Gema Lendoiro el 17 jun, 2016 En una semana tres hechos violentos han sacudido el mundo occidental (en el otro la violencia ya no genera atención): El terrorista de Orlando que mató a 50 personas en un pub, otro trastornado en Francia que mató a una pareja delante de su hijo de 3 años en nombre de la yihad y el que ayer mismo asesinó a una diputada inglesa laborista en plena campaña sobre Brexit sà o no. Sobre el primero y segundo, todas las explicaciones centradas en que era un yihadista. Y con eso nos quedamos sin ir más allá, nos conformamos como si restara importancia a lo que de verdad importa: ¿dónde hunde sus raÃces esa violencia? Con el segundo, como no anda Alá por medio, nos conformamos con que estaba chalado. Yo no me conformo. Hay más. Mucho más. Y todas las violencias son muy parecidas. Al menos en su origen. ¿Qué hay detrás de esas personas que un buen dÃa cogen un fusil y matan a personas que jamás han visto antes y que no les han hecho nada que lo justifique? ¿Qué hay detrás de personas que abrazan ideologÃas totalitarias? Esta pregunta suele tener en la mayorÃa de la población una idéntica respuesta: que están locos. No creo que sea tan sencilla la respuesta. Están locos, de acuerdo, pero ¿por qué? Como en todo, debemos ir al origen, es decir, la infancia. ¿Qué tipo de madres tuvieron los asesinos? ¿Fueron acogedoras y atendieron sus necesidades? ¿Qué pasó con sus padres? ¿Pegaban palizas a esos niños y sus madres miraban hacia otro lado? ¿SentÃan esos niños un amor puro y desinteresado de sus figuras de referencia, de apego? Hay que ir, incluso, más allá. ¿Esos padres tuvieron, a su vez, historias de maltrato? ¿Qué pasó con los partos anteriores de una madre que permanece ausente en la crianza de un hijo? ¿Ha habido varios duelos perinatales sin atender y/o resolver? ¿Depresiones post parto no curadas? Todas estas cosas son las que más importan. Pero, curiosamente, jamás son tenidas en cuenta. O no al menos por el grueso de la población. La salud mental es primordial para atajar la violencia. Pero, sobre todo, en la infancia. Ibone Olza, psiquiatra infantil, describió muy bien en este artÃculo Yo atenderÃa al bebé Hitler, la maraña tan complicada de sucesos encadenados, unos detrás de otros, que hicieron que el adulto Hitler tuviera la infancia que tuvo. Parece obvio que no todos los niños maltratados de adultos enganchan fusiles y disparan pero sà existe la relación entre infancia llena de maltrato y comportamientos agresivos en  edad adulta. Tenemos tan interiorizada la violencia que si no hay agresiones fÃsicas de por medio, la mayorÃa de las veces pasa desapercibida. No estoy bajo ningún concepto justificando a los asesinos, sino ahondar en la compleja mente humana y sus raÃces. Desde luego no todo puede ser explicado bajo una única perspectiva pero sin la de la infancia, el debate se queda muy cojo. Alice Miller ahondó profundamente en estos temas pero ha pasado bastante desapercibida en la memoria de la historia del siempre interesante mundo de la psiquiatrÃa del siglo XX. Basándose en la psicohistoria, Miller analizó a Virginia Woolf, Kafka y otros: vidas en que encontró relaciones entre los traumas de su niñez y el devenir de sus vidas. Miller creyó que todos los casos de enfermedad mental, crimen y caer en sectas son ocasionados por traumas infantiles y un dolor interno no procesado con la ayuda de algún alma solidaria que ella llamó “testigo iniciado”. En su cosmovisión este modelo abarca todas las formas de abuso infantil, incluyendo aquellas comúnmente aceptadas como cachetes o nalgadas a los hijos, que ella llamó pedagogÃa negra (schwarze Pädagogik).(Fuente, wikipedia) Me parece especialmente interesante el tema de caer en sectas. Sectas pueden ser movimientos neonazis (o el nazismo, tal y como explica Haneke en su filme La cinta blanca). Sectas es también caer en nacionalismos radicales o en la yihad. Muchas personas pensarán que por este razonamiento todos serÃamos violentos porque a casi todos nos han educado asÃ: con cachetadas, castigos fÃsicos…Y sÃ, desgraciadamente es asÃ. La violencia es algo que a casi todos nos acompaña desde que nacemos en múltiples formas. La violencia se hereda. Si te crÃas en un entorno violento ésa será tu zona de confort y lo que apliques cuando seas adulto. Por eso necesitamos un mundo lleno de infancias salvaguardadas, llenas de amor y ternura, de empatÃa y respeto hacia el niño. Solo asà se ataja la violencia. Todo lo demás, son parches. Y aún asÃ, no estarÃamos del todo libres de ella. La revolución, pacÃfica, es tarea de cada padre y madre frente a cada hijo. PD: ¿Se han preguntado los dirigentes europeos qué va a suceder con todos esos niños violentamente tratados en los campos de refugiados a las puertas de Europa? ¿Se han preguntado mÃnimamente qué va a pasar con esas mentes cuando sean adultos? Yo me lo pregunto cada dÃa que los veo. Pero es que yo solo tengo un blog. Me puedes seguir en facebook, en Twitter y en linkedin Otros enlaces relacionados: –Los grandes sanguinarios siempre fueron niños maltratados -Cómo nacemos importa (mucho) – ¿Dónde crees tú que se aprende la violencia? adolescentesamorapegoeducacióngritos nomaltratoSin categorÃaViolencia sobre la mujer Comentarios Gema Lendoiro el 17 jun, 2016