No cabe duda de que el verano de 2020 quedará grabado en nuestra memoria como uno de los más atípicos que hayamos tenido, pero este hecho irrefutable no puede pasar a formar parte de la montaña de argumentos que utilizamos para excusarnos cuando fallan nuestros propósitos de pérdida de peso. Deberíamos empezar diciendo que eso de la «operación bikini» ya suena un poco rancio. No deja de ser una etiqueta comercial para aprovechar la estacionalidad del mercado y conseguir que te apuntes a la última dieta, el último quemagrasas mágico, o al gimnasio con el súper método para quemar calorías. Ni que decir tiene que todo será rápido. En tiempo récord. Para eso hablamos de «operación bikini».
Hoy vamos a repasar cuáles son los principales motivos por los que las cosas no salen como las planeamos. Por supuesto el punto débil es el plan en si mismo y que, además, ya empieza envenenado por su propia denominación: operación bikini. Deberíamos tener en cuenta que el territorio en el que se desenvuelve esta «operación» es puramente estético, llega el calor y con él las prendas que destapan nuestras vergüenzas. Hay que adelgazar. A toda costa. No sabemos si es sano, pero le quedan pocos días de uso al grueso abrigo que oculta lo que no queremos que se vea. Tienes que tener clara una cosa: la operación bikini del verano de 2021 debe empezar hoy y te contamos por qué.
Primer error. Empiezas tarde. Muy tarde.
Lo que en un calendario parece mucho tiempo, no lo es tanto para muchos objetivos personales. Esto pasa en una dieta o cuando planificamos el tiempo de estudio para preparar un examen, todos hemos pasado por ello, buenos propósitos iniciales y angustia y prisa cuando comprobamos que nos hemos relajado. En un artículo anterior tratamos el complejo equilibrio entre pérdida de peso y salud, dado que hay unos límites a partir de los cuales, aunque estés adelgazando a un ritmo digno de récord Guinness, no es saludable ni sostenible. Pero vamos a imaginar un año tipo de cualquier persona que siga las costumbres más comunes:
- Septiembre. Llego del verano. Qué rica la sangría, la cerveza, la paella y las siestas. Dos kilitos mínimo en el cuerpo. Nos apuntamos al gimnasio intentando recuperar la forma. Lo cogemos con ganas.
- Octubre. Empieza a hacer un poco más de frío. Salen las primeras prendas de abrigo del armario. No nos quedan tan mal, no se nota mucho ese michelín veraniego. Nos relajamos.
- Noviembre. Muchos abandonos en el gimnasio, no te da la vida y oye, ya te has acostumbrado a tu aspecto.
- Diciembre. Mejor ni hablamos.
- Enero. Histeria colectiva. Propósitos de nuevo año. Gente sorprendida de lo que cuesta adelgazar, pero lo fácil que se ganan seis kilos en un mes. Crisis. Todos a la elíptica o a correr como Forrest Gump.
- Febrero. La cuesta de enero llega en febrero ¿no te has dado cuenta? Es cuando realmente la perspectiva de lo que queda por delante del año recién estrenado es una pesada losa sobre nuestros hombros. Primeros abandonos.
- Marzo. Mini operación bikini porque llega la Semana Santa. Llegas tarde, no hay nada que hacer y te preguntas «¿no será que este año ha caído muy pronto?». Pero no, la Semana Santa no se adelanta para romper tu dieta.
- Abril. Ahora sí, lo dicen en todos lados, es oficial, llega la «operación bikini».
Acabamos de hacer un repaso irónico de un periodo de tiempo que comprende ocho meses, de los cuales hay uno que, admitámoslo, es francamente complejo si queremos ser estrictos siguiendo una dieta o no tener excesos. En muchas ocasiones diciembre supone ganar lo que se ha perdido entre septiembre y noviembre, o casi. Nos quedan cuatro meses escasos, dado que enero es un mes «corto», ya que prolongamos nuestros deslices hasta después del día de Reyes. Tras la Semana Santa salimos con la sensación de que el verano está a la vuelta de la esquina, sobre todo ahora que cada vez llega más pronto el calor. Te queda un mes y medio. No hay tiempo. Puedes corregir una pequeña desviación, pero no puedes arreglar en ese periodo una tendencia negativa que lleva una inercia de meses o incluso años. Es hoy cuando debes empezar a cambiar tus hábitos y que sean contadas (y merecidas) las excepciones en las que te das a los excesos.
Segundo error. Sobrevalorar los resultados del ejercicio.
Esto tiene que quedar muy claro. No hay nivel de ejercicio que sea capaz de compensar una mala dieta. Por supuesto, si llevas una vida sedentaria y pasas a correr cuatro horas al día, adelgazarás y mucho, independientemente de lo que comas, pero ante esta afirmación lo que puedo decirte es que no vas a aguantar ni quince minutos corriendo y tampoco disponemos de cuatro horas diarias para hacer deporte, salvo que seamos profesionales, en cuyo caso sus picos de forma los marcan las competiciones, no los bikinis ni los bañadores turbo.
Debe haber una adecuación entre nutrición y ejercicio. Una correcta dieta te ayudará a mejorar tu capacidad física. Parte del fracaso de la operación bikini consiste en que produce una fiebre del famoso «cardio». Las cadenas de gimnasios lo saben muy bien y tienen perfectamente planificado ese pico de personas que se apuntan en torno al mes de abril y que pagarán sus cuotas durante unos meses aunque casi ni utilicen las instalaciones a partir de las cinco o seis semanas. No es una casualidad. Si basas todo en el ejercicio, intentarás compensar con una intensidad o duración de tu entrenamiento que no llevará una progresión lógica, y si las agujetas de los primeros días no te hacen abandonar, lo hará el agotamiento. Y cuenta con que el ejercicio intenso te abre el apetito de manera igualmente intensa, por lo que acabarás también comiendo el doble y el resultado neto será imperceptible. Al menos en términos estéticos y a corto-medio plazo.
Tercer error. Obviar el trabajo de fuerza
Hemos hablado muchas veces de esta cuestión. En la mente de muchas personas, el ejercicio cardiovascular de larga duración es lo idóneo para adelgazar y las pesas lo son para sacar músculo y ponerse grande. Nada más lejos de la realidad, ganar suficiente masa muscular haciendo pesas para que «se note», es un proceso largo y costoso. Sin embargo el gasto calórico que se prolonga muchas horas después de haber hecho un entrenamiento de fuerza, no se produce de igual manera con el ejercicio cardiovascular. Dado que os proponemos unos objetivos a largo plazo y no inmediatos, ir perdiendo grasa y «ocupando» con músculo ese espacio que deja, es muy importante. Porque además, ya que hablamos de operación bikini, si adelgazas a toda costa, rápidamente y sin trabajo muscular, serás víctima de la maldición de la delgadez fofa, que estéticamente no queda nada bien.
¿Cuál debería ser el plan correcto?
Olvídate de operaciones tal y cual, lo importante es tu salud. Una alimentación sana acompañada de ejercicio conduce a mejoras físicas y estéticas evidentes. Igual no consigues un cuerpo de calendario, pero recuerda que esos físicos en algunos casos no son reales y en otros, se dedican exclusivamente a ello. Olvida esas fotos de un antes y un después en tan solo tres meses, busca historias de personas que cambiaron su vida y en las que puedes ver su foto hace diez años y su foto actual. En ese proceso no solo hay implicaciones estéticas, también hay cambios de hábitos, cambios de humor, cambios en las relaciones con sus seres queridos. Está claro que la ecuación es mucho más complicada que una talla de ropa. Es salud, es vitalidad, es equilibrio emocional, seguridad en uno mismo. Muchas cosas interrelacionadas que justifiquen que tu «operación bikini» deje de existir y lo conviertas en una vida saludable y activa. Que la fuerza te acompañe.
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