Marcelina es lideresa indígena, vicepresidenta del área de conservación regional. “Yo estoy amenazada de muerte, con todos mis hijos. Ahora intentan quemar mi casa cuando yo estoy ahí descansando. Es lo que mandan hacer contra mí”. ¿El motivo? La lucha por defender la cuenca del río Nanay -donde viven más de tres mil personas en 33 comunidades – de la minería y la tala ilegales. “Nací en Iquitos, pero crecí desde pequeñita en nuestras comunidades en el río Pintuyacu, mis papás vienen de ahí, mis ancestros son de ahí. De esa raíz vengo. Nací con esa vocación”, confiesa: luchar por la conservación de la naturaleza y sobre todo por su gente. En la actualidad reciben el apoyo de la ong agustiniana Cebú.
Le marcaron las enseñanzas de sus padres. “Lo que hay acá, es de nosotros. Este río está sano y salvo por nosotros”, pero las cosas han cambiado desde entonces. “Mi formación viene de observar a mis mayores, mis padres y mis abuelos. Esa formación me hace de raíz una mujer comprometida y por mis cuatro hijos también. Ahí comenzó mi trabajo y mi lucha”. A los treinta años postuló a ser líder a nivel de todas las cuencas de las áreas de conservaciones y fue la primera mujer en Loreto que salió elegida.
En la actualidad su preocupación es la minería ilegal. “La mayor amenaza ahora es que se está excavando por debajo de las aguas, pasan mangueras y donde excavan se cae el bosque. Matan la naturaleza y nos contaminan el agua. Nos contaminan a nosotros, porque nosotros comemos todos los días los peces de esa agua. Nuestros peces se están contaminando con el mercurio que tiran al río. Y eso, como vigilantes y defensores, es contra lo que estamos luchando día a día”.
Denuncia que las autoridades miran para otro lado y que las denuncias en todo caso caen en un tortuoso laberinto administrativo. Mientras, ellos arriesgan sus vidas montando los puestos de vigilancia y pasando las noches en vela, a la intemperie, para intentar parar las incursiones de la minería ilegal. “Nosotros vigilamos el interior de la selva, ponemos el cuerpo”.
En los últimos años ha sufrido amenazas. “Tuve que esconderme con mis hijos, tales eran las amenazas que me enviaban por mensajes”. Textualmente le decían: “te vamos a matar, sabemos dónde vives, cuantos hijos tienes, donde paran tus hijos. Te vamos a dar donde más te va a doler. Devuélveme todo lo que me han quitado, si no, uno de tus hijos o tu vais a morir”. Son ya varios los defensores que están amenazados a muerte y varios los que han sido asesinados.
“Golpeamos muchas puertas, pero nadie nos escucha ni nos protege. Intentamos impedir que esos mineros pasen y destrocen nuestro río. Porque el Nanay es un río que ya tiene 194 dragas, está siendo contaminado y las comunidades y poblaciones que están abajo y arriba lo están sintiendo”. El control y la preservación del rio debería ser del Estado, pero no lo hacen. “No hay peor ciego que el que no quiere ver.”
Marcelina no va a parar. “No entiendo otra forma de vivir que defender lo nuestro y a los nuestros”. Se le saltan las lágrimas y sella su testimonio con una tensa pausa antes de continuar con más firmeza si cabe. “Lo único que vale son las vidas de las personas que ahí vivimos”. Por eso no va a dejar de pelear, porque siente que en sus manos está la vida de otras personas. Esa lucha de sus ancestros, lo ha heredado ella y lo será de sus hijos después.
Están cansados de tocar puertas a nivel administrativo y político. “El estado peruano a los indígenas nos tiene como animales, sacan leyes contra nosotros. que nos perjudican. Si siguen dando concesiones mineras, nosotros moriremos. Sueño que nuestros hijos tengan la libertad con la que nosotros crecimos, una libertad sana. Ya no es así. No voy a parar hasta lograrlo”. La conciencia de que están cuidado el pulmón del mundo sella aún más su compromiso. “Si nosotros no lo cuidamos ni nos ayudan a cuidarlo, no hay esperanza para los que vienen detrás de nosotros”.
Sus hijos y su pareja son el apoyo fundamental para seguir. “Siento que me son incondicionales, saben que es la suya también”. La defensa de la cuenca del río le requiere toda su energía. “Queremos soluciones: que saquen a las personas que nos están haciendo daño. La drogadicción, la trata de personas o el VIH también han llegado de la mano de la minería. Están matando a personas inocentes”. Marcelina es contundente en el análisis de las amenazas que les hacen tan vulnerables.
El conocimiento de la tierra se transmite de padres a hijos, así como el amor por el rio, por la tierra y por el planeta. “El Perú tiene la mayor extensión de bosque, es el pulmón del mundo, es una responsabilidad cuidarlo. Voy a seguir defendiendo nuestros ríos hasta quemar el último cartucho. Me queman a mi o nos quemamos todos”.
Rocío Gayarre