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La guerra de las rosas

La guerra de las rosas
Marisa Gallero el

 

En «La guerra de los Rose», Michael Douglas y Kathleen Turner llevan su ruptura matrimonial a la violencia extrema, dividiendo su casa en dos auténticas trincheras. A Pedro Sánchez y a Susana Díaz les falta poco para coger los planos de Ferraz y quedarse cada uno con una parte, repitiendo las escenas más gore dirigidas por Danny DeVito. Aunque aquí, como decía Josep Borrell, parece que todo está organizado por «un sargento chusquero».

En el PSOE se ha desatado una guerra sin cuartel. El último parte, la aparición de Pedro Sánchez para enrocarse aún más y «centrar el debate» en el punto que domina. El «no» a Mariano Rajoy. Es su única obsesión. Quiere imponer una sola voz y esa tiene que ser la suya. «O se monta una gestora y hay abstención, o deciden los militantes e intentamos un gobierno alternativo». Como si el espectáculo dantesco de las últimas horas se pudiera borrar de nuestras retinas.

Cada noticia que nos llega desde los resultados penosos en Galicia y Euskadi es aún más esperpéntica. La ausencia de autocrítica tras la séptima derrota de Sánchez, la conversación desvelada por Felipe González donde le confesó que se abstendría en la segunda vuelta, su huida hacía adelante convocando primarias, la dimisión de 17 miembros de la Comisión Ejecutiva Federal sin prever sus consecuencias.

Un secretario de organización dictando órdenes en funciones. La mano derecha de Susana Díaz, Verónica Pérez, proclamándose la «única autoridad» del partido rodeada de micrófonos y cámaras, dando paso a un reality show digno de competir con Gran Hermano.

La presidenta de la Junta de Andalucía aclamada en el Comité Director como si fuera Evita Perón, reiterando que se pondrá «en la cabeza o en la cola», cuando sólo busca decapitar al que en su día avaló esperando heredar su puesto. Dos comités convocados a la misma hora, el llamamiento para llenar autobuses de cada una de las facciones para rodear Ferraz, la petición a la Delegación del Gobierno de un dispositivo policial para evitar enfrentamientos… ¿El PSOE era esto?

En este exhibición bochornosa donde se invoca a la militancia como si tuviera la solución, se ignora que también está en juego los votantes. ¿O alguien en su sano juicio volverá a votar a un partido que es incapaz de dirimir su crisis interna en la intimidad y no a voces? Se olvidan que ya desapareció del mapa un partido de Gobierno. «¡Al suelo, que vienen los nuestros!» exclamaba Pío Cabanillas durante el Congreso de la UCD en Palma de Mallorca, al ver como volaban los puñales entre las distintas facciones.

El PSOE es ahora esa lámpara de lágrimas de cristal donde terminan subidos Douglas y Turner. Pero Sánchez y Díaz, en su lucha abierta por el poder, van a terminar precipitándose en el vacío, haciendo añicos a su vez a su partido.

 

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