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Brenda Star, el alma que brilla más allá del espejo

Gabriel Ribeiro (Brasil)

Brenda Star, el alma que brilla más allá del espejo
Ignacio Gil el

Ser drag Queen es un arte que trasciende lo tangible, un viaje hacia la reinvención de la propia piel. Es un acto de valentía, donde el rostro se convierte en lienzo y las mallas de colores y los tacones, en un manifiesto de libertad. Cada pestaña postiza es un canto al orgullo, cada tacón alto, un paso firme contra la homofobia y la discriminación. Gabriel, refugiado brasileño, nació con la vocación de ser una drag y su vida ha sido un desafío a las normas. “Brenda Star es Gabriel y Gabriel es Brenda Star, no hay uno sin la otra”. Brenda Star es una celebración del lado más atrevido, alegre y extravagante de Gabriel, que no pide permiso para existir, sino que exige ser vista.

Ser una artista drag Queen requiere una dedicación enorme. “A las 4 o 5 horas que estás en un local cantando, bailando, actuando y dándolo todo, hay que añadirles 3 horas de preparación y maquillaje y otra hora más para desmaquillarte”. En el metro o el autobús, volviendo solas por la noche, a veces sienten miedo a un posible ataque homófobo. “Mi personaje es muy exagerado, no paso nunca desapercibida. Se nota que va una travesti por ahí, nos exponemos mucho”.

Comienza la metamorfosis: se envuelve la parte superior de la frente fuertemente con cinta, con lo que consigue cambiarse la fisonomía de la cara sorprendentemente. “Veo tutoriales en youtube, soy autodidacta. Me gusta transformarme del todo, incluso uso lentillas de colores”. Recorre su rostro con esponjas, sombras, lápices y pinceles como un pintor un lienzo. El resultado es asombroso. El maquillaje es muy extravagante, pero el resultado final es casi natural, hay una armonía en todo. “Borro a Gabriel y me reinvento”.

Era un niño al que le gustaba todo lo artístico: pintaba, cantaba y hacía teatro. “Siempre he tenido esta vocación. Era una cosa que llevaba dentro, ya comenzaba a actuar, pero fue al ver el programa de televisión Drag Race que descubrí que había una profesión para mí que englobaba todo lo que yo quería hacer. Iba a ser una drag Queen”. El camino no ha sido fácil y ha tenido que solicitar refugio por temor a ser agredido.

“Desde pequeño siempre sufrí el acoso homófobo. Se burlaban de mí, yo era un niño hiper femenino. En un pueblo pequeño, eres la mariquita del pueblo. Mi familia era muy religiosa. Me obligué a hacer terapia de reversión porque no me parecía bien ni a mí, me sentía mal y culpable por mi homosexualidad”. Las terapias no funcionaron. “Yo quería curarme, pero llegué a la conclusión de que no llevaba ningún demonio dentro. Simplemente era así”. A partir de ahí comenzó un largo camino contracorriente donde no fue aceptado ni por su madre ni por su familia. “Esa soledad duele mucho y me fui distanciando de mi familia”. También le hizo muy autónomo, tenía que ser independiente económicamente para seguir su camino y poder tomar sus propias decisiones.

El año pasado su madre vino a visitarle. “Ha sido muy importante para mí que mi madre me haya visto y entendido. Ella tiene miedo de que me peguen, de que me agredan”. Le pudo hacer entender que necesitaba sentir que ella tenía que ser la primera que le apoyaba. “Mamá, ¿cómo crees que me siento en la calle si no me aceptan dentro de mi propia casa? El mundo en general no me acepta, si encima no me aceptáis vosotros, me siento completamente desamparado y solo. Se que, al vivir esta vida, me expongo a que me peguen y me acosen. Si no lo entiende ni mi madre, ni mi familia… ¡Imagínate, estoy perdido!”.

Llegó una oportunidad para buscar un lugar donde vivir su vocación en un entorno más seguro y sin pensárselo mucho y asumiendo con valentía la incertidumbre de su futuro, vino a España. “Para poder salir tuve que pedir un préstamo a un sicario, ni pasaporte tenía. No hablaba el idioma, el viaje era arriesgado e incierto, pero quedarme no era una opción. Tenía que intentarlo, tenía que luchar por mi sueño”. Una vez aquí solicitó asilo.

Ha pasado por situaciones complicadas, ha dormido en la calle, pero logró la acogida en un centro primero y en un piso para refugiados después, con una asignación de 600 euros mensuales. “Con 300 euros me pagaba una habitación y con los otros 300 me garantizaba poder comer todos los días. Ya podía dedicarme a buscar la oportunidad como artista. Realmente desde el primer momento ha sido muy sacrificado, pero le he echado muchas ganas. Me he topado con muchos obstáculos en mi vida, pero nada me ha parado”. Miedo ha sentido muchas veces, “pero el miedo no era una opción”.

“Las drags entonces eran o folclóricas o cómicas, pero para mí era imposible, no era graciosa en el escenario no sabía contar chistes, por el idioma sobre todo… y no tenía la cultura musical de las folclóricas”. Tras 21 pruebas en un mismo local, consiguió su primer trabajo como drag. “Hay que luchar sin rendirse porque lo imposible llega, solo que tarda más”.

“Brenda es el canal por le que fluye mi lado más valiente, descarado y creativo. Pero soy yo. Brenda es el cuadro donde pinto y plasmo mis ideas, pero somos uno. Cambiar de chip no me cuesta, no siento que estoy actuando si no que soy yo mismo”. Le quedan muchos sueños por cumplir aún: crecer como artista y como músico y lograr entrar en el programa Drag Race, por ejemplo. No cree en la suerte, “en base a mi lucha, he logrado salir adelante. El universo recompensa el esfuerzo. No ganamos tanto y tenemos muchos gastos en maquillaje, vestuario y pelucas. Pero, la conexión con el público hace que merezca la pena. Hacemos felices a los demás, ese rato que pasan viendo el espectáculo, se olvidan de todo, sus problemas los dejan fuera”.

No se arrepiente de nada. “Hay cosas que hice que no estuvieron bien, pero me han hecho crecer como persona, todo ha sido un aprendizaje”. Quizás por eso no tiene miedo a equivocarse. “Los errores nos enseñan por dónde no tenemos que pasar”. Incluso piensa que a lo largo de la vida es posible que haya más equivocaciones que aciertos, “abrázalos y saca la enseñanza de esos errores”.

“Ser drag Queen es algo que no se puede enseñar, es un viaje muy personal, aprendes lo que te gusta y lo que no, con qué logras conectar con el público”. Ha descubierto que lo que más le importa en la vida es ser feliz. Por haber dejado de lado a Gabriel, lo ha pasado mal. “Lo principal es estar bien conmigo mismo, me tengo que ver bien, me tengo que sentir bien, entonces, a partir de ahí, el resto va a fluir”. Y así será. Brenda es la poesía del exceso, el himno de lo auténtico, el alma que brilla más allá del espejo.

Rocío Gayarre

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