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El Tíbet duplica el número de turistas en cuatro años

El Tíbet duplica el número de turistas en cuatro años
F. Pastrano el

El Tíbet se consolida como destino turístico de primer orden. El número de turistas que llega a esta región autónoma de China ha crecido una media del 30% anual en los últimos cinco años. La progresión es tal que en 2011 lo visitaron 8,69 millones de personas, mientras que este año está previsto que se llegue a los 17 millones de turistas, lo que significa duplicar la recepción de visitantes en cuatro años.
Consecuentemente, los ingresos anuales por turismo se han incrementado en un 23 por ciento en 2014, para situarse en más de 20.000 millones de yuanes (unos 3.000 millones de euros). Solo Lhasa, la capital y principal destino turístico, recibió el año pasado más de 9,25 millones de visitantes y los ingresos por turismo alcanzaron 11.200 millones de yuanes (más de 1.600 millones de euros).

 

Turistas occidentales en el Monasterio de Sera. (Foto: P. Arcos)

El turismo es fundamental para el Tíbet, cuyos ingresos representan más del 20 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB). El 11% de su población, es decir, más de 330.000 personas, trabajan en la industria del turismo.
El Tíbet se abrió a los turistas definitivamente en 1984. A partir de esta fecha los visitantes pudieron moverse por la región autónoma, siempre y cuando fueran capaces de resolver los problemas de una infraestructura poco desarrollada en aquellos días.

 

Grupo de turistas chinos en Lhasa. (Foto: P. Arcos)

El gran salto turístico se produjo a partir de 2006, cuando se abrió la línea de ferrocarril, inexistente hasta entonces por las dificultades geográficas. En 2007 se produjo un incremento espectacular en la llegada de viajeros, un 60% superior al año anterior. Sin embargo, una de las características del turismo en el Tíbet, como en toda China, es que la inmensa mayoría de los viajeros (95%) son de origen chino, ocupando los de los demás países extranjeros un exiguo 5%.

 

Seminario en el Centro Cultural de China en Madrid. De izquierda a derecha, Bandianwangjiu, Luo Jun, Wang Yanzhonh y  Suolangdunzhu. (Foto: P. Arcos)

Para explicar a los españoles la situación actual económica y cultural del Tíbet nos ha visitado una delegación oficial, presidida por Wang Yangzhong, director general del Instituto de Etnología y Antropología de la Academia China de Ciencias Sociales, y Suolangdunzhu, Vicesecretario General de la Asociación para los Intercambios Culturales Internacionales de la Región Autónoma del Tíbet.

 

Monasterio de Samye, en el sur del Tíbet. (Foto: P. Arcos)

Impartieron un seminario bajo el lema “El desarrollo del Tíbet y su protección cultural” en el Centro Cultural de China de Madrid, que dirige Luo Jun. Wang pronunció una conferencia sobre como la Región Autónoma del Tíbet se ha desarrollado desde la reforma y la apertura, deteniéndose en las políticas de continuidad, desarrollo y protección de la cultura tibetana.
Luego, tras una reunión con la Mesa y los Portavoces de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado de España, la delegación tibetana viajó a Bratislava, capital de Eslovaquia para seguir su labor divulgativa.

 

Mujer de la etnia kampa. (Foto: P. Arcos)

Las estadísticas ponen de manifiesto el importante desarrollo del Tíbet. En 1965, por ejemplo, el PIB de la región era de 327 millones de yuanes, en 2004 llegaba a los 21.000, y en 2014 superaba los 92.000, manteniendo un ritmo de crecimiento de dos dígitos desde 1994.

 

Pastor con su yak en el lago de Yamdrok. (Foto: P. Arcos)

La renta neta per cápita de los agricultores y pastores de la región alcanzó los 7.471 yuanes (unos 1.100 €) en 2014, lo que supone un alza del 14 por ciento interanual. Asimismo, la renta disponible per cápita de los habitantes urbanos aumentó un 8 por ciento hasta los 22.026 yuanes (unos 3.250 €).

 

El castillo de Yumbulagang, primer palacio construido en el Tíbet. (Foto: P. Arcos)

Un dato curioso: A finales de los años 40 del siglo pasado el gobierno británico regaló un automóvil al Dalai Lama, el primero que entraba en el Tíbet. El coche sólo pudo recorrer los 2 kilómetros que separan el Palacio del Potala del de Norbulingka ya que no había más calzadas en todo el Tíbet. Hoy la red de carreteras tibetanas cuenta con más de 40.000 kilómetros.
En los años 80, sólo Lhasa y Xigaze, la segunda ciudad del Tíbet, tenían una rudimentaria línea telefónica. Después de que Pekín se gastara 30 millones de yuanes en el tendido de 340 kilómetros de cable de fibra óptica, hoy es posible hablar desde cualquier cabina, móvil o cibercafé -que de todo hay- con cualquier lugar del mundo.

 

Peregrina budista con el molinillo de oraciones. (Foto: P. Arcos)

Charles Bell, gobernador británico de Sikkim a principios del siglo XX, escribió que durante los once meses (noviembre 1920 – octubre 1921) que fue huésped del XIII Dalai Lama, nunca comió ningún tipo de verdura. El clima del Tíbet hacía imposible su cultivo y su aislamiento impedía cualquier importación. Hoy, los mercados tienen verduras y hortalizas llegadas a diario desde los invernaderos del valle del Yarlung Tsangpo (río Brahmaputra) o del “interior” de China.

 

“Controversias teológicas” en el Monasterio de Sera. (Foto: P. Arcos)

Del analfabetismo galopante se ha pasado a una escolarización del 85,6 por ciento en las 4.300 escuelas existentes. Y la esperanza de vida que era de 36 años a mediados de los 50, hoy es de 67.
El desarrollo económico del Tíbet ya nadie lo niega, nos aseguró la delegación tibetana, y cada vez son más los viajeros que pueden atestiguarlo.

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