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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Ni Pedro Sánchez ni España leyeron nunca a Lorca

Salvador Sostres el

Ni Pedro Sánchez ni los españoles han leído a Lorca. Celebrar su muerte es una traición moral, política y literaria al poeta. A Lorca hay que leerlo, no reivindicarlo. Es un poeta tan inmenso que cualquier causa a la que se le quiera adjuntar, empequeñece. Si su tumba no se ha encontrado no es porque Franco se dedicara a esconderla, sino porque su familia pagó por sus restos morales -como el historiador Ian Gibson ha acreditado- para precisamente evitar el martirologio político, y que fuera su obra, su inmensa e inconmensurable obra, lo que de él prevaleciera. Cada vez que usamos a Lorca como un símbolo político, lo volvemos a asesinar. Cada vez que lo convertimos en un icono de la reivindicación homosexual, se returece en su reposo eterno de dolor y desespero.

Es indigno y humillante, y por supuesto de banda de analfabetos, acordarse de Lorca sólo porque lo mataron. La vomitiva escena de la serie de Televisión Española “El ministerio del tiempo”, era la misma basura ignorante, el mismo insulto al poeta.

Federico García Lorca es uno de los poetas más importantes de la historia de la Literatura universal. Su capacidad para crear imágenes imposibles, para convertir la poesía en creadora de realidades nuevas -y no en un informe más o menos exultante de la naturaleza- no ha sido igualada, tal vez con la excepción de Vicente Huidobro en su Altazor angustiado y vertiginoso.

Desde Fuente Vaqueros a Nueva York, la característica de Lorca fue siempre la tristeza, la trágica distancia entre el mundo y él, entre su idea y lo que finalmente sucedía. Basta con leer su Oda a Walt Whitman con un poco de detenimiento para entender su rechazo a cualquier exhibicionismo LGTBI -“maricas de todo el mundo, asesinos de palomas”-, a cualquier reivindicación de la homosexualidad -“madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño del Amor que reparte coronas de alegría”-, y el profundo malestar con que él vivió cómo se sentía, “porque es justo que el hombre no busque su deleite en la selva de sangre de la mañana próxima”. También la piedad para los que no podían conducirse de otro modo, para “el niño que escribe nombre de niña en su almohada”, pero siempre en el rigor de que “el cielo tiene playas donde evitar la vida y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora”.

Es un ejemplo entre tantos, por no hablar de su sentimiento religioso, de sus ideas conservadoras, de que sus mejores amigos eran “nacionales” o de su reivindicación del teatro y de la cultura que hoy serían una enmienda a la totalidad de cualquier ministro o concejal de Cultura del PSOE, de Podemos o de la CUP.

Agitar la muerte de Lorca es traicionar su vida y su obra. Lorca fue un gran poeta, y su muerte no tiene nada que ver, ni le da sentido, ni le completa. Su asesinato fue un crimen, pero sobre todo, un error. Su obra fue una de las más importantes de nuestras letras y del mundo entero. Leer a Lorca es perder el miedo. Leer a Lorca es liberarlo. Leer a Lorca es ser mejor que los que lo mataron, y que sus cómplices de hoy, que cada año vuelven a disparar sobre su muerte e ignoran que su poesía da sus frutos para todos.

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