Mucientes, a 12 km. de Valladolid, en plena campiña del Pisuerga, es un pueblo de unos setecientos habitantes con larga historia y holgado presente. De lo primero dan fe sus yacimientos del Paleolítico Inferior, la vía romana XXVII que pasaba por lo que luego fue Muznientes, y los restos de su antigua fortaleza en la que estuvo recluida Juana la Loca. Y de su presente hablan muy claramente sus vinos DO Cigales y un ambiente cultural representado por el Aula Museo Paco Díez.
Preside el casco urbano la silueta de la iglesia de San Pedro Apóstol, gótico del s. XVI, que guarda una interesante cruz de plata de la época, y tiene una gran escalinata de acceso al atrio, cuyas obras de consolidación son el orgullo de la alcaldesa, Emiliana Centeno. En las afueras se conservan algunas curiosas construcciones rudimentarias de mampostería que los pastores construyeron como refugio. Son los llamados “chozos”. Y entre medias están las bodegas subterráneas, las cuevas, reconocibles por sus discretas entradas y por las chimeneas (aquí las llaman “cerceras” porque resisten al cierzo) que sobresalen del suelo. Algunas son del s. XVI.
Una de ellas ha sido acondicionada y funciona desde 2004 como Centro de Interpretación de las Bodegas Tradicionales. Allí explican todo el proceso de unos vinos, especialmente de los claretes con cuerpo (más claros que los tintos, pero también procedentes de uvas negras), que son la joya de la corona. El Salvueros 2009, por ejemplo, obtuvo la medalla de oro en el XVII Concurso Mundial de Bruselas.
Es muy interesante el arraigo cultural en muchos de los pequeños pueblos vallisoletanos. En Urueña (Tierra de Campos), por ejemplo, desde hace tiempo existe un valioso conjunto de espacios culturales dedicados a la música y el libro, que le valió que en 2007 fuese nombrada “Villa del Libro”. A pesar de tener sólo unos 200 habitantes, posee una decena de librerías y cinco museos.
Un camino muy semejante es el que recorre Mucientes. El Aula Museo Paco Díez es una entidad privada dedicada a la difusión de la música tradicional, sobre todo la española y la portuguesa, con una especial dedicación a la música sefardí.
El vallisoletano Paco Díez, su factótum, lleva dedicado a este proyecto más de treinta años. Recibe personalmente a los visitantes (siempre con cita previa) y les acompaña por un extenso recorrido ilustrado con más de 450 piezas a cual más curiosa, que sabe interpretar con maestría.
El museo se extiende por dos pisos en varias salas en las que se organizan los instrumentos según la fuente del sonido que emiten: idiófonos (por vibración, como carracas, castañuelas, hueseras…), cordófonos (de cuerda, como guitarras, mandolinas, zanfoñas… ), aerófonos (de viento, como flautas, ocarinas, chirimías…) y membráfonos (de membranas o parches, como tambores, panderos, zambombas…).
Del clarete a la zanfoña y viceversa.
Pies de fotos:
Foto de apertura: Paco Díez tocando una zanfoña, y vitrina de cordófonos de su aula-museo.
Sobre estas líneas: Chimenea (“cercera”) de una bodega subterránea de Mucientes, Valladolid.
Autor: Pilar Arcos