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El esfuerzo es lo que le da sentido a la vida

Ismail El Majdoubi (Marruecos)

El esfuerzo es lo que le da sentido a la vida
Ignacio Gil el

Recuerda cuando en muy pequeño en Castillejos, su ciudad natal, que sus mayores le contaban que no existían las vallas que actualmente cosen la frontera sur, la más desigual del mundo, eso sí, había pasos fronterizos con su idiosincrasia a veces cruel e inhumana. Su madre era porteadora, uno de los trabajos más duros que hay. Salía de casa aún de noche y no regresaba hasta muy tarde.

Era un de los hermanos pequeños de una familia numerosa y sus primeros recuerdos son dulces.  “Con tan solo nueve años, a veces me iba a pie solo hasta las playas donde jugaba y soñaba pasando largas horas en absoluta libertad”. Decía el escritor Javier Reverte En El sueño de África que “la única obligación que tiene el hombre en esta tierra es realizar sus sueños”. Ismail así lo ha hecho.

De su madre ha heredado el coraje, la resiliencia y la capacidad de esfuerzo. Su mayor empeño siempre fue que todos sus hijos estudiasen porqué solo así tendrían mejores oportunidades en la vida de las que ella había tenido y podrían prosperar. “¿Por qué fui feliz en mi infancia y juventud, si realmente vivíamos con muy poco, nuestra vida era a ratos difícil e incluso pasábamos necesidades? Porque me crie con mucha autonomía y libertad y en un entorno de valores”. No era buen estudiante, Ismail lo intentaba, pero su curiosidad y su afán de aventura le llevaban con frecuencia a salir de casa con su cuaderno y su bolígrafo, pero en lugar de ir a clase tomaba el desvío hacia el puerto dónde se buscaba la vida haciendo de recadero o de aprendiz de todo en el comercio frenético que se daba de manera espontánea en la frontera.

“No sabría decirte cuantas veces intenté cruzar la frontera, y lo cierto es que no lo planificaba si no que casi sin quererlo me dirigía muchas veces hacía allá y estaba atento por si se daba la situación idónea para cruzar”. No quiere idealizar el camino migratorio, aunque lo narra con el detalle de un guion de una película de aventuras. “Son demasiados los han pedido la vida en el intento”, y recuerda que, en todo caso, los que cruzan han sufrido violaciones de sus derechos humanos a lo largo del camino.

“Éramos muchos los niños que merodeábamos el puerto de Ceuta buscando el momento adecuado para cruzar. Yo llegué a Algeciras agazapado en los bajos de un camión con dieciséis años. En realidad, en ese momento, creo que no era consciente del todo de los enormes peligros a los que me expuse”. Las herramientas con las que se enfrentaba al reto casi imposible de sobrevivir eran la astucia, la capacidad de observación, la agilidad y, como no, la suerte. “Muchos niños no lo lograban, incluso chicos que llevaban más tiempo allí y conocían las aristas de la frontera”. Otros cruzaron, pero se perdieron en el laberinto de las drogas y la supervivencia en la calle. 

El motivo principal para dejar su Marruecos natal, “fue la falta de expectativas. Querer salir de esa situación de precariedad y, por qué no, aspirar a una vida mejor”. Matiza que cruzar no es el final del proceso si no el comienzo, el principio de un largo y difícil recorrido. 

Una vez en territorio español y por ser menor de edad, vivió en centros de acogida, siete en total. “Al analizar mi etapa en los centros, echo de menos el haber tenido la posibilidad de interactuar con otros chicos de mi edad, estábamos apartados, estigmatizados”. Ser MENA es un término jurídico, pero en la actualidad se ha convertido en un insulto. “En realidad hay de todo, encasillarles en un estereotipo de niño conflictivo y peligroso es una injusticia. A estos menores hay que tratarles como lo que son, niños con necesidades especiales de acompañamiento y apoyo”. El uso de ese término deshumaniza a estos menores.  Su lucha es lograr un mayor compromiso de las instituciones y de la sociedad en general con los derechos del menor. 

El esfuerzo es lo que le da sentido a la vida. Hoy día estudia gestión administrativa y trabaja en un centro de emergencia.  Ha creado una asociación llamada Exmenas, “para acompañar a estos chavales y ayudarles con los trámites. Hacemos talleres y otras actividades deportivas para lograr una mayor inserción social y generar espacios de convivencia”.

Afirma que uno donde mejor está es en su casa y con su gente, pero que, a la vez, es lícito buscar mejores oportunidades, es lícito luchar por una vida mejor y más digna, es lícito sentir que no hay barreras para la superación y crecimiento como persona y como ciudadano. La decisión de cruzar la frontera es una decisión solitaria. Son sorprendentes su serenidad y audacia. Alerta contra el racismo y el trato discriminatorio que sufren los menores. “No importa tanto como nos llamen sino como nos traten”. 

Rocío Gayarre

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