada. Plantar más de 450.000 árboles supone destinar a esa acción recursos económicos que, como no son interminables, hay que detraer de otras finalidades. Esto es hacer política, aquello simplemente hablar. Hablar es fácil, gobernar mucho menos.
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