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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Un rey de 2,5

Salvador Sostres el

Un rey de 2,5 es poco rey. Parece más bien un comercial de medio éxito. ¿Ustedes se imaginan a Isabel Windsor con un patrimonio de 2,5? Su colección de ropa interior es más cara. Los 2,5 de Felipe VI, más que un patrimonio, parecen una nota. Un rey pobre no es un rey. Un rey sin cortesanas, tampoco. Ya no digamos si no caza. Es por supuesto un oxímoron un rey vegetariano. Sin grandeza no hay monarquía, y desde luego sin un toque de hemofilia la cosa queda muy deslucida: no hace falta que sea en demasía, sólo en su justa medida, como la piel de limón en el gintónic. La monarquía, como todo lo importante, hay que tomársela en serio, y un patrimonio de 2,5 es una broma. Es suicida este intento español buenista, populista, mediocre e impresentable de ir racaneando con lo trascendente, con lo crucial, con lo desencadenante. Es dramático que todo lo igualemos por abajo y en nombre de la democracia. Los reyes necesitan mansiones, fortunas que no se puedan calcular, líos de amantes corriendo por Palacio, y que el origen insobornablemente divino de la institución se exprese en la superioridad, en la distancia y en esa cara como de bordes que siempre han sabido poner los reyes ingleses y por eso les queremos tanto. Un rey de baratillo no inspira, no recrea a Dios en la Tierra, no anima. Para baratos tenemos ya a los socialistas, y los que se intentan parecer a ellos siempre pierden porque a cinismo no hay quien los gane, ni a impostura.

Casamos a una infanta con un jugador de balonmano, a la otra con un pipiloco y al rey con una periodista. Yo no sé si en la historia de la monarquía europea ha habido una madre peor casando a sus hijos que la reina Sofía. Hay que aumentar el presupuesto, hay que elevar la partida. Hay que salir a disparar, hay que bombardear con escándalos la apatía. Una casa real como Dios manda, de las que merecen ser referidas en mayúsculas, lo último que busca es pasar desapercibida. Lo real es el fulgor, el reflejo de las joyas de la corona en los rostros asombrados de todos, un sentido del lujo basado en la jerarquía y la reverencia, y una reverencia basada en que somos libres de hacerla y la hacemos a todo lo que nos maravilla. ¿Un rey de 2,5? Vamos, hombre. Cuando me lo dijeron me toqué el bolsillo por ver si tenía para tirarle algo de calderilla.

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