En su obra “El Coronel no tiene quien le escriba”, el genial novelista Gabriel García Márquez pone en boca de la mujer de aquel oficial “se necesita tener esa paciencia de buey que tú tienes para esperar una carta quince años”. En este pasaje, la palabra “paciencia” se emplea en el sentido de “facultad para saber esperar cuando algo se desea mucho”. Pero este término tiene otra acepción: “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”. Es a ésta a la que me refiero y la predico del pueblo español por la resignación con la que ha tenido que aguantar una serie de ataques voraces contra su pequeños ahorros. La simple reseña pone los pelos de punta.
Empiezo por el expolio sufrido por los inversores en filatelia de Forum y Afinsa. Los modestos ahorradores que tuvieron la “osadía” de buscar una mejor remuneración para sus ahorros que la que ofrecía la banca, mediante la operación perfectamente legal de compra y posterior reventa de filatelia, vieron como en 2006 una “salvaje” intervención de la justicia arruinó a más de 400.000 familias. Todavía hoy esperan una solución para este sangrante despojo.
Sigo con las preferentes. Ante las imperiosas necesidades de capital de algunas entidades de crédito, originadas en buena parte por la imprudente financiación de la burbuja inmobiliaria, sus comerciales acabaron convenciendo a muchos desinformados clientes que cambiaran sus seguros depósitos por inversiones en créditos perpetuos que se podrían recuperar en un inexistente mercado de ese tipo de productos financieros. Aunque hay entidades que están haciendo frente a este problema, muchos afectados siguen sin poder recuperar sus ahorros.
Continúo con el céntimo sanitario. Con la conocida táctica del rugby de “la patada a seguir”, y ante la imperiosa necesidad de recursos para reducir el pavoroso crédito ocasionado por sus fastuosos gastos, la administración pública se inventó un impuesto que cobró religiosamente desde el principio sabiendo que, si se declaraba ilícito, se quedaría definitivamente con la mayor parte de lo ya recaudado. No está nada mal está manera de recaudar para no devolver.
Y finalizo con el recibo del consumo de electricidad. La apuesta progresista de subvencionar las energías renovables a costa del bolsillo de los usuarios ha provocado una subida galopante de las tarifas que está asfixiando a las familias españolas. Mientras tanto los responsables de este desaguisado campan por sus respetos sin que nadie les exija reparación alguna por cargar a las espaldas del baqueteado pueblo español las consecuencias de sus nefastas decisiones.
Hasta ahora el pueblo español está soportándolo todo con la paciencia del buey. Pero los que lanzan sus dentelladas contra los “sudorosos” ahorros de nuestra sufrida clase media no deberían olvidar que algún día pueda desatarse la “ira de los mansos” sobre la que escribió José Saramago.
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