Disfrutar
Cocina 10
Servicio 9
Sala 8
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Disfrutar es de los pocos restaurantes del mundo que merece tantos artículos como visitas porque su talento es tal que no se cansa de dar frutos. Es imposible no salir del restaurante con una idea nueva, un Fiat Lux clavado en el cerebro. Siempre hay un plato que necesita ser escrito, una nueva verdad que clama por ser revelada y en esta carta de verano, entre los últimos días de agosto y la rentrée, se impone la ensalada de toamates, con todos sus sabores y todas sus texturas, desde la natural hasta la gelatina, pasando por el hielo.
Es un plato total, que desmiente la diferencia entre la cocina creativa y la llamada “de producto”, como si ambas tuvieran que ser contradictorias. Muchas veces los que no tienen demasiada imaginación, ni demasiada inteligencia, se escudan en el “producto” para disimular su falta de talento. Disfrutar ama el producto, lo conoce mejor que nadie y sabe qué hacer con él: el caviar, el tomate, los pistachos, las almendras. Claro que hay producto y un producto extraordinario, pero además hay inteligencia, y genio, y una superioridad indiscutible que no admite comparaciones.
La ensalada de tomates de Disfrutar justifica una visita, aunque haya que tomar un avión desde Australia. Hemos asistido a tanta mediocridad teniendo que fingir estupefacciones que no venían al caso, que si por fin un plato es capaz de resumir el mundo, todo lo que esperamos de él y la luz que hasta él nos llevó, merece que lo celebremos sin tapujos ni complejos. Vivimos para conocer platos como éste y la Humanidad es el rodeo que Dios da para acercarnos a él.
No importan las listas o las clasificiaciones, las estrellas o las opiniones de los supuestos críticos gastronómicos que son en verdad pedantería de medio pelo que conoció el lujo haciendo encuestas. Lo sustancial es que Disfrutar es de muy largo el mejor restaurante del mundo, el más fértil, el más inteligente, el que consigue llevar más allá el poder de su talento. Con su ensalada de tomates, con su pan chino al caviar, con sus nueces o con sus avellanas. Da igual. Todo resplandece como nunca antes y la especie mejora como en los grandes progresos de la Humanidad.
Desde que cerró El Bulli no asistíamos a semejante exhibición, a una capacidad creativa tan emocionante, tan sobresaliente en el alambre. Todo poema -Derrida lo dice- corre el riesgo de no ser nada, pero no sería nada sin este riesgo. Es en esta línea fina y maravillosa en la que Disfrutar se debate y se afirma, desafiando al abismo y venciéndolo, enfrentándose al vacío y dándole un sentido que no sólo es el de sus platos sino que también incluye el de nuestras vidas, sedientas como hijos que somos de Dios, y hechos a su semejanza, de maravilla.
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