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Debilidades energéticas de la OTAN en Europa

Debilidades energéticas de la OTAN en Europa
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo es una versión distinta de la que fue publicada anteriormente en El Economista.

El Economista, 29 de abril de 2024, p. 27.

Las consecuencias energéticas que los países europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están sufriendo, desde el comienzo de la guerra en Ucrania, son cuatro.

Europa perdió el suministro de energía barata procedente de Rusia, uno de los dos elementos de la ventaja competitiva del modelo económico europeo y, sobre todo, del alemán.

Asimismo, el continente europeo está sufriendo el comienzo de la reducción del suministro de petróleo desde el Oriente Próximo.

El aumento del riesgo de tránsito para los petroleros de origen o de bandera occidentales a través de la ruta marítima del Mar Rojo está dificultando el aprovisionamiento de energía en los mercados europeos.

Por último, Europa sufre la reducción de la diversidad de sus fuentes de energía, dado que, ante todo lo anterior, se está incrementando su dependencia energética con respecto a Estados Unidos (EE. UU.), a Canadá y a Noruega.

Los riesgos de seguridad relacionados con el abastecimiento ininterrumpido de energía a los que hace frente Europa le obligan a asegurarse el suministro de gas natural licuado –liquefied natural gas (LNG), en inglés- y de petróleo provenientes de estos tres países mencionados.

Europa debe, de forma adicional, garantizar que las rutas de transporte marítimo de esas dos materias primas, originarias de esos tres mercados, sean seguras.

Europa está estresada por ello, ya que dispone de opciones energéticas limitadas.

Los únicos responsables de esta situación son los propios gobernantes europeos, que participaron en las tres decisiones que han hecho tanto daño a Europa desde febrero de 2022.

Europa impidió el abastecimiento de gas y de petróleo rusos baratos, colaboró en el sabotaje estadounidense del Nord Stream, para que EE. UU. se asegurara de lo anterior, y se sumó al intento de establecimiento de un precio máximo al barril de petróleo en los mercados energéticos globales.

Sabotaje de Nord Stream.

La OTAN agrupa, desde un punto de vista energético, a países consumidores -la mayoría, los europeos-, a un país de tránsito -Turquía- y a tres países productores y suministradores -EE. UU., Canadá y Noruega-.

La prioridad para todos ellos es, en la actualidad, su infraestructura energética y, de forma destacada, la seguridad de ésta, especialmente, la que se encuentra bajo los océanos y bajo los mares, lo que añade la complejidad de que, en su mayoría, ésta se encuentra en aguas internacionales.

La Alianza Atlántica reconoce que carece de experiencia y de conocimiento para proteger oleoductos y gaseoductos submarinos, aunque bien podría decirse que ha mejorado ambas capacidades al destruir el Nord Stream.

La dificultad de este cometido aumenta para la OTAN porque estas infraestructuras han sido construidas por el sector privado y son muy dependientes de la alta tecnología que ha sido desarrollada por éste.

Todo ello obliga a la Alianza Atlántica a un esfuerzo de acercamiento a las empresas propietarias de dicho conocimiento técnico para intentar alinear los intereses corporativos de sus accionistas con las agendas de las políticas de defensa de la organización militar.

Ataques en el Mar Rojo.

Los problemas que están teniendo lugar en torno a la seguridad de la ruta marítima del Mar Rojo subraya la criticidad de esta prioridad militar.

Los retos son aún más acuciantes para los socios europeos de la OTAN porque, al haber cortado el suministro energético desde Rusia, han alargado inmediatamente sus cadenas de suministro, que llegan hasta Catar, el norte de América o Australia, lo que provoca que el mantenimiento de su seguridad se haya hecho más complejo.

Asimismo, la OTAN teme que los países europeos transiten de la dependencia energética de los combustibles fósiles rusos a la de la electricidad de China, quien se ha convertido en el mayor productor del mundo y compite contra sus rivales con precios muy bajos.

Los aliados europeos de la OTAN se han dejado arrastrar por EE. UU. a un agujero para conejos en su política energética, del que no sólo no tienen una salida fácil, sino en el que, al parecer, siguen cavando.

 

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