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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Un perfil falso en Twitter

Salvador Sostres el

Hay que ir con cuidado con estos juegos, porque dejan rastro. Además nunca sabes cómo acaban.

Yo un día abrí una cuenta falsa para reírme de Manel Cuyàs, en paz descanse, un periodista huraño e independentista, rural, ridículo, y que me parecía el resumen de todo lo parodiable que el proceso independentista tenía. Me hacía pasar por él y escribía mensajes de rendición total, de hombre abatido, como si se hubiera dado cuenta de repente que era de Mataró. Nunca se quejó, no sé ni si los debió de ver. Quiero decir que estas cosas son absurdas y que ahora preferiría no haberlo hecho.

Pero un día me encontré con lo más inesperado, y es que me escribió un mensaje directo mi padre. Era el año 18. Yo tenía 43 y hacía quizás 25 que había roto completamente la relación con él. Mi padre, lógicamente, pensaba que escribía a Cuyàs, y respondí por saber dónde llevaba la conversación. Y dónde iba a parar yo.

Mi padre era hijo de un pueblo del Pirineo llamado Sort, familia catalana pero no catalanista. Catalanes de Franco, primero. Y luego catalanes de Pujol en Catalunya y en España, de Fraga y de Aznar. En cambio él, un poco por la influencia de la época y de la Universidad -era del 51 y estudió Derecho con profesores como Jordi Solé Tura- y un poco para justificar su fracaso personal, era muy catalanista, y se hizo independentista con los años, y con la moda, en la línea en que se convirtieron los que buscaban alguna manera de resarcirse de las muchas otras derrotas de su vida.

Volví entonces a hablar con mi padre, siendo yo y no siéndolo, viéndolo de fuera y de dentro, y cuando iba leyendo sus respuestas, siempre con ese tono entre grandilocuente y victimista, sin asumir ninguna responsabilidad personal ni colectiva, apelando a agravios ridículos, a menudo inventados, y hablando de Cataluña como si fuera culpa de España tal y como él y mi abuela habían hablado siempre de su vida, no sentí ninguna nostalgia sino que entendí mucho mejor los motivos del quebranto. Lo que de mucho más joven había sido intuitivo, lo iba viendo dramáticamente escrito, y en cada frase asumía un poco más que no podía tener ninguna relación con mi padre. Es duro ver cómo caen los pedazos ante ti, cómo la decepción va tomando todas las formas del fantasma, para darte miedo primero, el miedo que da la soledad, y desvanecerse justo después dejándote la enseñanza que la intemperie para ti ya no es un sentimiento sino para siempre tu casa.

En los años de silencio previos a Cuyàs de mascarada, podía de vez en cuando tener la fantasía de quizás algún día recuperar la relación con mi padre. Una fantasía infundada, pero no del todo desmentida. Con el perfil falso cayó a plomo la verdad. El padre Carlos me dijo hace poco cenando que de joven iba tan distraído que creía que él era más inteligente y sabía más cosas que su padre. Mi problema no es que lo pensara, sino que me dí cuenta. Y yo podía y puedo permitirle a mi madre que sea débil y que se rompa, que diga disparates uno tras otro, seguramente peores de los que a fin de cuentas decía mi padre. Pero de mi madre no espero ninguna protección, ningún liderazgo, ninguna sensación de poder confiar en ella a ciegas. Esto es lo que esperaba de mi padre y no me lo pudo dar, y por culpa de la debilidad se habían roto demasiadas cosas en mi vida como para poder permitirme otro desierto, otra soledad, y me fui de repente y muy lejos y siempre he estado buscando otro resguardo hasta que más o menos he entendido que con mi agujero no había nada que hacer, que mi angustia la puedo tratar de controlar pero es de fondo inevitable y que mi única posible redención es ser la fuerza, la casa, y la esperanza de los demás.

Nunca más he vuelto a crear un perfil falso y procuro estar poco en las redes sociales y usarlas sólo -con alguna excepción- para difundir mis artículos. Mi padre murió el año pasado y si lo pienso bien no agradezco la última conversación que tuve y no tuve con él pero no creo que el problema de Twitter sea que difunda mentiras, sino que puedas distinguir la verdad cuando la encuentras, y sepas qué hacer con ella.

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