El ejercicio es mucho mejor que el sexo. ¡Toma ya! Por supuesto que es una afirmación sensacionalista, pero no está exenta de cierta realidad y te vamos a explicar por qué. Está claro que la extenuación, ya venga de correr una maratón, de una época de muchísimo estrés laboral, o de no haber dormido, interfiere en los niveles de libido. Pero también puede hacerlo en la concentración, o el apetito, o la irritabilidad del carácter, hasta aquí no hay mucha novedad.
Durante años, la ciencia ha debatido cuánto y cómo el ejercicio afecta al deseo sexual y la reproducción humana. Este enfoque es el que ha hecho que la mujer fuera el principal objeto de estudio, ya que puede ocurrir que en mujeres que entrenan mucho se produzca amenorrea (pérdida de la regla durante un periodo prolongado), un trastorno asociado, entre otro motivos, a llegar a unos niveles de grasa tan bajos que el organismo entiende que «no es momento» para reproducirse e interrumpe el ciclo menstrual lo cual, a veces, conlleva también una pérdida del deseo sexual, que al fin y al cabo forma parte de un todo. Pero no dejan de ser disfunciones hormonales atípicas que normalmente se solucionan cuando se reduce la carga de entrenamiento y/o restricciones calóricas.
Se conocen mucho menos los efectos del ejercicio intenso en la libido y fertilidad masculina. Determinados estereotipos complican el asunto, dado que a la figura de un macho alfa musculado e imponente se le atribuyen, porque sí, la virilidad del mejor Bond… James Bond. Es real que existe una correlación entre los niveles de músculo y testosterona, la hormona causante de que los hombres desarrollen mucho más volumen muscular que las mujeres y cuyo aumento puede potenciar el deseo sexual. Decimos «puede» porque cada vez empieza a haber más estudios que apuntan a que entrenamientos de larga duración o intensidad muy alta pueden interferir negativamente en los niveles de testosterona, tanto de manera inmediata como a largo plazo. El cuerpo es sabio y si tú no le das descanso, llega un momento en el que empieza a «apagar interruptores» en los que él considera que puede ahorrar energía.
Cuando en el año 2017 la Universidad de Carolina del Norte realizó un estudio sobre 1.077 hombres, con niveles de preparación física avanzada/alta, analizando sus hábitos de ejercicio y sus niveles de deseo sexual, apareció una clara, pero poco tratada, relación entre sexo y ejercicio, mostrando una inequívoca disminución de la libido conforme más horas de entrenamiento acumulaban. En ese momento el autor del estudio, el profesor Anthony Hackney, afirmó que aunque no había investigaciones sólidas hasta el momento, nada indicaba que este hecho fuera diferente en mujeres.
¿Hay alguna relación directa entre ejercicio y deseo sexual?
Una cierta lógica nos indica que, siendo el ejercicio un acelerador del flujo sanguíneo y que la activación del área genital se produce precisamente por un aumento de dicho riego en la zona, es posible que una sesión de ejercicio que nos haga romper a sudar le venga muy bien a nuestra activación sexual. Apuntando en esta dirección, la Doctora Cindy Meston, de la Universidad de Austin, Texas puso a 15 mujeres a ejercitarse durante 20 minutos antes del visionado de una película erótica. Los resultados indicaban que el ejercicio funcionó como un activador de su sistema nervioso simpático, aumentando las sensaciones vaginales asociadas a la excitación sexual.
En 2012 se repitió el estudio cambiando las bicis por cintas de correr con resultados parecidos. Aunque no deja de tener cierta gracia imaginarse a uno mismo «poniéndose a tono» corriendo un par de kilómetros, es fácilmente comprensible que una alta exigencia cardiovascular sostenida durante mucho tiempo o a una intensidad considerable, puede producir el efecto contrario, sería algo parecido a pasarse de tuerca. Es esa sensación de estar sin fuerzas y con la tensión por los suelos que se produce tras una buena paliza de ejercicio.
El suelo pélvico entra en juego
Hace bien poco hablamos de la importancia del suelo pélvico. Fortalecerlo y cuidarlo es muy importante, para hombres y mujeres. Pero en este segundo grupo, cuando hablamos curiosamente de mujeres muy entrenadas, se puede dar un efecto adverso de cara a las relaciones sexuales debido a la hipertonicidad de su suelo pélvico. Esta hiperactivación lo que ocasiona es una contracción que envía una señal de dolor al cerebro cuando se produce una penetración haciendo las relaciones sexuales poco placenteras. Este dolor se puede producir también al ponerse un tampón. Son casos poco habituales, pero existen y se suman a esta lista de problemas que pueden surgir por el entrenamiento de alto rendimiento.
La consecuencias «farmacológicas». Un territorio diferente
Hay una serie de anabolizantes esteroides, entre cuyos efectos secundarios se encuentran problemas de disfunción eréctil, infertilidad y en general unas alteraciones hormonales que interfieren no solo en la sexualidad, sino en una importante cantidad de variables relacionadas con la salud. Esto nada tiene que ver con la cantidad de ejercicio realizada. Hablamos de efectos secundarios de medicamentos en muchos casos prohibidos. El volumen muscular por si solo no puede llevarnos a ninguna regla de oro aplicable a hombres o a mujeres, ni en sexualidad ni en rendimiento deportivo en general.
¿Cómo es posible que haya personas, no profesionales, entrenando tanto como para que interfiera en su vida sexual?
Somos un todo. Posiblemente no haya una única razón para que exista una caída de la libido y no se puede echar la culpa al ejercicio como la principal fuente de pérdida de apetito sexual. De ser así, estaríamos a dos velas, pero paseando por la calle solo se verían personas de aspecto vigoréxico y no es el caso. Falta de sueño, estrés laboral, compromisos familiares pueden afectar igual o más. Aun puede que te preguntes cómo alguien es capaz de llegar a unos niveles de ejercicio que interfieran con otros aspectos de su vida. Lo primero que podría decir al respecto, es que hay gente que le pasa igual con el bingo o con los videojuegos y es mucho más insano. En la respuesta está parte de la magia del ejercicio físico: el subidón de endorfinas que provoca es tan adictivo, que una vez te acostumbras no puedes renunciar él. Esto hace que a determinadas personas este estado de bienestar que se extiende a lo largo del día, compense frente a unos minutos de placer. Y sí, ellos o ellas te dirán que es mejor el ejercicio que el sexo. Posiblemente con la boca pequeña. Como en todo en la vida, lo ideal es el punto intermedio pero ¿en cuántas cosas consigues alcanzar ese territorio justo equidistante entre lo malísimo y lo óptimo? Complicado. Más en los tiempos que corren. Que la fuerza te acompañe.
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