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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Esas mujeres que dicen que no son feministas…

Gema Lendoiro el

Cada vez que escucho a una mujer decir que no es feminista me viene a la cabeza esta imagen.

 

 

 

 

 

 

 

 

Y rememoro en mi pensamiento la pena y el sufrimiento que ellas padecieron para que las mujeres actuales hagamos cosas tan cotidianas como conducir, sacar dinero en un cajero, trabajar, votar o no perder la custodia de los hijos si el matrimonio se acaba. Cada vez que una mujer dice que no es feminista siento que traicionamos a cada una de esas mujeres que lucharon, incluso algunas con su vida y muchas con su libertad. Y me revuelvo por dentro. Comprendo que colectivos como Femmen han hecho mucho daño a la causa porque han desvirtuado el foco y han tirado de lo que la mayoría de las feministas detestamos: la utilización del cuerpo desnudo como reclamo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La película Sufragistas era muy necesaria porque ya que la inmensa mayoría de las mujeres (y hombres) jamás van a leer nada sobre estas valientes mujeres, al menos que vean el filme y las imágenes, así como su mensaje, quede para siempre grabado en sus retinas. Hace nada, muy poco, que no éramos nada. Hace tan solo unas décadas que éramos o mulas de carga, o úteros andantes o cuerpos donde los hombres cubrían sus necesidades sexuales. O las tres cosas a la vez. Pocas escapaban a tan terrible destino, generalmente las ricas (que al menos no tenían la carga física) o las que se recluían en un convento quedando al menos libres de los hombres y sus desprecios y desmanes. Sin duda la peor parte le tocaba a las que eran pobres. Y precisamente pobre era la protagonista de la película que deberían ver ustedes como si de una obligación se tratase.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Maud (Carey Mulligan) es una mujer casada y madre de un niño de 5 años. Tiene 24 años y desde los 7 trabaja 14 horas al día en una lavandería por 13 chelines a la semana (lo hombres cobran por menos horas de trabajo, 19) Estamos en Londres en 1912 y nuestra protagonista no es ni especialmente combativa ni especialmente reivindicativa pero un día cae en una manifestación, es detenida y cuando vuelve a su casa las cosas se complican de tal manera que su percepción de los derechos de la mujer empiezan a cambiar radicalmente. Quizás el hecho de sufrirlos es el que hace que modifique su forma de pensar y es que no hay nada como que algo te toque a ti para que lo puedas comprender.

Hay muchas cosas impactantes en la cinta pero quizás la que más me conmovió, supongo que porque tengo hijas, es la ausencia de derechos que teníamos las mujeres hace nada con respecto a nuestros hijos. Éramos consideradas como parte de las propiedades de nuestros padres o maridos, por lo que en el momento de dejar de estar con ellos, en el caso de una separación, dejábamos de ser personas con capacidad para nada. Exactamente igual que les sucede a las mujeres de países islámicos, donde la mujer no es nada sin el hombre, donde en muchos países ni siquiera pueden votar. O conducir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las diferencias salariales, los abusos sexuales en el trabajo, la falta de planificación familiar, la falta de educación, nada estaba de su parte y así se hacía para contenerlas. Darle a una mujer una educación es darle capacidad para pensar y a la historia del patriarcado nunca le había interesado que pensáramos y eso que, como bien dice la protagonista de la cinta, “somos la mitad de la humanidad”. Hizo falta la rebelión y la insumisión de la misma manera que hizo falta en la revolución francesa y en la revolución industrial. Gracias a ellas, a que se enfrentaron, fueron golpeadas, encarceladas, humilladas, gracias a que incluso perdieron a sus hijos o sus vidas, yo hoy tengo capacidad de voto. Pero no solo eso. Es que son muchas cosas más.

-Puedo estudiar

-Puedo casarme con quién desee

-Puedo heredar y disponer de ese dinero

-No perdería la custodia de mis hijas si mi marido se divorciara de mí o yo de él

-Puedo ser médico, juez, profesora, periodista o puede escoger quedarme en casa cuidando a mis hijas. Soy libre para elegir qué quiero hacer con mi vida

-Mi marido no puede pegarme, no puede tener relaciones sexuales conmigo si yo no lo deseo

-Puedo denunciar a mi jefe si abusa de mí sexualmente sin temor a perder el trabajo o a no ser creída

-Tengo derecho a heredar lo mismo que mis hermanos varones

La próxima vez que una mujer diga delante de ti que no es feminista, recuérdale dónde estaría ahora si aquellas mujeres no hubieran hecho lo que hicieron. Quizás con los mismos derechos que estas mujeres aunque con menos ropa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ni un solo paso atrás en nuestros derechos. Ni uno solo. Ni una sola concesión por multiculturalidad ni buenismo. Ni un solo milímetro atrás. De hecho todavía no hemos terminado. No al menos hasta que desaparezca la brecha salarial, el techo de cristal, el número de mujeres presentes en los consejos de administración, en la política, en los altos cargos. Queda mucha guerra que librar todavía. No podemos estar por debajo, tenemos que estar a la par. Somos la mitad de la población. No hay nada que lo justifique. Feminismo no es bajo ningún concepto el antónimo de machismo ya que el primero no supedita a los hombres con respecto a las mujeres, mientras que el segundo sí supedita a las mujeres con respecto a los hombres. El feminismo busca la igualdad exacta, no la supremacía de la mujer. Feminismo no es manifestarse con las tetas al aire ni odiar a los hombres. Feminismo es buscar la mejor manera de convivir disfrutando hombres y mujeres de idénticas oportunidades.

Particularmente no creo en feminizar todas las palabras para poder lograr el feminismo pleno. Por ejemplo el sempiterno y hasta a veces ridículo saludo de a los vascos y a las vascas (de las miembras mejor ni hablamos) Feminismo tampoco es regalarle a una niña coches para que no juegue con muñecas sino dejar que sea ella la que decida qué le gusta. Feminismo no es ser una mujer y actuar como un hombre. Somos diferentes en lo biológico, en lo emocional, en lo social. Obviar eso es obviar nuestra propia naturaleza. Feminismo es, por tanto, tener en cuenta esas diferencias para poder dejar a las mujeres vivir sus maternidades de una manera gozosa y plena, sin estrés, sin angustia. Si hiciéramos eso de verdad, además, tendríamos hijos mucho más sanos y equilibrados emocionalmente hablando. ¿Les parece una locura afirmar que los bebés con quién mejor están cuando son bebés es con sus madres? Sí, sí, y si la madre no está y el padre sí, es obvio que es mejor el padre que la guardería. ¡Desde luego! Pero si está la madre, es ese pecho (no sólo el de las tetas que da leche) el más adecuado para el recién nacido y bebé. Luchar por esos permisos más amplios por maternidad también es feminismo. Ojalá algún día lo logremos y erradiquemos de este mundo en aquellos países que todavía persiste, el sufragio masculino (tiene que ser universal) y la ausencia de derechos para la mujer.

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Te recomiendo que vayas a ver esta película. Es maravillosa. Por cierto que la capacidad de Meryl Streep de imitar el acento que le dé la gana y bordarlo, es de Óscar. Una mujer nacida en New Jersey que habla como si fuese de Londres tiene su mérito.

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