Al menos desde el siglo XVII se celebran en el Levante español unas fiestas populares llamadas de Moros y Cristianos que rememoran las batallas de la Reconquista para recuperar los territorios que gobernaban los musulmanes. Sus escenarios tradicionales son localidades de la provincia de Alicante y el sur de la de Valencia, aunque también algunos pueblos de Murcia y el este de Andalucía. De un ambiente esencialmente reivindicativo se ha ido pasando al jolgorio festivo.
El “primer tro” desfila al frente de su comparsa de moros.
Las de Villena, Alicante, son las más multitudinarias, y este año se celebrarán del 4 al 9 de septiembre. Alrededor de unas 14.000 personas llegadas de todas partes participan en desfiles y actuaciones en los que reina el color, la música (a veces el ruido), y la gastronomía.
Ya en 1474 comenzaron unas celebraciones en honor de la Virgen de Las Virtudes, “La Morenica”, patrona de Villena, que había librado a la ciudad de la peste.
Madrinas, cabos y banda de la Comparsa de Andaluces.
De allí fue evolucionando, y la “soldadesca” que marchaba en procesión disparando sus arcabuces hoy se ha convertido en 14 comparsas, 7 del bando cristiano y otras tantas del moro, que desfilan acompasadamente al ritmo que marcan decenas de bandas de música en las que no puede faltar la interpretación del pasodoble “La Entrada” (vídeo), compuesto por el villenense Quintín Esquembre.
Asedio al castillo de la Atalaya, último bastión de los moros.
Y sobre todo, dominando la ciudad y sus gentes desde el cerro de San Cristóbal, el castillo de la Atalaya sobre el que retumban las explosiones. Dicen que esta construcción defensiva del s. XII es el mejor ejemplo de mestizaje cristiano-musulmán.
Fiesta de alegrías y de emociones.
Hoy ejerce de escenario singular en una guerra en la que hay mucho más ruido que nueces. Un enfrentamiento que siempre acaba igual, con la recuperación de la fortaleza por las tropas cristianas y el arriamiento de los siete pendones moros.
Fotos: PILAR ARCOS
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