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Una Gran Muralla de agua

Una Gran Muralla de agua
F. Pastrano el

Con sus 1.794 kilómetros de longitud, el Gran Canal de China es el cauce artificial más largo y antiguo del mundo. Empezó a construirse en el siglo V A.C. por orden del emperador Yang Guang de la dinastía Sui y, como une las ciudades de Pekín (Beijing) y Hangzhou, los chinos lo conocen como el canal Jing-Hang.
En un principio su utilidad era exclusivamente la de abastecer de agua a las ciudades de secano del norte, pero con el tiempo se convirtió en una vía de comunicación de primer orden por la que han circulado mercancías y tributos.

Maqueta del Gran Canal a su paso por Hangzhou durante la dinastía Qing. (Foto: P. Arcos)

 

Durante las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911) era la ruta utilizada normalmente por el emperador para inspeccionar sus dominios.
El Gran Canal mantuvo su actividad hasta el siglo XIX cuando fue reemplazado por carreteras y caminos terrestres. En su día dio origen a 30 nuevas ciudades en sus inmediaciones y supuso el despegue definitivo de otras, especialmente de Hangzhou y Suzhou.

El Gran Canal cerca de Suzhou. (Foto: P. Arcos)

 

Hoy, aunque todavía atraviesa 18 grandes urbes y comunica entre sí a 5 grandes ríos (entre ellos el Yangtsé y el Amarillo), ha perdido importancia, sobre todo en la parte norte donde existen muchos tramos cegados o innavegables. No así en el sur, donde se explota turísticamente, poniendo de relieve que se trata de uno de los grandes proyectos arquitectónicos de la antigua China, sólo comparable a la Gran Muralla. Pero esta Gran Muralla de agua no estaba hecha para separar y proteger territorios, su finalidad era, muy al contrario, unirlos y servir como medio de comunicación.

En 2014, fue incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Uno de los ramales del Gran Canal en verano. (Foto: P. Arcos)

 
Dice un proverbio chino que “En el Cielo está el Paraíso y en la Tierra, Suzhou y Hangzhou”. Puede que sea una sentencia exagerada, pero de lo que no hay duda es de que el turista, después de visitar Pekín o Shanghai, se queda boquiabierto ante tanta belleza genuinamente china. Para muchos, la China más china, la China eterna, está aquí.
Las dos ciudades tienen una larga trayectoria, historias milenarias, pero seguramente no serían lo que son sin el Gran Canal, que las une y las proyecta.
Entre Suzhou y Hangzhou funcionan varios cruceros de placer y han surgido nuevos proyectos para acabar con los problemas de salubridad, e incluso se está sometiendo a discusión la posibilidad de construir un nuevo canal paralelo al antiguo, por su lado este, y dedicar el histórico solo para fines turísticos.

El Lago del Oeste de Hangzhou en invierno. (Foto: P. Arcos)

 
Gracias al Gran Canal, Hangzhou (“Hang”=barco, “zhou”=ciudad. Es decir, “ciudad sólo accesible por barco”) tuvo un importante desarrollo durante la dinastía Song del Sur (1127-1279), de la que fue su capital. Llegó a tener una población de 1,24 millones de habitantes, lo que la situó en su momento entre las diez ciudades más grandes del mundo, y su puerto fluvial entre los tres más concurridos de China.

Representación del espectáculo “Impression West Lake” de Zhang Yimou en el Lago del Oeste de Hangzhou. (Foto: P. Arcos)

 

Marco Polo dijo de ella que era la ciudad más bella y elegante que había visto. Así que no debe de extrañarnos que las actuales autoridades del país dentro de su campaña “Beautiful China” la hayan declarado como la “capital turística” de China. Y encima, es vox pópuli que las mujeres de Hangzhou (algunos añaden las de Suzhou) son las chinas más bellas.

Puente de los Cinco Pabellones en Yangzhou. (Foto: P. Arcos)

 

Ciudad —¡cómo tantas!— para pasearla con tranquilidad, Hangzhou es conocida por sus apacibles lagos, especialmente por el del Oeste, sin duda el más famoso de los 40 que en China llevan ese nombre. Tiene unos diez kilómetros cuadrados de extensión, lugar favorito para hacerse fotos los recién casados de toda China.
Escenario para mil y un poemas, tierra de sabios y escritores, fue su alcalde el poeta Su Dongpo (1036-1101) y a él se debe en buena parte la belleza de la ciudad, hoy delicadamente restaurada.

Embarcaciones turísticas en el Gran Canal. (Foto: P. Arcos)

 

Suzhou —digámoslo de entrada— es llamada “La Venecia de Oriente”. Esta horterada sirve para darnos una pista: está surcada por multitud de canales y canalillos afluentes del Gran Canal. Pero también es famosa por sus primorosos jardines privados de casas señoriales. Aún conserva unos 150.
Y entre los diferentes tramos de canales destaca el llamado Shan Tang, de 2,5km. de longitud y 1.500 años de existencia, que une el centro de la vieja ciudad con el concurrido templo de Hu Qiu.
Perfectamente reconstruido, sus detractores le acusan de parecer un decorado de película, sin embargo, si miramos grabados antiguos veremos que la fidelidad al original es asombrosa.

Actores grabando un anuncio en el Gran Canal. (Foto: P. Arcos)

 

Además, los restauradores no se han limitado a recomponer las casas y puentes, sino que han dotado al barrio de vida propia. Allí hay gente viviendo, comprando, amando…  Shang Tang está vivo y permite a los visitantes introducirse en una cápsula del tiempo como si estuvieran en un filme de Chen Kaige.

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