Otro protagonista. El mismo objetivo: «Un Estado independiente en forma de República». Quim Torra en su discurso de investidura ha presionado el botón de reset. Volvemos al día que se votó en el Parlament las leyes de transitoriedad. Quiere borrar estos meses y sí la CUP le permite ser presidente nombrará «un comisionado para dar marcha atrás al artículo 155». No será mecánico sino arriesgando, «luchando», e irá mucho más lejos que Carles Puigdemont por mucho que persista e insista en investirlo. ¿Quién mueve los hilos a quién? ¿Quién es el títere de esta historia que se repite en bucle?
Artur Mas escuchaba encantado el anuncio de la retirada de la demanda por impulsar el 9-N y le describía como «un hombre de diálogo y de paz». ¿De paz alguien que a golpe de tuit acusaba a todos los españoles de expoliar y ser fascistas? ¿Un hombre de dialogo está dispuesto a sentarse con Rajoy «sin condiciones» mientras reivindica de nuevo un «proceso constituyente»? Un oxímoron. Escuchándole vuelves a a contrastar que viven en una realidad paralela. Un Matrix inventado con una población en suspensión sufriendo una hipotética «crisis humanitaria».
Hemos presenciado el discurso incendiario, con chulería -«Majestad, así, no»-, de un candidato de transición que se siente intelectualmente superior. El llamamiento de Torra en inglés al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, es una nueva forma de intentar internacionalizar el proceso. Continúan con la farsa del «mandato del 1 de octubre». Y no, Torra, esto no es un conflicto «entre Gobiernos», sino entre un país y un estado autonómico que se ha saltado la legalidad.
Así es todo. Provisional. Simbólico. Caduco. Radical. Cataluña vive ulcerada sin salida. Han dado un paso más a la deconstrucción de una sociedad dividida por la mitad. Una vuelta al principio.
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