Salvador Sostres el 08 ago, 2016 Una de las mayores cursilerías de nuestro tiempo es la desconexión. Este tipo de gente que necesita desconectar. Nadie importante quiere estar desconectado, y los que dicen que durante las vacaciones apagan el móvil son los que durante el curso igualmente no reciben ninguna llamada. Queremos tensión, queremos sangre. La Humanidad ha sobrevivido a su noche más larga para estar conectada. No hay días personales que no sean los de atender a tu misión y a tu trabajo. Si todos los españoles planearan cómo satisfacer a su patrón lo mismo que planean sus viajes a estúpidas playas, seríamos la primera economía europea y nos parecería que el presidente Rajoy está a la izquierda de cualquier socialdemocracia ni que sólo fuera mínimamente tolerable. Desconectar es de vencidos. De gente que quiere disimular que por muy conectada que esté nunca hay nadie al otro lado. Tal como el hombre sin Dios es un ser demediado, el hombre sin tensión, el hombre sin misión, es carne amorfa y amontonada. No dejemos nunca de vivir pegados a lo que hacemos, porque somos lo que hacemos. No dejemos nunca de vivir en el afán de superarnos, porque es así como tiramos del gran carro de la Humanidad. No dejemos nunca de recordar que somos los únicos responsables de todo lo que nos pasa y que moldeamos el futuro con nuestras manos. Mi abuela decía siempre que el estrés es la enfermedad de los que no quieren trabajar. Otros temas Comentarios Salvador Sostres el 08 ago, 2016