Japón se encuentra a unos 10.000 km. de España. Una distancia geográfica y cultural tan grande podría hacernos pensar que apenas haya similitudes entre ambos países, pero no es así. La isla de Shikoku es la más pequeña y menos poblada de las cuatro principales que componen el archipiélago japonés, sin embargo posee lo que puede convertirse en breve en uno de los principales atractivos turísticos del país del Sol Naciente.
Seiyo, prefectura de Ehime, en otoño. Por aquí pasa el Camino de Shikoku. Foto: JNTO.
Prácticamente todo el territorio de esta isla está recorrido por una ruta de 1.200 km. que pasa por 88 templos budistas (el 8 es un número auspicioso en esa religión) situados en medio centenar de poblaciones. Es lo que se conoce como “Shikoku Henro” o “El Lejano Shikoku”, ya que la isla se encuentra en lo que antiguamente se consideraba un “lugar remoto”.
Situación de los 88 templos en la isla de Shikoku.
Mtoyama, el templo Nº 70. Foto: JNTO.
Una ruta que puede tener tantas connotaciones como tengan los peregrinos que la recorren: religiosas, filosóficas, introspectivas, saludables, culturales o simplemente viajeras (que no es poco).
Una ruta que por sus muchas similitudes con la compostelana se ha querido llamar el “Camino de Santiago” japonés. Como éste, se puede hacer de muchas maneras. La más habitual es a pie, pero también en coche u otros vehículos. Caminando se calcula que se necesitan unos 45 días para completarla.
Ishite, el templo Nº 51. Foto: JNTO.
A diferencia del camino (con varios inicios y un solo final), la ruta japonesa es circular, comienza y termina en el templo de Ryozenji, siguiendo el sentido de las agujas del reloj. Pero no es imprescindible recorrerla en su totalidad.
Cuaderno con los sellos y caligrafías de cada templo. Foto: Pilar Arcos.
Nokyocho presentado en Madrid. Más que un cuaderno de viaje parece un libro de arte. Foto: Pilar Arcos.
Y como en el camino, los peregrinos disponen de un cuaderno, en este caso llamado nokyocho o shuincho, una especie de agenda, en el que se estampa un sello en cada templo para que quede constancia de su paso. Un libro editado con la exquisitez propia del Japón que más bien parece un delicado volumen dedicado al arte arquitectónico y la caligrafía.
Una de las señalizaciones del Shikoku Henro. Foto: Wikimedia Commons.
En la ruta se atraviesan todo tipo de parajes. Urbanos y rurales, suaves y agrestes… Desde llanuras y playas a montañas y valles. Uno de ellos, en la zona de Kochi, se conoce como la “Tierra del Diablo” y es allí donde muchos peregrinos no suficientemente preparados abandonan. Pero hay tramos aptos para todos los públicos.
La ruta se divide en cuatro partes correspondientes a las cuatro prefecturas de la isla (Shikoku literalmente significa “Cuatro Prefecturas”). En la de Tokushima, el “Camino del despertar”, se encuentran los templos 1 al 23; en Kochi, el “Camino del ascetismo”, del 24 al 39; en Ehime, el “Camino de la iluminación”, del 40 al 65; y en Kagawa, el “Camino del nirvana”, del 66 al 88. En muchos de los monasterios o en sus inmediaciones hay alojamientos de diversas categorías.
Guía del Camino de Shikoku publicada en 1687. Foto: Pilar Arcos.
Otra interesante similitud con el camino es la fecha de origen. La mayoría de los historiadores creen que el de Santiago empezó hacia el año 820, después del descubrimiento de la supuesta tumba del apóstol. Es decir, tendría unos 1.200 años.
Estatua de Kobo Daishi en el templo Zentsu, el Nº. 75. Foto: JNTO.
El de Shikoku tiene también unos doce siglos, pues nació cuando el monje budista Kukai (que recibió el nombre de Kobo Daishi tras su muerte) visitó los 88 templos de Shikoku deteniéndose a meditar en cada uno de ellos. Hay versiones que añaden que algunos de esos monasterios fueron fundados por el monje durante su peregrinación.
Peregrinos vistiendo el uwagi y con el sombrero sugegasa.
En los dos caminos los peregrinos pueden vestir como quieran, pero en ambos hay un atuendo tradicional. Los de Santiago se caracterizan por una capa marrón con esclavina, sombrero de ala ancha, bordón o bastón, calabaza, concha de vieira y zurrón o alforja.
Los de Shikoku van vestidos de blanco con una chaqueta y pantalón de algodón (uwagi), pañuelo al cuello, sombrero cónico de juncia (especie de junco), llamado sugegasa, bastón de madera, zurrón de tela, y escapulario.
Además de para cumplir con la costumbre, esta indumentaria sirve para que allá por donde pasen sean reconocidos como peregrinos y no como simples turistas. Si es así serán obsequiados gentilmente con el “osettai”, que podría traducirse como “agasajo caluroso”. Consiste en ofrecer al peregrino descanso, bebidas (fundamentalmente té) y comidas como frutas o dulces totalmente gratis.
Pero como en todas partes cuecen habas, también existen los “nisehenro” (falsos peregrinos) que solo hacen el camino para aprovecharse de los “osettai”, pero son pocos y suelen ser desenmascarados.
Presentación en Madrid del Camino de Shikoku. Foto: Pilar Arcos.
Para dar a conocer en España este camino, la Oficina Nacional de Turismo de Japón, JNTO, en Madrid, conjuntamente con la Organización para la Promoción del Turismo de Shikoku y la NPO Red de Peregrinaje y Hospitalidad de Shikoku Henro, han organizado un seminario en la sede de la nueva Oficina de Turismo, impartido por Harunori Shishido, secretario general de la Red de Peregrinaje y Hospitalidad de Shikoku Henro y profesor emérito de la Universidad de Kagawa.
Cartel de la exposición en Santiago de Compostela. Foto: Pilar Arcos.
También se ha inaugurado en el Museo de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela una exposición sobre la ruta de Shikoku Henro, hermanada con el Camino de Santiago desde 2015. La muestra está organizada por el Consejo para el Registro de los 88 Templos Sagrados y el Camino de Peregrinaje en el Patrimonio de la Humanidad. Permanecerá abierta hasta el próximo el 24 de septiembre.
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