Cuando Pablo Iglesias convocó con alevosÃa y premeditación el Congreso de Podemos coincidiendo con el del Partido Popular, se creyó más estratega y listo que nadie: «Asà se pueden comparar dos proyectos de paÃs completamente distintos». TodavÃa no le habÃamos visto en pijama acariciando un tronco como si fuera un gatito, después de enviar a la guerrilla tuitera contra su mano derecha, esa que le ha mordido con saña.
En pleno arranque del Congreso de los Diputados hemos intuido como será Vistalegre II. Una guerra soterrada entre los que todavÃa se llaman amigos y compañeros. No estaremos en Holanda, ya se ve, por eso quizá se fue Carolina Bescansa, renunciando a sus cargos orgánicos incapaz de controlar el estallido del «núcleo irradiador» de Podemos.
La vieja guardia, si se le puede llamar asÃ, ha salido en tromba contra Iñigo Errejón. Primero fue Jorge Verstrynge, antiguo profesor de Iglesias, quién le impartió clases de «Mundialización Económica y Estado de Bienestar», asegurando que llevárselo por delante «es un intento de golpe de Estado». Y remataba Juan Carlos Monedero, acusándole de anteponer «su ambición por encima de cualquier otra cosa».
Los movimientos tácticos están a la vista de todos. Con los medios de comunicación encantados de retransmitir en directo cada capÃtulo del culebrón morado, superando en expectativas a las cansinas primarias socialistas. Mientras los cuchillos vuelan, el PP afronta su Congreso con una sola disyuntiva, si Cospedal repetirá o no como secretaria general, mostrando a un partido viejuno, pero seguro, que teje sus fisuras de puertas para dentro.
El espectáculo estará en la plaza de toros de Vistalegre, donde lejos de representar «una prueba de madurez para Podemos», seremos testigos de una lucha sin cuartel por el poder. Iglesias querÃa confrontarse ideológicamente con su antagonista. Su maravilloso «plan 2020» estaba centrado en «ganar al Partido Popular y gobernar España», pero eso era tan sólo ruido de fondo.
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