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Israel e Irán después de los ataques de abril

Israel e Irán después de los ataques de abril
Sistemas antimisiles israelíes operan contra drones y misiles iraníes, Ashkelon, Israel, 14 de abril de 2024.
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo es una versión distinta de la que fue publicada anteriormente en El Economista.

El Economista, 1 de julio de 2024, p. 32.

Israel no ignora las consecuencias geopolíticas que tuvo el ataque de Irán del 13 de abril de 2024 contra su territorio.

Israel quiere reinstaurar su disuasión sobre Teherán mediante una respuesta dura, ya sea clara y directa o sin que figure su firma en ella.

Las causas de la muerte del presidente de Irán, Raisi, el 19 de mayo de 2024, siguen debatiéndose, tras estrellarse el helicóptero en el que viajaba con su ministro de Asuntos Exteriores, Amir-Abdollahian, mientras sobrevolaban las montañas noroccidentales de la provincia iraní del Azerbaiyán oriental.

Equipo de rescate iraní, lugar de los restos del helicóptero que trasladaba al presidente iraní, Raisi, Varzaghan, 20 de mayo de 2024.

Al mismo tiempo, Israel está trabajando en capitalizar y en preservar la coalición internacional de países que surgió para ayudarle a parar el golpe de Irán, de manera especial, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Jordania o el Reino de Arabia Saudí (RAS).

Si Israel hubiera reaccionado con una represalia cinética masiva contra Irán, hubiera sido contraproducente.

El contrataque israelí del 19 de abril de 2024 fue simbólico.

No obstante, la percepción existente de confianza excesiva por ambas partes tras los dos ataques podría no ser una buena consejera.

Teherán está convencida de que obtuvo una victoria táctica sobre Israel, al saltarse todas las líneas rojas estadounidenses e israelíes a un precio muy bajo, siempre y cuando la muerte de Raisi no estuviera incluida en la factura cursada por Israel.

Irán se equivocaría si pensara que aquel trofeo fuera un incentivo para escalar sus ataques contra Israel en el futuro.

Israel, por su parte, se defendió con éxito y recibió ayuda árabe muy señalada para minimizar aquel ataque iraní.

Sin embargo, Israel no olvida que su doctrina militar se sustenta sobre tres pilares fundamentalesla alerta, la disuasión y la victoria decisiva– y que así sigue vigente desde que fuera diseñada por Ben-Gurion al comienzo de los años 50 del siglo pasado, tras crearse el Estado de Israel.

La estrategia de Irán es doble.

Netanyahu (i), bin Salman (d).

Teherán quiere parar y revertir el proceso de firma entre Estados árabes o musulmanes e Israel de Acuerdos Abraham (AA) adicionales a los originales de 2020.

El ataque de Hamas contra Israel en octubre de 2023 tenía, entre otros, el objetivo de impedir el cierre de un AA entre Riad y Jerusalén, que estaba prácticamente listo.

En segundo lugar, Irán sigue promocionando su solución de Un Estado para resolver el conflicto israelí-palestino.

El trampantojo de dicha fórmula de Estado supuestamente democrático -un ciudadano, un voto- esconde la ambición de los líderes iraníes de que la fuerza de la demografía acabe por desbordar a la población actual de Israel, tanto la judía como la árabe, y hacerlo desaparecer.

Hezbollah intenta sobrevivir como fuerza miliciana chií en el Líbano.

Su líder, Nasrallah, intentó presentar el ataque a Israel de abril como un asunto iraní exclusivamente, dado que su milicia tiene problemas propios suficientes, ya que ha sufrido un castigo muy duro al sur del río Litani a manos de unas Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que les están infligiendo un correctivo severo.

Nasrallah.

Las FDI tienen el nivel de disponibilidad y capacidad operativa necesarias por si el gobierno les asignara la misión de empujar a Hezbollah al norte del Litani para permitir que decenas de miles de ciudadanos israelíes pudieran volver a sus casas con normalidad al norte del país, de dónde tuvieron que marcharse tras el ataque de Hamas de octubre de 2023.

Irán necesitará y tratará de utilizar a Hezbollah, si Israel atacara a Irán, algo de lo que Nasrallah no podrá aislarse, aunque en lo que no le gustaría estar involucrado.

El equipo Biden no tiene estómago para digerir crisis adicionales en mitad de la temporada electoral y está tratando de evitar una escalada entre Israel e Irán o el desencadenamiento de una guerra regional en la zona.

Los problemas en el Oriente Próximo no están teniendo ningún impacto en las intenciones de voto en Estados Unidos (EE. UU.), excepto en Michigan, territorio crítico de pugna electoral, que acoge a la población musulmana más grande de cualquier Estado, y en el que los votos del Colegio Electoral se decidirán por unos pocos miles de sufragios de diferencia.

Israel necesita coordinar sus planes militares con EE. UU, aunque no someterlos a su visto bueno.

La doctrina militar israelí estableció que Israel debía contar siempre con el apoyo de una gran potencia, no necesariamente EE. UU., sino, de una potencia global, además de los pilares mencionados de la alerta, de la disuasión y de la victoria decisiva.

Israel no acepta que nadie le dicte los términos y las condiciones de su estrategia y de sus planes militares sobre cómo defender su existencia y nunca permitirá a ningún país extranjero que despliegue sus fuerzas militares en el suelo de Israel con ese propósito.

No obstante, Israel coordina sus planes con EE. UU, ahora y desde hace décadas.

Asimismo, a Israel le gustaría traer de vuelta a la agenda internacional las aspiraciones nucleares de Irán y mantener ante los ojos del mundo la caracterización del régimen de Teherán como un Estado gamberroRogue State, en inglés-.

La clave para Israel en este momento es su relación con el RAS, ya que un AA con los saudíes puede convertirse en el pivote sobre el que gire un Oriente Próximo nuevo.

 

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