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Carmela García-Moreno. Una precursora del feminismo

Carmela García-Moreno. Una precursora del feminismo
Marisa Gallero el

 

Carmela García-Moreno fue una de las precursoras del feminismo cuando la democracia daba sus primeros pasos después de 40 años de franquismo. Luchó por un papel diferente de la mujer alejándose de los valores defendidos hasta entonces por la Sección Femenina de la Falange. «Fui de las que corrían delante de los grises a finales de los sesenta. Estudiaba Políticas en una Facultad muy efervescente que estaba a la vanguardia. Entonces se empezaron a formar los primeros grupos políticos, Pío Cabanillas, muy amigo de mi padre, quería conocer a gente joven y me pidió que le organizara reuniones en casa. Recuerdo decirle que nuestro modelo debía ser la socialdemocracia del norte de Europa, aunque pensando con retrospectiva era imposible en aquellos tiempos».

Quizá pertenecer a corrientes minoritarias que luego se integrarían en otras formaciones fue uno de los motivos por los que su voz no ha tenido mayor resonancia. Formó parte de «los más progres» del primer Partido Popular de la Transición y abandonaría la UCD para integrarse en el partido creado por Francisco Fernández Ordóñez, que pretendía marcar una identidad en el espacio vacío entre el centro y el PSOE. Fue partidaria de «una reforma rupturada» y votó en 1977 en contra del referéndum de la Ley para la Reforma Política. Su primer mitin —«una osadía porque nunca antes había hablado en público»— fue junto a uno de los padres de la Constitución, José Pedro Pérez-Llorca, también de ese primer PP, que le dijo tras escucharla: «Oye niña, tú puedes hablar en cualquier sitio».

Su primera piedra de toque fue contra la gran familia patriarcal como entidad natural regida por el cabeza de familia. Carmela fue nuestra voz cuando se debatió la igualdad jurídica del hombre y la mujer y la eliminación de toda discriminación por razón de sexo. Con una intervención en el Congreso del partido que recuerdan de forma «memorable e indignada», que abortó la protesta más derechista contra el divorcio. «Tengo todavía la imagen de como iba vestida por lo que luego me dijeron. Llevaba una falda escocesa y un jersey de cuello alto y bajé como una loca para un turno a favor de la Ley del Divorcio, cuando subí de nuevo por las escaleras recibí insultos. Mi argumento fue cómo un partido que se definía de centro podía poner obstáculos para que no hubiera una Ley del Divorcio. Parecían opiniones más propias de Alianza Popular».

Carmela fue la primera mujer que fichó Adolfo Suárez. «Jaime Lamo de Espinosa, que vivía en la misma casa que mi madre, me dijo: “Me han dicho que el presidente te quiere en el partido”. Hasta entonces sólo le había saludado una vez en la sede de Cedaceros donde le hablé sin preámbulos: “Presidente, yo estoy defendiendo aunque no sea candidata, la despenalización de los anticonceptivos, del adulterio y la igualdad de derechos. Si no lo vamos a hacer, me retiro”. Era muy joven y osada. Le causo impresión de que le soltara aquello a bocajarro. Y me contestó: “Por supuesto que lo vamos hacer”».

También fue la primera mujer que entró a formar parte del Comité Ejecutivo de la UCD, siendo elegida diputada una vez aprobada la Constitución en las elecciones de 1979. Presidió la Comisión de Universidades e Investigación y ocupó la Dirección General de la Juventud, donde tuvo que lidiar con la Sección Femenina. «Los funcionarios eran todos instructores del Movimiento. Las mujeres estaban entonces regidas por las tres “C” —casa, cocina, costura—. Estaba todo por hacer. Así que empecé con los centros de planificación familiar y de información de la mujer. Llegaron a pedir mi dimisión por haber hablado de anticonceptivos. Y empezamos a programar seminarios modernos, como uno sobre “Subcultura juvenil” con Pedro Almódovar después de haber hecho la película Pepi, Luci, Bom… Hacíamos lo que nos daba la gana. Así resultó lo que luego pasó».

En su defensa por  la igualdad encabezó en 1980 una delegación española en la ONU para debatir sobre un «convenio para la eliminación de cualquier discriminación contra la mujer». Para Carmela seguimos avanzando y retrocediendo. «Vivimos en una cultura machista. Todavía está sin articular ni ejecutar la igualdad en los libros de texto. Por aquellos tiempos ya defendíamos que se tuviera cuidado con el uso del lenguaje, que no fuera sexista. Y seguimos sin resolver el tema de la conciliación. Tenemos que equiparar legal y socialmente a la mujer con el hombre y revisar una Ley contra la Violencia de Género que se ha quedado corta».

Carmela sufrió el machismo por «ser mujer y mona». Le llamaban Miss Congreso. «Te consideraban un florero. Se fijaban en cómo vestías y hasta en el color de las uñas. Me daba cien patadas y me sigue poniendo mala. En aquella época sólo había tres directoras en toda la Administración central y yo era una de ellas». La tildaban de «la niña bonita de UCD». «Y yo furiosa. Me perjudico muchísimo, aunque ese problema no lo tuve con Fernando Abril, que valoraba mucho a las mujeres. En una reunión para dar las primeras transferencias a Cataluña, Abril convocó a Miquel Roca y a todos los directores generales y también me incluyó como baluarte».

Hasta que dejó UCD para irse al Partido de Acción Democrática. «Cuando conocí a Paco Ordóñez me dijo: “Tú te tienes que venir con nosotros. No te quedes con el grupo socialdemócrata de Pío, que no es socialdemócrata ni es nada». Pero antes se lo conté al Presidente. «¿Sabes que esta noche nos vamos?». Suárez le respondió: «Te comprendo política y personalmente, pero a mí me hacéis la puñeta». El PSOE arrasó en las elecciones de 1982 comiéndose la independencia del PAD, que se disolvió en un congreso de autoliquidación, donde Carmela se mantuvo seria y callada con los brazos cruzados mientras sus compañeros aplaudían a Ordóñez. «Fue mi acto de rebeldía».

Ante un paro en el Día Internacional de la Mujer que hará historia, Carmela hará su huelga particular. «Como símbolo no pienso hacer nada y me pasaré por la manifestación de Atocha». Mirar atrás nos descubre cómo el feminismo fue un gran agente del cambio a mediados de los setenta y el papel fundamental de mujeres como ella. «Las costumbres hacen las leyes, las mujeres hacen las costumbres; las mujeres, pues, hacen las leyes» escribía recordando a Montesquieu el político Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, compañero de batallas. Y ese es lo que pretende este gran tsunami que marcará un antes y un después del 8 de marzo de 2018.

 

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