Sí, la Navidad es el momento de regalar. Regalar, lejos de ser un acto consumista, puede tener muchos efectos sobre la salud propia y ajena. Regalar en este momento me quiere parecer una palabra más preciosa de lo que siempre me ha parecido. Porque en estos momentos de desilusión, de fatiga pandémica, de indefensión, regalar revierte el estado de ánimo de muchas personas, no sólo de quién es motivo de regalo, sino de quien regala.
A muchas personas la Navidad le genera emociones incómodas, como soledad, ansiedad por tener que romper con las rutinas del día a día, pérdida de control con la comida y el alcohol que consumimos de más en estas fiestas o pérdida de valores asociadas al consumismo, etc. Por eso regalar no siempre es fácil. Terminamos dejando las compras para el final. Y en lugar de ser un acto de delicadeza y atención hacia la persona a la que regalamos, se convierte en un acto impulsivo, en cadena, corriendo y sin poder disfrutar del momento. A todo esto, en muchas casas no se valora el detalle, se valora el valor económico o la marca del regalo.
- Dedica tiempo a pensar en la persona. Regalar es un acto que empieza desde el momento en el que empezamos a pensar qué puede agradar. Reglar con sentido implica pensar en el otro, conectar, empatizar, buscar qué hará ilusión y qué necesita. Recordemos conversaciones, manifestaciones de algo que la persona deseara, pensemos en sus aficiones, en lo que le priva… dediquemos tiempo de calidad a enfocarnos en todo lo que la persona valora. Cuando sales a comprar un regalo sin pensar, puedes llegar a agobiarte. Das vueltas a tiendas sin saber qué comprar, pierdes el tiempo y también terminas pagando de más cuando te agotas. En cambio, cuando llevas una idea clara de lo que deseas adquirir y dónde, el momento de comprar es mucho más dulce.
- Compra en comercios de aproximación, en tiendas de la ciudad, de tu pueblo, en sitios que tengas cosas distintas. Huye de los grandes almacenes, de las cadenas de tiendas. Sí, es más fácil cambiar luego si el regalo no te gusta. Incluso algunas de ellas te devuelven el valor del regalo en dinero. Pero cuando regalas con sentido y lo haces desde el corazón, rara vez la persona querrá devolver tu regalo.
- No es lo que pagas, es lo que piensas. Cuando regalamos emociones no regalamos algo con valor económico. Regalamos el tiempo y la ilusión que hemos dedicado a buscar algo con cariño, algo con lo que deseamos agradar y dar placer a la persona.
- No siempre hay que comprar. También podemos crear. Depende de tus aficiones y tus talentos. Hay personas que tejen genial, otras pintan, decoran, restauran, hacen fotos, crean un álbum de recuerdos, editan un vídeo… Cualquiera de estos detalles está cargado de emotividad y suelen ilusionar más que cualquier regalo material.
- Regala experiencias. Un dorsal, una entrada al teatro, una comida en nuevo restaurante. Los estudios sobre felicidad han demostrado en más de una ocasión, que nos generan mayor bienestar las experiencias vividas que aquello que compramos o nos regalan.
- Regala como si fueras un adolescente regalando a un amigo. Si eres madre o padre de un adolescente o un joven adulto sabrás que se desviven por los regalos que se hacen entre ellos. Buscan emociones, sentido, recuerdos, unión, compartir. Cuando nosotros éramos adolescentes también regalábamos así. Porque la amistad tenía un valor incalculable y deseábamos cuidarla. Pues tratemos de regalar como lo hace un adolescente o como lo hacemos cuando estamos recién enamorados.
- El contenido es importante, pero el continente, también. Apetece e ilusiona mucho más un regalo que viene bien envuelto, que ese que te entregan dentro de la bolsa de unos grandes almacenes. Y además alguna persona te suelta “no he tenido tiempo de envolverlo, pero sé que te va a gustar”. Envolver un regalo es un arte. Puedes cumplimentarlo con alguna pegatina y tarjeta de felicitación. No hacerlo es un signo de dejadez y transmite que «con el dinero que me he gastado en el regalo ya lo he hecho todo».
- Acuérdate de escribir una nota de felicitación o de agradecimiento…a ser posible, a mano. Hemos perdido la costumbre de enviar postales navideñas escritas a mano. Desgraciadamente se ha sustituido por un mensaje de WhatsApp viral que yo detesto. Y de la misma manera hemos dejado de escribir tarjetas de felicitación por los cumpleaños o por otras celebraciones.
- Piérdete en detalles. Siempre son de agradecer. No es lo mismo que te regalen por tu cumple un regalo a que este se acompañe de una pequeña bolista con tus chuches favoritas o una vela, para que no se nos enfade Carlos Ríos. En los detalles está el sentimiento de «ha pensado en mí desde el alma» y esos son los momentos emotivos que almacenamos en nuestro baúl de recuerdos, sí, esos que nos tocan el alma.
Regalar implica dedicar tiempo a otra persona con una finalidad: emocionar. Y en el momento en el que la persona abre el regalo, su ilusión, su agradecimiento pasa a formar parte de tus emociones. Por eso lo que se trata es de regalar emociones.
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