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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Borrell, 2. Cuatro indios

Salvador Sostres el

No me quedó más remedio ayer que escribir que Borrell tendría que dimitir por haber sido el que vino a por nosotros como secretario de Estado de Hacienda y haber sido ahora multado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores por vender con información privilegiada sus acciones de Abengoa.

Escribí el artículo a rastras, reconociéndole el talento y la gracia y lamentando que uno de los mejores nos hubiera puesto en la incómoda y lamentable situación de tener que prescindir de él. Ya nos falló del modo más estúpido cuando le preferimos a Almunia para suceder a Felipe, y El País publicó lo de sus amigos Huguet y De Aguiar. Y ahora esto de Abengoa. ¡Por el amor de Dios, ministro! Mira que eres letal, brillante, malo en el buen sentido de la palabra malo. Mira que eres cortante, distante, delicadísimo, altivo, tan y tan mejor que los demás. Pero a los que no podemos vivir sin tu arte despiadado y purísimo, ¡qué difícil nos lo pones!

Sin embargo ayer mismo -hoy lo he visto en los papeles- Borrell volvió a dar muestras de su genialidad generosa y total resumiendo que los americanos, antes de su 4 de Julio, prácticamente no tenían historia y que todo lo que hasta entonces habían hecho fue “matar a cuatro indios”.

Es sensacional que el ministro de Exteriores revise de este modo sincero, directo y verdadero -¡basta ya de tanta comedia genocida, hoy todo se considera un genocidio!- la historia de la primera potencia del mundo. ¡Cuatro indios! ¡Pues claro que sí, Pepe! ¡Ya está bien de tanta carraca tribal! ¡Queremos raíles y ciudades! ¡Escuelas, asfalto, gasolineras, grandes restaurantes! ¿Quién habló de genocidio? ¡Calla, tunante! Es libertad y no crimen cuando La Civilización se abre paso.

Contra las flechas, la aceituna esférica de Ferran Adrià; contra las plumas, los tejanos de cáñamo de Armani; contra las cabañas, el Península, el St. Regis, el Nomad y el Waldorf Astoria. Contra el tam-tam, las suites de Bach. Cuatro indios muertos y otros cuatro acompañados a las reservas, para que América siga siendo un país en el que haya de todo. Ocho indios, ocho, juegan con el costurero de la Estatua de la Libertad.

Por supuesto hoy a Borrell le están llamando de todo. Le insultan tanto y son tan sordos a su brillantez -¡cuatro indios!, es que es buenísimo- que he decidido perdonarle el miedo que nos hizo pasar cuando fue Secretario de Estado de Hacienda, aquella enfermiza obsesión que tuvo con lo nuestro y el tiempo que nos hizo gastar escondiéndolo aún mejor. Piensa que a nuestro banquero de Lombard Odier le mareamos tanto, aquellos años, por tu culpa, Pepe, que nos subió la comisión.

Pero da igual, te lo perdono. Y retiro mi petición de dimisión. Eres demasiado bueno y los que te insultan son demasiado idiotas: cuatro indios sin plumas que se han escapado de la reserva.

A fin de cuentas se trata de elegir lo que prefieres y yo siempre preferiré vivir en tu talento, en tu ideación haciendo equilibrios en el alambre. En tu luz que los años no han apagado, mala leche pirenaica. Fluye tu gracia como descienden las aguas del Noguera Pallaresa, con todo lo que dices cortas el aire tan mediocre de nuestra era y alumbras lo que todavía es hermoso y lo que hace que aún vivir merezca la pena, con la luz cálida y sonriente de tu inteligencia.

¡Cuatro indios! Que Dios bendiga a Borrell -y a América.

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